ante los choques con la religiosidad inmigrante La libertad religiosa como Madre de todas las libertades

La libertad religiosa como Madre de todas las libertades
La libertad religiosa como Madre de todas las libertades

El Vaticano II en Dignitatis Humanae marcó un cambio histórico al explicitar el derecho de toda persona a practicar su fe libremente. La libertad religiosa es “madre de todas las libertades”, un derecho fundamental basado en la dignidad de la persona. La verdad no se impone por la fuerza, sino que se ofrece con amor, como Jesús. 

Lamentablemente subsiste un clericalismo que no predica la libertad religiosa, sino que la oculta para afianzar sus privilegios del pasado como estandartes de falsa identidad nacional. La confusión de muchos ultras, es en gran parte responsabilidad de esta parte retrógrada del clero que se regodea todavía en inquisiciones, reconquistas y expulsiones del pasado y así lo sigue difundiendo pese a que el magisterio oficial de la Iglesia enseñe todo lo contrario desde hace décadas.

En el mundo actual, la libertad religiosa enfrenta amenazas tanto del extremismo religioso como de secularismos excluyentes y populismos que instrumentalizan la fe para fines políticos. El pluralismo exige rechazar tanto el relativismo sin verdad como el fanatismo excluyente. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de encuentros como Asís o el Documento de Abu Dabi, llama a las religiones a ser agentes de paz y fraternidad, no de división ni violencia.

El Papa Francisco propone una “cultura del encuentro” que incluya educación interreligiosa, medios responsables y políticas migratorias que protejan la fe de los inmigrantes. La misión de la Iglesia no es imponer, sino testimoniar la verdad con respeto, defendiendo la libertad religiosa de todos. En tiempos de muros y exclusiones, el Evangelio invita a construir puentes, recordando que toda persona es imagen de Dios y que la verdadera fe es siempre fuente de libertad.

La Libertad Religiosa como Madre de Todas las Libertades: Una Visión desde el Vaticano II en un Mundo de Intolerancia Creciente

Introducción: encuentros y choques con la religiosidad inmigrante

Vivimos en una época de profundas contradicciones. Mientras la globalización prometía un mundo más conectado y tolerante, asistimos a un preocupante resurgimiento de fundamentalismos religiosos, nacionalismos excluyentes y nuevas formas de intolerancia. En este contexto, la declaración Dignitatis Humanae del Concilio Vaticano II (1965) sobre la libertad religiosa es profética: "La libertad religiosa es la madre de todas las libertades".

Este artículo explora los fundamentos teológicos y antropológicos de la libertad religiosa en el Vaticano II, los desafíos que enfrenta en el mundo contemporáneo y las propuestas de la Iglesia actual para construir una cultura del encuentro. Esta libertad no es una mera concesión, sino un derecho inherente a la dignidad humana, base de la convivencia social e inicio del patriotismo samaritano.

La creciente intolerancia, a menudo disfrazada de defensa de supuestas “identidades nacionales o culturales”, amenaza la cohesión social. Al instrumentalizar la religión para fines políticos, genera divisiones y hostilidad. En cambio, la Iglesia, especialmente desde el Concilio, ofrece un camino de apertura y diálogo. La defensa de la libertad religiosa, es un principio teológico esencial que ayuda a acoger, defender, integrar y promover a los inmigrantes. (Francisco).

Libertad Religiosa en el Vaticano II: Un Cambio de Paradigma

El Concilio Vaticano II marcó un giro copernicano al pasar de la "tolerancia religiosa" a la afirmación explícita de que "la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa" (DH 2). Este cambio de paradigma fue una de las decisiones más revolucionarias, al recordar que la fe no puede ser forzada. Fue el principal motivo del cisma conservador encabezado por Marcel Lefebre.

La Iglesia, que durante siglos se había apoyado en la coerción para mantener la unidad, asumió que la dignidad humana requiere un acto de fe libre. La verdad no se impone por la fuerza, sino por la fuerza de la verdad misma, que se revela a las conciencias en un ambiente de libertad.

