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La teología católica toca fondo mientras la Iglesia mantiene la inferioridad de las mujeres

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Roma queda sola en una demostración ridícula, vergonzosa, inconcebible y cobarde de soberbia patriarcal frente a un creciente consenso ecuménico sobre la igualdad humana, también en el ministerio.

Diaconado Femenino

El papa León XIV ordenó la publicación del Resumen de la Comisión de Estudio sobre el Diaconado Femenino la semana pasada, marcando un nuevo punto negativo en la teología católica. La segunda comisión que se reunió para tratar la cuestión de la ordenación, cuyo trabajo ha sido opaco, decidió que las mujeres no pueden ser diáconas, ni como el primero de los tres órdenes (diácono, presbítero y obispo), ni siquiera al margen de ese modelo. Y, para rematar, la comisión volvió a sacar a relucir la prohibición previa de la ordenación sacerdotal de las mujeres, como si alguien la hubiera olvidado.

El informe es un trabajo esquemático que deja muchas preguntas sin responder. ¿Quién votó qué cosa? ¿Por qué un empate en la votación sobre un tema significativo mantiene las reglas del statu quo? ¿Y quién, si es que alguien, tiene la tarea de hacer avanzar el proceso? El método del estudio, tal como se expone, no inspira confianza en que este grupo haya tenido alguna perspectiva particular sobre los problemas en cuestión.

Aunque la sugerencia de la comisión de que lo que realmente necesita mayor estudio es la propia naturaleza del diaconado —y no solo el papel de las mujeres— podría parecer prometedora, dada la profunda misoginia y el miedo generalizado al cambio que aquí se evidencian, cualquier proyecto de este tipo parece condenado desde el inicio.

Según el informe:

«El status quaestionis de la investigación histórica y de la indagación teológica, así como sus implicaciones mutuas, excluye la posibilidad de avanzar en la dirección de admitir a las mujeres al diaconado entendido como un grado del sacramento del Orden sagrado. A la luz de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, esta evaluación se mantiene firmemente, aunque por el momento no permite formular un juicio definitivo, como sí ocurre en el caso de la ordenación sacerdotal»

Como escribió la defensora del diaconado Phyllis Zagano: «El extenso informe no presenta pruebas ni un argumento teológico, solo la opinión de que se necesita más estudio. En resumen, no pueden decir “no”; cuando simplemente no quieren decir “sí.»

Mujeres al diaconado

La comisión plantea su decisión como un dilema entre la ordenación diaconal como el primero de los tres órdenes —diácono, presbítero, obispo— o la ordenación diaconal como una línea separada de servicio, rehabilitando lo que algunos historiadores e historiadoras han encontrado: que las mujeres servían en la Iglesia primitiva. Pero, según la votación de esta comisión, ninguna de las dos vías ofrece un camino para la admisión de mujeres diáconas.

Me escandaliza tanto lo que dijeron, como su incapacidad para afirmar que la razón por la que las mujeres no pueden ser ordenadas diáconas es que no son hombres. Las mujeres no son biológicamente varones. En 2025, la teología católica sigue exigiendo un pene para el pleno reconocimiento de la condición humana. Piénsese bien en eso.

Conserven sus nuevos ministerios laicales

Antes de ser León XIV, Robert Prevost estudió en la Chicago Theological Union. Tras su elección, el New York Times preguntó a algunos de sus compañeros de la CTU sobre la participación de Robert en los esfuerzos por visibilizar la ordenación de mujeres. «Había hombres dispuestos a participar y otros que eran muy callados», recordó el reverendo Fred Licciardi, quien fue ordenado diácono en la ceremonia de 1981. «Él era uno de los más callados».

Temo que siga siendo uno de los callados. Y la decisión de la comisión nos dice que la Iglesia sigue considerando a las mujeres teológica y prácticamente inferiores a los hombres.

