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República muy independiente de tu pequeña casa

Cartas a jóvenes (2)

Queridos Vanessa y Jonathan:

Espero que sigáis bien desde la última vez que os escribí,

hace dos meses.

Cuando tenía vuestra edad,

triunfaba una canción de Mecano

que sonaba en la radio a todas horas.

No la descargábamos de Internet

porque entonces no había.

Hablaba de un chico que se encerraba

en su habitación durante horas y horas,

“sin saber qué hacer”,

y así “se pasaba el tiempo: perdido en su habitación”.

Desde entonces unas cosas

han cambiado, y otras no.

Sé que os seguís encerrando

muchas horas en vuestra habitación.

Pero no coincidís con la canción

en lo de “sin saber qué hacer”.

Más bien podéis hacer miles de cosas:

en ese pequeño mundo de uno/a:

- hablar con los amigos/as, incluso con los que están en otros países,

- escuchar y conseguir música,

- ver las 250 fotos que hicisteis

en la fiesta del viernes pasado,

y que ya estaban puestas

en el tuenti media hora después

- jugar al roll con un chino, un ruso

y una sueca a los que sólo conocéis

por un nombre, seguramente falso.

- jugar partidas interminables

a la play o en la wii:

Echadle un vistazo a este vídeo:

http://www.youtube.com/watch?v=Xs9OdrcQgGM...

Más que perdidos en la habitación,

vosotros os sentís como en el anuncio:

“En la república independiente

de vuestro cuarto”.

Alguien dijo que se sabe que tu hijo,

y aún más tu hija, ha empezado

la adolescencia el primer día

que se cierra por dentro en su habitación

y se enfada si alguien entra sin permiso.

Tal vez abusáis demasiado

de ir sólo a lo vuestro.

Os agobia quizá más de la cuenta

que os pidan un trocito

de vuestro tiempo libre,

o dialogar con personas adultas,

incluidos vuestros padres y familiares,

con algo más que monosílabos.

El salir de vez en cuando

de esa república -independiente, sí,

pero demasiado pequeña y monocolor

que es vuestra habitación-

os traerá problemas y conflictos,

pero os enriquecerá.

Para aprender a convivir

con amigos nuevos y con adultos

(padres, abuelos, educadores…)

os puede venir bien un cuento

de un filósofo de nombre complicado,

un tal Schopenhauer.

Decía que un frío día de invierno

unos erizos estaban a punto

de morir congelados.

Entonces se arrimaron mucho

unos a otros y se dieron calor.

Pero se hirieron con sus espinas,

pinchándose unos a otros.

Entonces se separaron para evitar

el dolor… y volvieron a sentir frío.

Después de muchas pruebas,

encontraron un punto de equilibrio,

en que ni se herían ni se congelaban.

Todos necesitamos nuestro espacio

de soledad y libertad.

Pero también necesitamos

a las personas, especialmente

las que son de otra edad,

para crecer y madurar.

Se puede aprender a convivir si se pone uno a ello,

y es capaz de ver más allá

del propio pequeño mundo.

Algunos lo llaman aprender

a vivir en comunidad.

Un tal Juan Bosco prefería siempre

educar a los jóvenes en grupos,

con juegos comunes, excursiones, bandas de música,

aprendiendo a no encerrarse.

Decía que los se aislan

con demasiada frecuencia

están enfermos,

del cuerpo o del alma, pero enfermos.

¿Creéis que exageraba?

Vuestro amigo,

Jesús Rojano

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