"Es tiempo que como iglesia hablemos con más naturalidad de la salud mental" El sufrimiento silencioso del clero

Matteo Balzano
Matteo Balzano

"Como psicóloga dedicada al acompañamiento de personas consagradas, lo veo como un síntoma de algo estructural más profundo: el sufrimiento psíquico silenciado dentro del clero"

"Cuando algunos sí dan el paso y se les permite venir a consulta,  con lo que me encuentro es una mezcla de cansancio, desbordamiento emocional, pero fundamentalmente,  una gran dificultad para poderse expresar “ad intra” de la institución, para  hablar de lo que verdaderamente siente, con libertad y sin consecuencias negativas para el propio afectado"

"El dolor por la muerte de Matteo nos muestra un rostro de la iglesia que no queremos ver: el del pastor que llora solo, que se siente perdido, que no encuentra sostén, que desespera. Nos interpela a todos, como en todo suicidio, porque  nos hace caer en la cuenta de la vulnerabilidad y el sufrimiento, cuando ya es tarde"

La muerte del padre Matteo Balzano nos confronta con un hecho muy doloroso como es el suicidio. En cualquier ámbito, no es solo una tragedia personal, sino una interpelación comunitaria. En este caso, a la iglesia. Como psicóloga dedicada al acompañamiento de personas consagradas, lo veo como un síntoma de algo estructural más profundo: el sufrimiento psíquico silenciado dentro del clero. 

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Muchos problemas personales y relacionales de la vida religiosa, se tienden a invisibilizar.  A veces están marcados  por falta de vínculos de confianza que sostengan, por una necesidad de mantener un ideal de invulnerabilidad, por una falta de formación en muchos sentidos, pensando que una vez que la persona define su vocación, se consagra, ya tiene un carné de salud mental y espiritual para siempre.

Problemas tenemos todos, pero si en este ámbito se plantea algún tema vincular entre los propios sacerdotes, algún tema relacional de desencuentro, o incluso algún sufrimiento personal, quizás lo que se recomienda es  rezar y confiar. 

Cuando algunos sí dan el paso y se les permite venir a consulta,  con lo que me encuentro es una mezcla de cansancio, desbordamiento emocional, pero fundamentalmente,  una gran dificultad para poderse expresar “ad intra” de la institución, para  hablar de lo que verdaderamente siente, con libertad y sin consecuencias negativas para el propio afectado. Esto va ligado  a un miedo a un juicio de parte de sus propios hermanos o superiores, o a saber que aunque pidan ayuda, muchas veces para lo único que sirve es para exponerse.

Por supuesto no en todos los casos, creo que hay una mayor conciencia de esto, pero sí me parece que algunas estructuras lo siguen facilitando. Muchas veces, la figura del psicólogo  si entiende de vida consagrada ayuda porque habilita un espacio de escucha  terapéutica,   es  un profesional de la salud mental, y no es de dentro de la institución, por lo cual se puede hablar con más libertad y mantiene un secreto profesional. Eso hace como de bisagra entre la persona y la institución, y me consta de muchos que facilitan la presencia de esta figura.

Aquí es precisamente donde se entrelaza la psicología con la espiritualidad, una espiritualidad encarnada que reconoce que la experiencia de Dios se da a través de seres humanos frágiles, a través de vínculos concretos, donde todos tenemos necesidad de sentirnos acogidos, escuchados, sostenidos, entendidos y todo esto, amorosamente, humanamente

Desde la psicología sabemos que el ser humano se constituye en relación, que todos somos vulnerables y que nos necesitamos unos a otros. Aquí es precisamente donde se entrelaza la psicología con la espiritualidad, una espiritualidad encarnada que reconoce que la experiencia de Dios se da a través de seres humanos frágiles, a través de vínculos concretos, donde todos tenemos necesidad de sentirnos acogidos, escuchados, sostenidos, entendidos y todo esto, amorosamente, humanamente.

Soledad de los sacerdotes
Soledad de los sacerdotes Padre Sergio (FB)

Muchas veces el sacerdote siente que tiene que sostener, pero no tiene quien lo sostenga, queda expuesto a su propio “aguante”, y a su propia psicología. Muchos viven solos, incluso en medio de comunidades activas.  Otros en parroquias rurales, en comunidades envejecidas o sin otros pares cercanos, provocando una soledad no elegida, y por supuesto, una espiritualidad que no es fecunda.  Cuando esa red falta, el aislamiento se convierte en un terreno fértil para el sufrimiento psíquico, y en casos extremos, para la desesperanza.  

Cuando no se nombra lo que duele, porque no hay cabida,  cuando no hay comunidad que permita hablar del malestar psíquico sin estigma, el dolor se vuelve mudo, y puede derivar en síntomas graves, que llevan a actos desesperados, con desenlaces muy dolorosos como el de Matteo,   sin que aparentemente nadie se dé cuenta del proceso hasta el final.  Es tiempo que como iglesia hablemos con más naturalidad de la salud mental. No es una amenaza a la vocación, es una condición necesaria para sostenerla en el tiempo.  Ignorar los problemas que puede haber, no los hace desaparecer, por el contrario, los vuelve más peligrosos. Y ocultarlos, puede llevar a la persona  a un punto de no retorno.  

Cristo y el Cireneo, en un lienzo de Tiziano
Cristo y el Cireneo, en un lienzo de Tiziano

El camino espiritual no está exento de sequedades y “noches oscuras”, pero no siempre es espiritual lo que pasa, muchas veces tiene un origen psicológico, y hay que saber discernir.  Padecer esa aridez en soledad, sin acompañamiento, puede volverse una experiencia de abandono absoluto. Algunas dinámicas institucionales, pueden favorecer condiciones en las que ciertos malestares psíquicos se intensifican, no por fragilidad individual, sino por falta de espacios seguros y preventivos. Cuando todo se convierte en rendimiento, cuando no hay espacio para el cuidado personal ni comunitario, el ministerio deja de ser fuente de vida y se vuelve una carga solitaria, una cruz sin un Cireneo.

El dolor por la muerte de Matteo nos muestra un rostro de la iglesia que no queremos ver: el del pastor que llora solo, que se siente perdido, que no encuentra sostén, que desespera. Nos interpela a todos, como en todo suicidio, porque  nos hace caer en la cuenta de la vulnerabilidad y el sufrimiento, cuando ya es tarde.  Que su muerte  nos convoque a revisar nuestras estructuras, nuestros silencios, y fundamentalmente, nuestras formas de cuidar y  cuidarnos. Porque quien consagra su vida a Dios, no deja de necesitar, profundamente, ser amado, escuchado y sostenido por sus hermanos, siendo esos gestos el rostro visible de Dios. 

Descansa en Paz, Matteo.

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