"¿Qué hacemos nosotros? ¿Vemos y pasamos de largo, o nos dejamos traspasar el corazón como el samaritano?" León XIV advierte del "riesgo de una fe acomodada, ordenada en la observancia exterior de la ley, pero incapaz de sentir y actuar con las mismas entrañas compasivas de Dios"

"Hay un modo de ver exterior, distraído y apresurado, un modo de mirar fingiendo que no se ve, es decir, sin dejarnos afectar ni interpelar por la situación; y hay un modo de ver, en cambio, con los ojos del corazón, con una mirada más profunda, con una empatía que nos hace entrar en la situación del otro, nos hace participar interiormente, nos toca, nos sacude, interroga nuestra vida y nuestra responsabilidad"
La del buen samaritano, recalcó el Papa, "es sobre todo imagen de Jesús, el Hijo eterno que el Padre envió en la historia precisamente porque ha mirado a la humanidad sin pasar de largo; con ojos, corazón y entrañas de conmoción y compasión"
"Jesús invierte la perspectiva presentándonos un samaritano, un extranjero y herético que se hace prójimo de aquel hombre herido. Y nos pide que hagamos lo mismo"
"Es el camino de todos aquellos que “se derrumban” hasta perderse y tocar fondo; es el camino de tantos pueblos despojados, estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una economía que los obliga a la pobreza, de la guerra que mata sus sueños y sus vidas"
"Jesús invierte la perspectiva presentándonos un samaritano, un extranjero y herético que se hace prójimo de aquel hombre herido. Y nos pide que hagamos lo mismo"
"Es el camino de todos aquellos que “se derrumban” hasta perderse y tocar fondo; es el camino de tantos pueblos despojados, estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una economía que los obliga a la pobreza, de la guerra que mata sus sueños y sus vidas"
"Hermanos y hermanas, hoy se necesita esa revolución del amor". El Papa León XIV presidió la misa dominical desde la parroquia de Saint-Thomas de Villanova, en su retiro estival de Castel Gandolfo, y lo hizo reflexionando sobre la parábola del Buen Samaritano. Un relato que, como relató Prevost "sigue desafiándonos hoy, interpela nuestra vida, sacude la tranquilidad de nuestras conciencias adormecidas o distraídas y nos provoca contra el riesgo de una fe acomodada, ordenada en la observancia exterior de la ley, pero incapaz de sentir y actuar con las mismas entrañas compasivas de Dios".
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"La compasión, en efecto, está en el centro de la parábola", subrayó el Papa, una compasión que aparece "por medio de las acciones del samaritano", y a través de la mirada. No como el sacerdote y el levita, quien lo vieron "y siguieron su camino". El samaritano, en cambio, "lo vio y se conmovió".

La mirada hace la diferencia
"Queridos hermanos y hermanas, la mirada hace la diferencia, porque expresa lo que tenemos en el corazón: se puede ver y pasar de largo o bien ver y sentir compasión", propuso Prevost, quien advirtió de "un modo de ver exterior, distraído y apresurado, un modo de mirar fingiendo que no se ve, es decir, sin dejarnos afectar ni interpelar por la situación". Frente a ello, "un modo de ver, en cambio, con los ojos del corazón, con una mirada más profunda, con una empatía que nos hace entrar en la situación del otro, nos hace participar interiormente, nos toca, nos sacude, interroga nuestra vida y nuestra responsabilidad".
Una mirada que es "aquella que Dios ha tenido hacia nosotros", para que "también nosotros aprendamos a tener sus mismos ojos, llenos de amor y compasión hacia los demás". La del buen samaritano, recalcó el Papa, "es sobre todo imagen de Jesús, el Hijo eterno que el Padre envió en la historia precisamente porque ha mirado a la humanidad sin pasar de largo; con ojos, corazón y entrañas de conmoción y compasión".

Como el samaritano, "Dios nos ha mirado con compasión, Él mismo ha querido recorrer nuestro camino, descendió en medio de nosotros y, en Jesús, buen samaritano, ha venido a sanar nuestras heridas, derramando sobre nosotros el aceite de su amor y de su misericordia".
Evocando al Papa Francisco, León apuntó cómo "nos ha recordado que Dios es misericordia y compasión". "Él es el buen samaritano que vino a nuestro encuentro", añadió Prevost, también citando a San Agustín. "La parábola nos desafía también a cada uno de nosotros, por el hecho de que Cristo es manifestación de un Dios compasivo".
"Creer en Él y seguirlo como sus discípulos significa dejarse transformar para que también nosotros podamos tener sus mismos sentimientos; un corazón que se conmueve, una mirada que ve y no pasa de largo, dos manos que socorren y alivian las heridas, los hombros fuertes que se hacen cargo de quien tiene necesidad", culminó.
"Si en lo íntimo de nuestra vida descubrimos que Cristo, como buen samaritano, nos ama y se hace cargo de nosotros, también nosotros somos impulsados a amar del mismo modo y seremos compasivos como Él. Sanados y amados por Cristo, nos convertimos también nosotros en signos de su amor y de su compasión en el mundo"
"Si en lo íntimo de nuestra vida descubrimos que Cristo, como buen samaritano, nos ama y se hace cargo de nosotros, también nosotros somos impulsados a amar del mismo modo y seremos compasivos como Él. Sanados y amados por Cristo, nos convertimos también nosotros en signos de su amor y de su compasión en el mundo", terminó Prevost, invitando a todos a hacer realidad "esta revolución del amor".

¿Qué hacemos nosotros?
"Hoy, ese camino que desciende de Jerusalén a Jericó —una ciudad que se encuentra bajo el nivel del mar— es el camino que recorren todos aquellos que se hunden en el mal, en el sufrimiento y en la pobreza; es el camino de tantas personas agobiadas por las dificultades o heridas por las circunstancias de la vida; es el camino de todos aquellos que “se derrumban” hasta perderse y tocar fondo; es el camino de tantos pueblos despojados, estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una economía que los obliga a la pobreza, de la guerra que mata sus sueños y sus vidas", subrayó, preguntándose: "¿Qué hacemos nosotros? ¿Vemos y pasamos de largo, o nos dejamos traspasar el corazón como el samaritano? ".

"A veces nos contentamos solamente con hacer nuestro deber o consideramos como nuestro prójimo sólo a quien es de nuestro círculo, a quien piensa como nosotros, a quien tiene la misma nacionalidad o religión; pero Jesús invierte la perspectiva presentándonos un samaritano, un extranjero y herético que se hace prójimo de aquel hombre herido. Y nos pide que hagamos lo mismo".
"Ver sin pasar de largo, detener nuestras carreras ajetreadas, dejar que la vida del otro, sea quien sea, con sus necesidades y sufrimientos, me rompan el corazón. Esto nos hace prójimos los unos de los otros, genera una auténtica fraternidad, derriba muros y vallas. Y finalmente el amor se abre camino, volviéndose más fuerte que el mal y que la muerte", finalizó, pidiendo lo mismo que Jesús al término de la parábola: "Ve y haz tú lo mismo".
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