Más sobre Vattimo VATTIMO, POR EJEMPLO: CULTURA ACTUAL Y FE CRISTIANA

Artículo en Razón y Fe (2016) que resume mi tesis, que estudiaba la relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en el filósofo italiano recientemente fallecido Gianni Vattimo

En este artículo resumo lo que he tratado en una tesis doctoral de Teología Pastoral, defendida en enero de 2012 en la Universidad Pontificia de Salamanca y publicada en 2015[1]. Ahí encontrará el lector las citas y el aparato crítico en que se basan las afirmaciones que ahora voy a presentar demasiado sintetizadas, debido a la lógica limitación del espacio.

G. Vattimo

1.Por qué Vattimo

      La motivación que me llevó a estudiar el pensamiento de Vattimo, y su peculiar “retorno al cristianismo”, es la dificultad que hoy encuentra la acción pastoral en España y en Europa Occidental a la hora de transmitir al hombre y a la mujer de hoy el Evangelio de Jesucristo. En mi caso, hablo desde la experiencia educativa y pastoral con adolescentes y jóvenes durante años, complementada, desde hace tres, con la dirección de la Revista de pastoral juvenil de los Salesianos de España, Misión Joven. Esta preocupación pastoral ha sido en mi estudio mayor que la meramente intelectual o puramente teórica.

       Es evidente que la cultura actual tiene mucho que ver con la situación de crisis de transmisión del Evangelio. Por eso me propuse contribuir a comprender la situación de la fe cristiana en el clima cultural actual, en un intento de dialogar con la época y de discernir ahí los retos y llamadas del Espíritu. Esta inquietud estaba ya presente en una llamada apremiante del Vaticano II, en concreto en Gaudium et Spes: “Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada” (GS 44; cf. GS 4 y 11). En GS 62 se pide a los cristianos un esfuerzo por comprender la manera de pensar y vivir, expresada en la cultura, de las personas de nuestro tiempo.

       Estoy convencido de que la evolución del filósofo turinés Gianni Vattimo sirve como ejemplo iluminador  de un texto muy citado de Pablo VI, en concreto el nº 20 de su Carta de 1975 Evangelii Nuntiandi: “La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva”. En los textos y preguntas de Vattimo veo reflejadas las opiniones y la trayectoria de muchas personas reales de hoy, una época de “nómadas existenciales” (Michel Maffesoli)[2].

       Pues bien, Vattimo es uno de los protagonistas de un episodio de esta ruptura entre fe cristiana y cultura actual en las décadas posconciliares. Se trata de uno de los discursos dominantes (o mainstream, como se dice en el mundo anglosajón) de la cultura occidental actual. Me refiero al discurso de la posmodernidad o posmodernismo. La publicación de La condición posmoderna por Jean-François Lyotard en 1979 y El fin de la modernidad en 1985 por Gianni Vattimo se convirtieron en el pistoletazo de salida de un debate aún no concluido[3]. Treinta años después, muchos prefieren otros nombres: desmodernización, modernidad líquida, modernidad reflexiva, tardomodernidad o modernidad tardía, hipermodernidad, ultramodernidad... El nombre o etiqueta técnica es lo de menos. Lo cierto es que existe un fenómeno ya duradero de crisis de la modernidad y sus valores. La expresión modernidad líquida de Zygmunt Bauman, por ejemplo, fue empleada y asumida como válida en algunos discursos y escritos de Benedicto XVI[4].

       Este fenómeno cultural, se llame de uno u otro modo, ha afectado seriamente a una Iglesia que en el Concilio Vaticano II, en la década de los años 60 del pasado siglo XX, había apostado por el diálogo con el mundo moderno, especialmente en la Gaudium et Spes.