Mateo Ricci el jesuita que dialogaba con los seguidores de Confusio
Mateo Ricci el jesuita que dialogaba con los seguidores de Confusio P&P

Los fundamentos de este derecho se encuentran en la dignidad intrínseca de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios (Imago Dei, Gn 1:27). Jesús, en su diálogo con la samaritana (Jn 4), nos ofrece el modelo de un encuentro interreligioso respetuoso, donde no impone su verdad, sino que la propone con amor. Este derecho es esencial a la Tradición, abriendo un camino para el diálogo con la modernidad y las otras creencias, en las que encuentra semillas de verdad.

Sin embargo, el Concilio advierte que este derecho no es ilimitado, sino "dentro de los debidos límites" (DH 7). El "justo orden público" actúa como criterio regulador para evitar que la libertad de unos se convierta en la opresión de otros. Esta visión equilibrada protege la cohesión social sin anular el derecho de las personas a vivir su fe plenamente. Filósofos como John Rawls, con su concepto de "equilibrio reflexivo", nos explican cómo las sociedades democráticas deben conciliar las libertades individuales con el bien común. La libertad religiosa, ejercida responsablemente, contribuye con la paz social.

El diálogo interreligioso en sociedades plurales, camina entre dos extremos. Por un lado, se opone al relativismo posmoderno, que disuelve el concepto de verdad. Por otro lado, rechaza el fundamentalismo, que proclama su propia religión excluyente y persigue a las demás. Benedicto XVI, en Caritas in Veritate, lo expresó claramente: "La verdad no se impone con la fuerza, sino con la fuerza de la verdad misma" (n. 3). La Iglesia propone la verdad no como una posesión que se impone, sino como un don que se comparte en el diálogo respetuoso.

El Pluralismo Religioso: la Tensión de la Verdad y los Desafíos Contemporáneos

La Iglesia, desde el Vaticano II, reemplaza las murallas antimodernas y anti protestantes por los puentes del diálogo. Los encuentros interreligiosos por la paz en Asís (1986 y 2011), de Juan Pablo II, demostraron que las religiones pueden unirse para ser agentes de paz y reconciliación. Más recientemente, el Documento de Abu Dabi (2019), firmado por el Papa Francisco y el Gran Imán al-Azhar, es un hito profético al proclamar la fraternidad humana como un valor universal. Diferentes tradiciones pueden converger hacia una misma Luz, aún con distintas trayectorias.

El camino hacia una sociedad plural es arduo. La intolerancia de los extremismos religiosos, desde el yihadismo hasta el terrorismo cristiano, utilizan la fe para justificar la violencia y el odio, desvirtuando su esencia religiosa. Al mismo tiempo, los secularismos excluyentes relegan la religión a la esfera privada, prohibiendo la manifestación pública de la fe. Los populismos instrumentalizan la religión para fomentar nacionalismos excluyentes, creando macabras alianzas entre fe y política.

San Carlos de Foucauld_el cristiano que amaba a los arabes
San Carlos de Foucauld_el cristiano que amaba a los arabes P&P

Conceptos cuestionables y anacrónicos como reconquista, cruzada o apóstoles "matamoros", son invocados falazmente por estos populismos retrógrados. No es memoria histórica, sino ideología para legitimar nacionalismos xenófobos e islamófobos, incompatibles con la doctrina católica y la democracia pluralista. Su “nueva cruzada” nazionalcatólica mezcla sectarismo, violencia y nostalgia ficticia, traicionando el Evangelio y el magisterio actual, que han rechazado toda imposición coercitiva de la fe y llamado a la libertad religiosa como fundamento de la convivencia.

También existe un clericalismo que no predica la libertad religiosa de la Iglesia, sino que la oculta para afianzar sus privilegios del pasado como estandartes de identidad nacional. La confusión de muchos laicos ultras, en una Iglesia tan piramidal y poco sinodal, es en gran parte responsabilidad de una parte retrógrada del clero que se regodea todavía en inquisiciones y expulsiones de moros y judíos del pasado y así lo sigue enseñando pese a que la doctrina oficial de la Iglesia actual diga todo lo contrario desde hace décadas.