Desde hace tiempo he defendido no ordenar a nadie, porque la ordenación (tal como se entiende actualmente) crea una jerarquía de poder y autoridad, en lugar de una red de ministros. Pero si la Iglesia insiste en mantener la ordenación en esos términos, ordenar mujeres al diaconado podría ser un pequeño paso para reconocer el enorme papel que las mujeres desempeñan en el ministerio católico.

Más aún, sería una declaración global sobre la igualdad humana. La ordenación al diaconado, aunque no sea un paso hacia el sacerdocio, podría ser un paso hacia que las mujeres sean empleadas como ministras (aunque muchos diáconos varones tampoco reciben salario), tengan acceso a educación teológica financiada por la Iglesia como lo tienen los hombres, sean elegibles para pensiones y sean vistas como plenamente humanas.

Incluso esta posibilidad seguiría privilegiando a los hombres en todo momento, ya que los hombres pueden elegir sus formas de ministerio de un amplio abanico, mientras que las mujeres quedarían relegadas a una única opción. Se esperaría que las mujeres se mostraran agradecidas por estas migajas que caen de mesas en las que deberían presidir, porque, en el fondo, no son iguales a los hombres. Pero esta Comisión ni siquiera pudo permitir esta opción, una señal inequívoca de que la subordinación de las mujeres a los hombres es una creencia patriarcal profundamente arraigada en el catolicismo.

A pesar de la retórica sobre la sinodalidad y de los múltiples y variados debates sobre el ministerio de las mujeres surgidos en las sesiones del Sínodo, el Magisterio de la Iglesia —el Papa y los obispos— sigue siendo los únicos responsables de decisiones de este tipo. Todo lo demás, como vuelve a demostrar el reciente Sínodo, es simple decoración. La institución teme que la entrada de las mujeres en los espacios de decisión haga caer el castillo de naipes patriarcal de la Iglesia católica romana actual. Y no le falta razón.

Una lectura atenta de la letra pequeña y de las insinuaciones de lo que no se dijo en la decisión del estudio podría ser incluso peor que lo que se dijo. El presidente de la comisión, el cardenal Giuseppe Petrocchi de L’Aquila, Italia, ofreció comentarios inquietantemente vagos al papa León.

«También debe subrayarse que las diversas comisiones fueron unánimes en señalar la necesidad de ampliar los “espacios comunitarios” para que las mujeres puedan participar adecuadamente y compartir responsabilidades en los órganos de toma de decisiones de la Iglesia, incluso mediante la creación de nuevos ministerios laicales»

La expresión “nuevos ministerios laicales” es jerga eclesial para designar otras formas de seguir aprovechando el trabajo mayoritariamente no remunerado de las mujeres en la Iglesia. Este truco teológico podría crear una especie de auxiliar femenino. Podrían llamarlas diaconisas, pero serían mujeres no ordenadas que realizarían el trabajo cotidiano del ministerio pastoral —visitar a los enfermos, alimentar a los hambrientos— mientras los sacerdotes presidirían la Eucaristía, predicarían, perdonarían los pecados y tomarían la mayoría de las decisiones significativas.

La realidad es que las mujeres en Estados Unidos y en muchos otros países ya hacen esto sin ordenación. Precisamente ese es el problema, no la solución. Gracias, no, señores.

Este tipo de premio de consolación para las mujeres es una extensión totalmente inaceptable del statu quo. Sería una forma barata de intentar apaciguar a las mujeres y a los hombres solidarios inventando algún papel seudoclerical para ellas, sin cambiar absolutamente nada de quien toma realmente las decisiones en y para la Iglesia.

Una persona razonable podría preguntarse por qué alguien sigue interesándose, por qué las mujeres querrían ejercer un ministerio en una Iglesia que claramente no las quiere. Las respuestas varían, desde el hecho evidente de que muchas mujeres se sienten impulsadas al ministerio por las necesidades urgentes de un mundo injusto y a menudo indiferente, hasta el deseo de cumplir lo que ellas llaman una “vocación” al ministerio, ya sea sacramental, de cuidado pastoral y/o de justicia social. Otras quieren seguir los pasos de sus antepasadas al nombrar lo que hacen como católico y utilizar los recursos de esa tradición para servir a otros. El ministerio no es un plan para hacerse rico rápidamente.