En mi tesis, partiendo de Vattimo, estudio las posibilidades y limitaciones que esta sensibilidad cultural presenta para la praxis cristiana, intentando profundizar más allá de unos cuantos tópicos muy repetidos. Mi impresión es que muchos discursos teológicos siguen polemizando con la versión de la posmodernidad de los años 80. Sin embargo, ha habido una importante evolución, que se refleja bien, por ejemplo, en Gianni Vattimo. Sus postulados en favor de la posmodernidad y del pensamiento débil le han hecho desembocar en una vuelta a la fe cristiana, aunque sea desde luego una versión muy sui generis, lejana de una plena integración en la comunidad eclesial.

       Ahora bien: ¿Vattimo se ha vuelto a acercar al cristianismo a partir de los años 90, como él mismo confiesa, a pesar de o gracias a ser posmoderno? Intentar responder esta pregunta fue una de las motivaciones principales de mi investigación, no por un interés meramente teórico. Más bien creo que, examinando y recorriendo con el autor su camino desde los 80 hasta ahora, podemos encontrar posibilidades y sugerencias para transmitir la fe a los hombres y mujeres de hoy, preocupación central de la Teología Pastoral.

       He querido establecer un diálogo con la sensibilidad posmoderna en la versión de uno de sus más cualificados defensores, como es Vattimo, e intentar ver qué caminos se cierran y cuáles se abren en dicha sensibilidad para la transmisión y vivencia de la fe cristiana. Me he centrado especialmente en las aportaciones y posibilidades que ofrece a la Teología Pastoral su evolución más reciente, a partir de la década de los 90. En efecto, Vattimo ha dedicado dos libros completos (Creer que se cree y Después de la cristiandad) y varios escritos a hablar de la fe cristiana[5]. Como prueba de que el fenómeno no es un hecho aislado, quiero destacar que el iniciador de la corriente filosófica posmoderna, Jean-François Lyotard, estaba acabando un libro sobre las Confesiones de san Agustín en el momento de morir en 1998. Así pues, es interesante analizar este cierto retorno de los padres de la posmodernidad a la consideración positiva de la fe cristiana. Se trata de un retorno lleno de ambigüedades y limitaciones, pero también de sugerencias y posibilidades, y creo que merece ser estudiado con detención.

  1. La cuestión posmoderna

       En el primer capítulo de mi tesis[6] muestro las grandes líneas de la llamada “cultura posmoderna” en la sociedad occidental actual, con un análisis predominantemente filosófico y sociológico, buscando describir sobre todo las tendencias profundas epistemológicas y axiológicas que posibilitan o dificultan las opciones de socialización y vida cristiana. Se acepte o no el término posmodernidad, defiendo que sus principales rasgos predominan hoy en las sociedades occidentales actuales.

       Ahí el lector puede encontrar una presentación actualizada del estado de la cuestión en el debate modernidad-posmodernidad, que ha producido en las últimas décadas una ingente cantidad de bibliografía. Me centro en los aspectos que tienen que ver más directamente con nuestro tema. Además de presentar los conceptos de modernidad y posmodernidad, y centrándome en la segunda, recojo diversas definiciones, su cronología, sus raíces sociales y filosóficas y sus principales rasgos, como los han ido describiendo autores como J. F. Lyotard, G. Vattimo, J. Baudrillard, R. Rorty, etc., a saber:            

  • - Fin de la legitimidad de los grandes relatos (la famosa expresión de Lyotard)
  • - Caída en desgracia de la Razón (lo que ya dijera Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”…)
  • - Fin del mito del progreso
  • - El fin de la historia con sentido unitario y lineal
  • - Desconfianza hacia la ciencia y la tecnología (vacas locas, oveja Dolly, transgénicos, trastornos ecológicos…), acusadas de “aprendices de brujo”...          
  • - Superioridad del objeto sobre el sujeto (la saturación de imágenes de las tecnologías de la comunicación y sus múltiples pantallas despistan y descentran al sujeto humano)
  • - Cultura de la fachada y del espectáculo
  • - El hundimiento de la utopía moderna desde el 68 en adelante
  • - Individualismo estético y fruitivo (Narciso como paradigma posmoderno).
  • - Nuevo enfoque ético (una “ética indolora y más situacional”).