Se quiere volver a instalar una intolerancia religiosa ya superada en Europa con muchas guerras religiosas, que tanto se critica en otras partes del mundo. Datos sociológicos confirman esta realidad. El Pew Research Center (2021) reportó que el 52% de los países del mundo tienen altas restricciones religiosas, y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha señalado que la persecución religiosa es una de las principales causas de inmigración forzada.

Casos como el control estatal sobre las religiones en China, la laicidad conflictiva en Francia, los linchamientos en el sur de España, Boko Haram en Nigeria, o el nacionalismo hindú en la India contra minorías religiosas ilustran cómo la libertad religiosa está siendo amenazada globalmente. Open Doors estima que también más de 340 millones de cristianos sufren persecución o discriminación en el mundo. Pero el camino cristiano no es responder del mismo modo, porque "ojo por ojo nos dejará a todos ciegos"(Ghandi, mártir del diálogo religioso). 

Hacia una Cultura del Encuentro: Propuestas desde Francisco

Francisco, continuando el Vaticano II, propuso enfrentar estos desafíos, con una "cultura del encuentro". Su visión exige la inclusión radical de "todos", con la advertencia de que "la unidad no es uniformidad" (Fratelli Tutti 100). Francisco nos invita a un diálogo no como un acto diplomático, sino como un "arte del encuentro" que reconoce al otro como hermano. Este diálogo empático es el único camino para derribar los muros de la intolerancia y construir puentes de fraternidad.

Las estrategias para esta cultura del encuentro son urgentes. Requiere promover y reformular la educación interreligiosa desde la infancia, no un laicismo a ultranza que anule lo religioso “para evitar conflictos y malas experiencias”. Sino que, reconociendo el hecho religioso vivido por el 80% de la Humanidad, enseñe a valorar la diversidad y a reconocer lo sagrado en las distintas tradiciones.

san Francisco abraza al sultán
san Francisco abraza al sultán P&P

Los medios de comunicación, por su parte, tienen la responsabilidad de construir puentes, en lugar de amplificar los discursos de odio. Finalmente, las políticas migratorias deben proteger la libertad religiosa de los desplazados, garantizando su derecho a practicar su fe sin miedo a persecuciones.

El Vaticano II tuvo una visión audaz: la fe no necesita privilegios, solo libertad. En un mundo fracturado, la Iglesia debe ser una "voz profética" que denuncia toda opresión, un "puente" entre culturas y un "testigo" del camino hacia el Reino de Dios. La libertad religiosa, como la madre de todas las libertades, es pilar de la actual eclesiología.

La Iglesia, al vivir esta libertad, no solo se protege a sí misma, sino que defiende la dignidad de cada persona, creyente o no. Es el camino de la verdadera evangelización, que se da en la propuesta y contagio de la fe y no en su imposición y proselitismo intolerante.

Conclusión: Un Camino de Esperanza

Cerrarse y amurallarse no es la solución. La Iglesia debe continuar reconociendo humildemente sus errores históricos como ha comenzado a hacerlo recién con Juan Pablo II... y muy tímidamente. Debe pedir perdón, reparar heridas y servir al mundo, sin buscar poder ni privilegios de “brazos seculares” de nuevas inquisiciones, persecuciones y hogueras.

Este viaje histórico de escucha al Espíritu Santo, conduce a conversiones profundas que redimen estructuras de pecado. El desafío actual es vivir la libertad religiosa no como una mera concesión, sino como la esencia misma del Evangelio: "La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad" (DH 1).  

Luchar por la libertad religiosa de otros es luchar por la misma libertad para el “Bien Común”. En tiempos violentos, el Evangelio sigue llamándonos a construir puentes. Porque, como decía Juan XXIII, "la verdadera religión es siempre fuente de libertad". El futuro de la Iglesia y del mundo depende de si somos capaces de asumir esta vocación profética y caminar humildemente, reconociendo en cada persona la imagen y semejanza de Dios.

poliedroyperiferia@gmail.com

Volver arriba