“Anda y haz tú lo mismo”. 13 de julio: XV Domingo T.O.

«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo». (Lc 10, 30-37)
A lo largo de los Evangelio percibimos las imágenes en las que más se proyecta Jesús, y en el caso de hoy, lo contemplamos personalizando la figura del “Buen Samaritano”. En ella se nos muestra compasivo, pero a la vez rompe la mitificación de la ley, resaltando el comportamiento de un samaritano frente a la conducta de un sacerdote y un levita.
Este pasaje nos enseña cómo hacer el bien, sin que sepa la mano derecha lo que hace la izquierda. El samaritano, anónimo, cura al herido medio muerto, lo unge con aceite y vino, lo lleva a la posada, paga por su estancia, y desaparece, sin que espere el agradecimiento del asaltado en el camino.
Estamos en tiempo de verano, la propuesta restauradora que nos hace la parábola hace referencia a los sacramentos de la misericordia, de la Eucaristía, y del alojamiento en la Iglesia, que como le gustaba decir al papa Francisco, se debería convertir en hospital de campaña.
“Anda y haz tú lo mismo”.