       También hay que hacerse eco de la crítica a la crítica posmoderna, hecha por J. Habermas, A. Wellmer, A. Touraine, E. Gellner, F. Jameson, T. Eagleton, D. Harvey, M. Nussbaum, U. Beck y otros autores.                                                                                        

       En el segundo capítulo examino por qué este tipo de cultura ha acentuado la crisis del cristianismo occidental, que ya venía desde el comienzo de la modernidad[7]. Sus consecuencias más negativas, vistas como amenazas para la praxis pastoral, son:

  • - nihilismo
  • - relativismo
  • - superficialidad
  • - individualismo
  • - crisis de pertenencia a las instituciones
  • - rebaja de la esperanza mesiánica y de las utopías sociales, que nos ha llevado a una aceptación acrítica del lado injusto de la globalización
  • - cierta acentuación de la secularización...

Intento evitar una condena global de la cultura posmoderna, que en realidad no conduce a ningún sitio e imposibilita todo diálogo, y por ello trato de mostrar también –espero que sin caer en ninguna ingenuidad– algunos rasgos de esta cultura que pueden ser positivos, al menos potencialmente, de cara a la praxis cristiana, como son:

  • - crítica de los discursos modernos ateos cerrados; así lo defiende Vattimo en las primeras páginas de Creer que se cree: “El fin de la modernidad o, en todo caso, su crisis, ha traído consigo también la disolución de la principales teorías filosóficas que pensaban haber liquidado la religión: el cientifismo positivista, el historicismo hegeliano y, después, marxista. Hoy ya no hay razones filosóficas fuertes y plausibles para ser ateo o, en todo caso, para rechazar la religión”[8],
  • - volver a considerar la posibilidad de la trascendencia,
  • - gusto por la dimensión estética y simbólica,
  • - interesante y renovado interés por el Misterio (con mayúscula) y por la experiencia mística.

  1. Vattimo y su “retorno” a la fe cristiana

       La anterior es una historia bien conocida, por eso me he limitado aquí apenas a mencionarla. Pues bien, en ese contexto posmoderno alcanzó cierta fama el pensamiento de Gianni Vattimo, hasta el punto de haber sido encasillado (“¿Vattimo?, Ah sí, el del pensamiento débil”), de modo que muchos de sus conocedores pasan por alto la evolución que ha tenido, desde su mentalidad hermenéutica y posmoderna, hacia la fe cristiana. Él mismo ha calificado de retorno (no es una conversión plena, por tanto, al modo de la de un Agustín o un Francisco de Asís) su nueva actitud hacia el cristianismo a partir de la década de los 90, y prefiere presentarse como “medio creyente”[9]: “Si digo que vuelvo a creer, ¿en qué, de la doctrina cristiana tal como todos la hemos recibido, vuelvo a creer? Me considero un medio creyente porque no conseguiría responder de manera exhaustiva a esta pregunta. Tengo, naturalmente, respuestas, pero no la que consistiría en la reformulación de los artículos del Credo en términos secularizados”[10].

       ¿Qué trayectoria ha llevado a Vattimo a reconsiderar a fe cristiana?[11] Él mismo ha narrado varias veces esa historia, después de su Creer que se cree[12]. Con una infancia marcada por perder a su padre al año y medio de vida, en 1937, así como por su educación católica en el Turín de la posguerra, y su paso por la Acción Católica de joven, dejó la fe al entrar en la Universidad. Estudia con interés a Nietzsche, a Heidegger y a Gadamer. De los dos primeros –estudiados referidos el uno al otro– aprende la necesidad de superar la metafísica, que con su fundamentación fuerte ha sido fuente de intolerancia y violencia durante siglos.