Independientemente de la motivación, hay algo profundamente erróneo en el razonamiento que consolida el estatus secundario de las mujeres en la Iglesia católica. Estos son asuntos que los teólogos debatían hace 50 años. Hoy, los prejuicios han sido tan completamente refutados que no queda nada que discutir. Imagínese a alguien en Derecho o Medicina intentando argumentar en 2025 que mujeres plenamente cualificadas, a menudo las mejores y más brillantes estudiantes, no pueden ejercer sus profesiones elegidas por razón de su género.

El sexismo soterrado sigue siendo rampante en todas las profesiones. Pero crear comisiones y proclamar ante el mundo que las mujeres son subordinadas y, por lo tanto, no pueden servir es sencillamente ridículo. ¿No tienen vergüenza?

El reconocimiento de que las mujeres son iguales a los hombres (y que las personas no binarias son iguales a ambos) resulta ser un paso inaceptable y lejano para el Vaticano y para el Papa León XIV. Es cierto que la Comisión para el estudio del diaconado femenino funcionó bajo el papa Francisco, quien dejó claro que no iba a ceder en la cuestión de las mujeres ordenadas. Pero al publicar este informe, León asume la responsabilidad de este despropósito. Tengo plena confianza en que las mujeres de todo el mundo se lo recordarán a él y a sus colegas este hecho, puntualmente y con frecuencia.

Más "cerezas en el pastel"

Me he abstenido deliberadamente de comentar durante los primeros seis meses del pontificado de León XIV porque consideré que merecía tiempo y espacio para aclimatarse. Después de todo, el paso de ser un obispo misionero expatriado en un país en desarrollo a convertirse en el director ejecutivo de una corporación religiosa global requiere algo más que una nueva licencia de conducir y algunos trajes y zapatos nuevos.

Pero León mostró sus sentir el 25 de octubre de 2025 en un discurso en el “JUBILEO DE LOS EQUIPOS SINODALES Y DE LOS ÓRGANOS DE PARTICIPACIÓN” cuando se le preguntó sobre la ordenación de mujeres. Dejó muy claro que no iba a agitar las aguas. Se refirió a la década de 1970, cuando dijo que había “muchas conversaciones en Estados Unidos… sobre la igualdad entre hombres y mujeres…”.

Comenzó con un chiste sobre su madre, diciendo que ella no quería igualdad porque sentía que las mujeres “ya eran mejores”. Me recordó al papa Francisco, que a menudo iniciaba sus comentarios sobre las mujeres con chistes malos y/o referencias a su abuelita Rosita. Consideraba a las mujeres teólogas como “las cerezas del pastel”. Banalizar asuntos de fondo con este tipo de anécdotas es una mala señal desde el inicio.

El papa León continuó diciendo que “no podemos simplemente asumir que nombrando a una mujer aquí o allá en tal o cual cargo será respetada, porque existen fuertes diferencias culturales que crean problemas”. En efecto, pero es el Vaticano, y no algún país lejano en vías de desarrollo, el que carga con la mayor parte de la responsabilidad de modelar una cultura misógina. Como deja claro la nueva declaración contra las mujeres diáconas, la igualdad humana no es un valor católico en ninguna cultura.

Puedo confirmar que efectivamente hubo muchas conversaciones sobre la igualdad de las mujeres en la década de 1970, y continúan hasta hoy. El histórico encuentro de 1975 que dio origen a la Women’s Ordination Conference (Conferencia de la Ordenación de Mujeres, WOC) atrajo la atención mundial, aunque el entonces Robert aparentemente se lo perdió. Pero el ahora León parece pensar que la discusión fue un hecho aislado, una moda teológica pasajera. Estudió teología al mismo tiempo que yo. La conversación no ha desaparecido. Se ha intensificado y diversificado hasta convertirse en un diálogo global en la mayoría de las tradiciones religiosas, muchas de las cuales ahora incluyen a mujeres (y cada vez más también a personas no binarias) en su liderazgo. Aunque mujeres como yo —blancas, cisgénero, norteamericanas— puedan haber iniciado el movimiento, hoy las mujeres en liderazgo religioso, ordenadas y no ordenadas, provienen de prácticamente todos los grupos raciales, étnicos y geográficos.

