"Los sacerdotes no son extraterrestes, son seres humanos con todas sus potencialidades y sus debilidades" Ante el suicidio de un sacerdote

Matteo Balzano
Matteo Balzano

Nos causa una sorpresa mayor si el sujeto es un sacerdote. No porque los sacerdotes sean mejores que los demás sino porque esperamos de ellos un amor y defensa de la vida a la altura de los valores del evangelio y que la Iglesia defiende con insistencia

Hoy no se concibe que no haya un buen psicólogo acompañando la formación de los seminaristas y en algunos seminarios esto parece una intromisión en la formación sacerdotal inadmisible. Y de esos barros pueden venir estos lodos

Sienten el agobio de tener que atender tantos frentes pastorales acumulados por la escasez de sacerdotes. Cuantos menos sacerdotes más tareas pastorales para repartir y menos tiempo de descanso. Llegan momentos de tensión, de depresión y crisis

De entrada, un suicidio es una drama inmenso, suceda donde suceda y a quien le suceda. Pero nos causa una sorpresa mayor si el sujeto es un sacerdote. No porque los sacerdotes sean mejores que los demás sino porque esperamos de ellos un amor y defensa de la vida a la altura de los valores del evangelio y que la Iglesia defiende con insistencia.

Pero no por tener altos ideales dejan de ser humanos. Nunca nos cansaremos de repetir que antes que sacerdote es un hombre como los demás, que puede llegar a lo más alto, como muchos laicos y a lo más bajo también. No está más cerca de Dios, como un enchufado, como algunos dicen, para espiritualizarlos.

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La condición de hombre con sus grandezas y sus miserias lo va a acompañar durante toda la vida. Y como hombre participa de todas las posibilidades humanas y por eso hemos de poner ahí un acento especial, sobre todo en su formación.

Muchas veces el deseo de que sean espirituales lleva a olvidar el cuidado de su dimensión humana y entonces el drama puede estar a la vuelta de la esquina. Hoy no se concibe que no haya un buen psicólogo acompañando la formación de los seminaristas y en algunos seminarios esto parece una intromisión en la formación sacerdotal inadmisible. Y de esos barros pueden venir estos lodos.

Cuando yo terminé mi licenciatura en Psicología en Salamanca lo último que podía imaginarme, cuando comenzaba a hacer mi tesis doctoral en Psicología, es que mi Provincial me iba a nombrar formador de seminaristas (Postulantes). Pero mi Provincial de entonces era muy sabio y muy práctico y sabía que mi formación iba a ser de gran ayuda en el seguimiento formativo de aquellos jóvenes. No hizo falta montar una oficina especial para eso, mi convivencia a diario con ellos era la mejor manera de conocerlos, aconsejarlos, animarlos y, sobre todo, darles ejemplo.

Siempre tuve muy claro que era muy importante la dimensión espiritual, nuestra oración, nuestra celebración pero, sobre todo, tenía más claro aún que era más importante, si cabe, la formación humana, la sana amistad, el compartir, el desprendimiento, la solidaridad, los afectos, la educación, el respeto, la alegría porque sin la dimensión humana estaba cuidada podríamos construir sobre ella una espiritualidad consistente, pero no al revés.

Cuando asomaba en alguno de ellos una sobre espiritualidad me ponía en guardia y lo trataba con él porque era el preludio de un seguro fracaso. El comportamiento suicida es una reacción con fines liberadores de situaciones muy estresantes, angustiosas y que pretende alejarse de situaciones que no se pueden manejar con normalidad. Es una huida hacia adelante sin vuelta atrás, el culmen de un camino de soledad angustiosa que no ha podido compartirse con nadie, por razones diversas.

Solo una vida traumatizada al máximo puede llegar a ese extremo porque todas las situaciones humanas aunque sean difíciles, si se comparten a tiempo, encuentran caminos de salida y posibilidad de ayuda. No quiero ni imaginarme la tensión y estrés de un sacerdote joven como éste, que se ha suicidado tan poco tiempo después de haber hecho realidad su sueño: Ser sacerdote.

El P. Matteo Balzano, joven sacerdote italiano de tan solo 35 años, que recurrió al suicidio sin que se sepan todavía las causas reales. Considerado un “buen sacerdote” por todos los que le conocían ha dejado un profundo desasosiego entre sus familiares, sus fieles, y el obispo. Era, según dicen, apasionado con su vocación y muy amado por sus fieles.

Dedicado por entero a sus labores pastorales y, además, lo hacía lleno de ilusión porque estaba comenzando y ése es el momento que en los sacerdotes viven con más ilusión su compromiso pastoral. La muerte de un sacerdote, como la de cualquier ser humano, debe invitarnos una reflexión necesaria. Porque los sacerdotes no son extraterrestes, son seres humanos con todas sus potencialidades y sus debilidades.

Se enamoran como como todos los hombres y tienen que disimularlo porque nadie lo entendería y con muy poca gente se puede comentar. Viven con mucha fuerza la soledad, sobre todo por la noche cuando vuelven cansados de tantas tareas pastorales como se acumulan. Sienten el agobio de tener que atender tantos frentes pastorales acumulados por la escasez de sacerdotes. Cuantos menos sacerdotes más tareas pastorales para repartir y menos tiempo de descanso. Llegan momentos de tensión, de depresión y crisis, como les pasa a todas las personas y parece que el sacerdote no tiene derecho porque debe ofrecer siempre una sonrisa, una palabra amable y una capacidad de acogida exquisita.

Que la mitra, lejos de curar es, muchas veces, origen de nuevas infecciones humanas como el arribismo, el poder y el lujo. Y no hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta de que es así. Hay algunos obispos a los que yo no acudiría, en caso de necesidad, ni aunque estuviera en llamas

En las redes sociales se critica a la Iglesia por el escándalo de la pederastia y muchos anticlericales aprovechan la ocasión para meter en ese mismo saco a todos los sacerdotes. Generalizan sin rubor e hieren a muchos que no tienen nada que ver con esas historias tan dramáticas. Es, en el fondo, una actitud de odio y, desde luego, muy poco democrática. Sin duda, cada obispo debe prever cómo afrontar los momentos de soledad de sus sacerdotes y no sé si hay mecanismos apropiados parta ello. Sucede igual entre los religiosos que, aunque estén viviendo en comunidad, no siempre el acompañamiento está asegurado porque, a veces, la comunidad es un conjunto de personas individualistas donde cada una va a su bola y no hay una confianza suficiente para compartir los conflictos personales que van surgiendo. Vivir juntos no quiere decir vivir unidos en afecto y preocupación por los otros.

El ministerio sacerdotal, que es muy noble y muy hermoso, no es un oasis de perfección sino una realidad de lucha y perfeccionamiento constante, con la ayuda de Dios, donde no siempre conseguimos los objetivos propuestos, por eso no pueden faltar instancias a donde acudir cuando nos sentimos heridos por el fracaso, por la soledad afectiva o por el cansancio de tantos pasos realizados en solitario. Y los obispos no son, en ocasiones, las mejores instancias de acogida y comprensión porque ellos mismos pueden estar pasando por momentos semejantes. Que la mitra, lejos de curar es, muchas veces, origen de nuevas infecciones humanas como el arribismo, el poder y el lujo. Y no hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta de que es así. Hay algunos obispos a los que yo no acudiría, en caso de necesidad, ni aunque estuviera en llamas.

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