       La hermenéutica, de hecho, es el rasgo presente en Vattimo desde sus primeras obras hasta la actualidad. Es un pensador hermenéutico mucho más que posmoderno o del pensamiento débil, etiquetas o metáforas explicativas mucho más provisionales. Por eso cita con frecuencia el aforismo nietzscheano “no hay hechos, solo interpretaciones” (aforismo 481 de La voluntad de poder)[13].

       Su interés por el cristianismo, décadas después de haberlo abandonado, surge a comienzo de los 90. Para él, la kénosis, la encarnación en debilidad de Cristo, es el verdadero centro de la revelación bíblica, y él encuentra un paralelismo no casual entre el nihilismo de Nietzsche y Heidegger, que supera la metafísica occidental y abre nuevas posibilidades de libertad, y la kénosis (anonadamiento y autovaciamiento por amor) del propio Dios, descrito en Filipenses 2,6-11.

       La consecuencia, siempre según Vattimo, es que el cristianismo debe centrarse en la caridad y no en los dogmas, y debe abandonar toda pretensión de fundamentación metafísica, que siempre lleva a la imposición de las propias verdades y a la violencia física o metafísica. Dios, al debilitarse, nos muestra el camino de la no-violencia y destruye el círculo de violencia presente en todas las culturas y religiones humanas. Aquí Vattimo se inspira, a su manera, en las reflexiones del pensador francés René Girard. También está influido por el cristianismo de su maestro Luigi Pareyson y por la visión espiritualista y alérgica a los dogmas y jerarquías de Joaquín de Fiore, el abad calabrés del siglo XII.

       Evidentemente, en Vattimo influyen mucho, como él reconoce con sinceridad, sus vivencias personales y sus sentimientos: su condición homosexual, la experiencia de la muerte de personas queridas y la necesidad de encontrarle un sentido, o la llamativa influencia de tener sus raíces familiares en Calabria a la hora de interesarse por el pensamiento de Joaquín de Fiore. Vattimo retorna (a su modo, evidentemente) a la fe cristiana por su trayectoria intelectual; pero mucho más por la necesidad de encontrar sentido ante la pérdida de sus seres queridos. Y nos señala un camino pastoral hoy decisivo: los hombres y mujeres de hoy necesitan y buscan sentido y esperanza.

  1. Propuestas de Vattimo para un cristianismo futuro habitable y viable

       Resulta muy interesante el lugar desde el que Vattimo habla sobre la fe (o su “media fe”). Él ocupa una especie de “tierra de nadie”: demasiado poco creyente para los católicos y demasiado creyente entre sus colegas filósofos ateos o agnósticos. Una tierra de nadie que, paradójicamente, hoy habitan muchos de nuestros contemporáneos.   

       He resumido en 14 propuestas el tipo de cristianismo futuro que sería viable y positivo, según Vattimo[14]. Serían las siguientes (la redacción es mía, no de Vattimo, pero creo que responde bien a su pensamiento):

       - El centro del mensaje cristiano consiste en que Dios se ha hecho kénosis y débil en y por la encarnación de Cristo: por tanto el cristianismo no debe temer a la secularización, sino promoverla, y también debe debilitarse la estructura institucional eclesial.

       - Los cristianos deben mejorar la imagen de Dios que presentan al hombre actual. Deben presentar, por fidelidad a los textos neotestamentarios, al Dios que nos ama hasta entregar su vida en la kénosis, al Dios que nos llama amigos y no siervos. Un Dios que no tiene mentalidad sacrificial, pues la Salvación se da en la kénosis, pero no a través de ella o por medio de ella.

       - La caridad es el núcleo y criterio supremo del cristianismo, por delante de la verdad metafísica y dogmática, pues, como suele repetir Vatimo, “la verdad es mi amiga, pero lo son mucho más las personas”: Amica veritas, sed magis amicus Plato.