Con informes como el reciente, los líderes romanos continúan titubeando. Van dejando migas de pan para hacer creer a los miembros de la comunidad que algún día lejano las cosas podrían cambiar si tan solo se concede más tiempo para estudiar el asunto. Informo respetuosamente al papa León y a sus colegas que ese barco ya zarpó.

En 2025, las mujeres diáconas no son nada nuevo bajo el sol. A pesar de los recientes esfuerzos del Vaticano por acercarse a líderes ortodoxos en Turquía, el Patriarcado Ortodoxo Griego de Alejandría ordenó a la diaconisa Angélica Molen, en Harare, Zimbabue (Diaconisa Angélica) el 2 de mayo de 2024. La Iglesia Anglicana acaba de nombrar a la primera mujer Arzobispa de Canterbury, la obispa Sarah Mullally. Así que ahora Roma queda sola en una demostración ridícula, vergonzosa, inconcebible y cobarde de soberbia patriarcal frente a un creciente consenso ecuménico sobre la igualdad humana, también en el ministerio.

Hace cincuenta años, durante el fin de semana de Acción de Gracias de noviembre de 1975, más de 1.200 personas —en su abrumadora mayoría mujeres— se reunieron en Detroit para una conferencia sobre la ordenación de mujeres. Hubo que habilitar espacios adicionales en el hotel para acoger a la multitud desbordada en una sala superior, evocando relatos bíblicos sobre los seguidores de Jesús.

Las mujeres episcopalianas acababan de ser ordenadas, aunque de forma irregular, en julio de 1974, lo que llevó a las mujeres católicas romanas a imaginar, si no a dar por hecho, que las nuestras serían las siguientes, y pronto. Aquella conferencia dio origen a una organización homónima que ha trabajado creativamente mediante el estudio, la práctica, la parodia y la protesta para hacer realidad la ordenación de mujeres.

La Women’s Ordination Conference (WOC) colabora con numerosos grupos, entre ellos Roman Catholic Womenpriests (RCWP) y la Association of Roman Catholic Women Priests (ARCWP) , cuyos miembros están válidamente (aunque ilícitamente) ordenados. Las mujeres candidatas a la ordenación católica incurren en la pena de excomunión por parte del sector romano, aunque nadie parece notarlo cuando se trata de beneficiarse de sus muchos y fecundos ministerios. Women’s Ordination Worldwide (WOW), Discerning Deacons y muchos grupos nacionales mantienen esta misma agenda.

Cincuenta años después, la WOC en mayo de 2026 en Detroit se reunirá para evaluar el significado de su lucha de medio siglo y trazar estrategias para los próximos pasos. Una cosa es segura: el fracaso en incluir a las mujeres en cualquier forma de ministerio ordenado —diaconado, presbiterado, episcopado o una forma propia— es una de las principales razones por las que la participación en la Iglesia católica romana en Estados Unidos se ha desplomado.

Hoy, apenas una cuarta parte de los católicos estadounidenses asiste a misa con regularidad. Muchos se han marchado desde hace tiempo en busca de pastos espirituales más verdes. A la luz de la última decisión de la Comisión de Estudio (y de los datos ya conocidos que vinculan decisiones como esta con la desafección), pronostico que muchos más católicos buscarán sabiduría y cuidado espiritual más allá de los límites del Magisterio, hasta que el Papa y los obispos se queden hablando entre ellos mientras el trabajo del ministerio continúa sin ellos.

Artículo original en inglés: Marking a New Low in Catholic Theology, Church Still Considers Women Inferior to Men

Traducción: Tras las huellas de Sophía con ayuda de Chat GPT.

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