En recuerdo de Teilhard de Chardin

Gracias a la publicación de un libro me ha venido a la memoria la persona y teología del jesuita Teilhard de Chardin. Fue un francés paleontólogo y filósofo que tuvo una visión interdisciplinar de la evolución del mundo. Su vida transcurrió entre 1881 y 1955. Fue un pensador importante y reconocido, miembro de las Academias de Ciencias de Francia y de New York, caballero de la Legión de honor y Cruz de Guerra, por su participación en la Primera Guerra Mundial

Su pensamiento estuvo a medio camino entre la pugna por la evolución que se organizó entre la ortodoxia religiosa y la ciencia, por lo que fue atacado por ambas. Tan es así, que el Vaticano le condenó al silencio y a los que estudiábamos teología nos fue complicado encontrar sus escritos. Jesucristo para el francés era el punto Alfa, el inicio de la creación, y el Omega, su fin

A pesar de que su obra tiene más de 100 años y está en algunos aspectos sobrepasada por los descubrimientos científicos tengo que reconocer la fascinación que produjo en mi persona su pensamiento. Teilhard nos descubre un mundo lleno de Absoluto, es el Dios inmanente, palpable e inmediato que se nos muestra a través de Cristo. Esta manera de pensar nos aleja de un Dios trascendente y alejado de su creación que era en el que yo me había criado. En mis tiempos había que renunciar al mundo que era lo opuesto al Espíritu

Para Teilhard, Dios es el fuego que quema y el agua que derriba; el amor que inicia y la verdad que pasa. Todo lo que se impone y lo que se renueva, todo lo que se desencadena y lo que une. La materia está infundida por Dios y los que la desprecian mueren de inanición porque los hombres tenemos que empaparnos de materia que es la fuente y la juventud de la vida. La pureza del espíritu no consiste en la separación del universo sino en una penetración más profunda en él. Nos aconseja Teilhard que nos bañemos en la materia, no sumerjamos en ella, luchemos en su corriente y utilicemos sus olas. Un pensamiento que yo encontraba muy novedoso y atractivo

También nos presenta un final maravilloso porque Jesús está oculto entre las fuerzas que hacen madurar la tierra. A quien le haya amado y seguido apasionadamente por los caminos de esa tierra, ésta les techará, se encontrará cuando muera entre sus brazos gigantes y se despertará con ella en el seno de Dios. A mí, como madre me resulta muy gratificante, volver al vientre que me dio a luz al término de mi vida, la Gran Madre, a la que han adorado muchos pueblos

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