       - El cristianismo debe prescindir de la base metafísica de los dogmas y de los fundamentos fuertes, o sea, de lo que Heidegger denominó Onto-teología, para reducir la violencia impositiva y dejar lugar a la caridad. El cristianismo hoy debe explorar otras vías filosóficas para explicar la fe: Kierkegaard, Schelling, Nietzsche, Heidegger… El pluralismo posmoderno nos permite volver a encontrar la fe cristiana. Con Kierkegaard, los cristianos tenemos que dar mayor valor a la libertad individual, también y sobre todo, a la de Dios, que crea por una opción libérrima amorosa y no por una cuasi-obligación metafísica.

       - Hay que profundizar en la interpretación hermenéutica y comunitaria de la Biblia y de los dogmas, aquí y ahora, buscando, en la estela de Joaquín de Fiore, una mayor espiritualización y menor literalidad, pues “la letra mata y el espíritu vivifica”. El proceso de interpretación no se cierra, no termina, porque Dios nos sigue hablando en la historia, y la comunidad cristiana debe seguir escuchándole.

       - Hay que cuidar más, al expresar de la fe cristiana, las dimensiones estética, simbólica, el lenguaje metafórico, narrativo… Estos lenguajes enlazan mejor con la cultura actual y con los mismos  textos bíblicos.

       - Prestar más atención en la vivencia cristiana a la dimensión mística, a la experiencia personal del Misterio, a la oración personal cuidada y sabrosa (“rezo porque me siento mejor”, explica el propio Vattimo). El descubrirnos creaturas/criaturas contingentes nos dará la esperanza y serenidad de sabernos en manos de un Dios-amor, y podemos redescubrir la gracia como un dejarse llevar y fundamentar por el Dios amigable manifestado en la propia tradición cristiana, de la que provenimos.

       - Si el ser es evento y la revelación de Cristo en el evangelio se manifiesta como tal, hemos de presentar y vivir el cristianismo como acontecimiento salvador más que como una teoría ideológica con contenidos metafísicos inamovibles. El cristianismo es un acontecimiento de salvación, no un conjunto de dogmas.

       - Los cristianos hoy han de promover el diálogo abierto y no hacer callar a las personas, pues es la mayor violencia. Leyendo la historia humana desde el acontecimiento de la kénosis de Cristo, el cristianismo debe seguir reduciendo el nivel de violencia sagrada de nuestro mundo. Para ello, hay que promover la libertad de cada persona, y critica el concepto de “ley natural” por parecerle rígida. La ética cristiana, por ser una ética de la caridad, debe ser hermenéutica, respetuosa, piadosa.

       - Atender a los débiles de este mundo es una de las principales tareas de la Iglesia cristiana, pues proviene de un Dios hecho debilidad. Esto se ha de plasmar en promover y ayudar a los pobres del tercer y cuarto mundo, víctimas de la mala globalización; pero también a los diferentes, a los marginados o excluidos por sus pertenencias raciales, religiosas, sociales, sexuales… Los cristianos  no deben contribuir a la discriminación de esas personas, sino a su inserción social.

       - Los cristianos deben trabajar en la búsqueda de la paz entre los pueblos y en el ecumenismo y en el diálogo interreligioso como una aplicación práctica, e imprescindible hoy día, del primado de la caridad.

       - Los teólogos y pensadores cristianos deben esforzarse por formular y vivir una religiosidad que evite dos extremos: el fanatismo de la fe ciega y el escepticismo de una razón sin raíces y sin una comprensión efectivamente agarrada al mundo.

       - Los cristianos deben prestar especial atención a la lectura y escucha de los signos de los tiempos. Apoyados en una atenta ontología de la actualidad, han de captar la sensibilidad de la época.

       - Prestar atención a la experiencia del retornar de muchos contemporáneos a considerar de nuevo la tradición cristiana, “como una voz que hemos oído ya”. Los cristianos han de ofrecerse para acompañar a tantos hombres y mujeres que experimentan hoy en día los límites y finitud de ser humanos (muerte, inseguridad, pobreza, pérdidas dolorosas, insuficiencia de las ciencias para dar sentido a la vida…), para desde ahí hacer hablar a la tradición cristiana occidental, que permanece como recurso de sentido, y los cristianos han de tener en cuenta que “Dios quiere que todos se salven” (1Tm 2,4).

       En el capítulo cuarto de mi tesis desarrollo una valoración crítica de estas propuestas de Vattimo[15], con sus posibilidades y limitaciones, elaborando las sugerencias que el pensamiento del autor italiano ofrece a la reflexión de la Teología Pastoral. Hago una crítica de la descalificación que hace Vattimo de los dogmas, de la ley natural, su concepto superficial de la gracia, el querer prescindir del concepto de verdad... Si ciertas visiones fundamentalistas y patológicas de la verdad son dañinas, no se trata de eliminar el concepto de verdad en general, como a veces propone Vattimo, sino de depurar y evitar sus derivas patológicas. Por otro lado, constato que Vattimo no conoce toda la teología del siglo XX y su evolución, y a veces ataca fantasmas ya superados. En su descargo hay que decir que él es profesionalmente filósofo, pero no teólogo. Pero sus propuestas dan que pensar e indican muy interesantes caminos de futuro, que no podemos despreciar. Merece la pena escucharlas y estudiarlas; y en algunos casos, llevarlas a la práctica.

  1. Conclusiones prácticas para la acción pastoral

       Acabo la tesis con una serie de propuestas prácticas de cara a la acción pastoral presente y futura[16]. Estas propuestas surgen de contrastar las propuestas de Vattimo con estas palabras de Pablo VI en EN: “Las maneras de evangelizar cambian según las diversas circunstancias de tiempo, lugar, cultura” (EN 40). O estas otras: “La evangelización pierde mucho de su fuerza y eficacia si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su lengua, sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, si no llega a su vida concreta” (EN 63). Por razones de espacio, me limito a enunciarlas:

       1) Dado que El motivo principal del peculiar retorno de Vattimo al cristianismo es la pregunta por el sentido, propongo partir de la búsqueda de sentido, de las preguntas e inquietudes del hombre de hoy, y ofrecer el Evangelio como lo hacía Jesús: oferta de Vida en Abundancia.

      2) Favorecer una experiencia personal y gratificante del Misterio, el encuentro personal con Dios, y favorecer un lenguaje respetuoso y humilde, apofático, sobre él. Hacen falta maestros de espíritu que acompañen a tantos buscadores que desean un contacto gozoso con la trascendencia.

       3) Poner la caridad en el centro, hacia dentro y hacia afuera de la comunidad eclesial. Darle un papel clave en las relaciones personales y comunitarias, en el diálogo con los no creyentes, y en el compromiso por la justicia y en el campo de la diaconía eclesial.

       4) Potenciar una acción pastoral hermenéutica, que facilite medios para interpretar sin rebajar el mensaje evangélico, adaptándose a las diversas culturas y grupos. Enseñar a diferenciar lo esencial de lo secundario al dar razón de nuestra esperanza, favoreciendo una lectura actualizada y rica de la Biblia. 

       5) Cuidar el uso pastoral del lenguaje: que sea inteligible para el ser humano actual; que sea más vital y existencial, más simbólico, más narrativo.

       6) Tener en cuenta la secularización como signo de los tiempos, no sólo como peligro, sino también como oportunidad de desarrollar una espiritualidad encarnada, más pegada a la tierra, pues “fuera del mundo no hay salvación” (E. Schillebeeckx); pero, a la vez, preparar para evitar el secularismo que prescinde de Dios. Es necesario actualizar la distinción entre sana secularidad y mal secularismo que hizo la GS.

       7) Promover la vida de comunidades cristianas acogedoras y “nutritivas”, o sea, que ofrezcan a los que a ellas se acercan una vivencia cristiana rica en contenidos y experiencias: celebraciones, compromiso social, revisión de vida, compartir bienes espirituales, etc. Esto conlleva recrear la Iniciación Cristiana, para que sea más experiencial y comunitaria, en la línea del Catecumenado de los primeros siglos.

       8) La situación cultural actual nos urge, hoy más que hace 35 años, a recordar y practicar que “la Iglesia existe para evangelizar” (EN 14). Está claro que es precisa “una nueva evangelización”. Y como hoy muchos discursos quedan en “juegos de lenguaje”, la mejor vía de evangelización sigue siendo el testimonio, como ya se decía, en la Evangelii Nuntiandi 41. Es prioritario dar cauces al primer anuncio.

       9) En un tiempo en que las trayectorias biográficas suelen ser fluctuantes, como es el caso de Vattimo, es necesaria una pluralidad y diversificación de ofertas pastorales, una flexibilidad en los itinerarios catequéticos y formativos, y una atención más atenta a cada persona, privilegiando un acompañamiento espiritual respetuoso y propositivo.

       Sería una tarea interesante contrastar estas propuestas pastorales con las expuestas por el papa Francisco en Evangelii Gaudium y en sus diversas actitudes y gestos proféticos; pero ese podría ya ser tema para otro artículo.

Jesús Rojano Martínez

[1] J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo. Crítica y propuestas para la praxis cristiana, Salamanca, Publicaciones de la Universidad Pontificia de Salamanca, Colección EstudiosBibliotheca Salmanticensis, nº 354, 2015.

[2] Cf. M. MAFFESOLI, El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos, México, Fondo de Cultura Económica, 2004.

[3] Cf. G. VATTIMO, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Barcelona, Gedisa, 1994, 4ª ed. [original italiano: 1985]; J. F. LYOTARD, La condición postmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Cátedra, 1987.

[4] Cf., por ejemplo, su discurso en Venecia en mayo de 2011: https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20110508_mondo-economia.html.

[5] Cf. G. VATTIMO, Creer que se cree, Barcelona, Paidós, 1996; ID., Despuésde la cristiandad. Por un cristianismo no religioso, Barcelona, Paidós, 2003.

[6] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, pp. 29-124.

[7] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, pp. 125-209.

[8] G. VATTIMO, Creer que se cree, p. 22.

[9] G. VATTIMO, Creer que se cree, pp. 71; 84; 86, 95.

[10] G. VATTIMO, Creer que se cree, p. 95.

[11] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, pp. 211-435.

[12] Cf. G. VATTIMO – P. PATERLINI, No ser Dios. Una autobiografía a cuatro manos, Barcelona, Paidós, 2008; G. VATTIMO – L. SAVARINO, L. – F. VERCELLONE,  Mi filosofía como ontología de la actualidad. Entrevista, en Revista Anthropos 217 (2007), pp. 19-41.

[13] F. NIETZSCHE, Obras completas de Federico Nietzsche, Tomo VII: La voluntad de  dominio. Ensayo de una transmutación de todos los valores, Madrid, Aguilar, 1932, pp. 281-282. Vattimo ha citado frecuentemente dicho aforismo 481 de La voluntad de poder: cf., por ejemplo, G. VATTIMO, El sujeto y la máscara. Nietzsche y el problema de la liberación, Barcelona, Península, 2003 [1ª ed. española: 1989; original italiano: 1974], pp. 344; 402; 468; ID., Las aventuras de la diferencia. Pensar después de Nietzsche y Heidegger, Barcelona, Península, 1986 [original italiano: 1980], p. 71; ID., Más allá del sujeto. Nietzsche, Heidegger y la hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1992 [original italiano: 1981], p. 34; ID., Introducción a Nietzsche, Barcelona, Península, 1990 [original italiano: 1985], p. 106; ID., Ética de la interpretación, Barcelona, Paidós, 1991 [original italiano: 1989], p. 128; ID., Más allá de la interpretación, Barcelona, Paidós, 1995 [original italiano: 1994], pp. 38; 50.

[14] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, pp. 435-438.

[15] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, pp. 439-624.

[16] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, pp.624-641.

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