Último ángelus del Papa en la plaza de San Pedro antes de iniciar su descanso en Castel Gandolfo León XIV sacude a "los cristianos de ocasión" y les pide un paso más: "Trabajar cada día en el campo de Dios"

"La Iglesia y el mundo no necesitan personas que cumplen con sus deberes religiosos mostrando su fe como una etiqueta exterior; necesitan, en cambio, obreros deseosos de trabajar en el campo de la misión, discípulos enamorados que den testimonio del Reino de Dios dondequiera que se encuentren"
A la hora de los saludos, el Papa comenzó agradeciendo la presencia de los muchos peregrinos que se encontraban en la plaza de san Pedro, teniendo en cuenta "el intenso calor de este período", señaló y, hablando en inglés, mostró sus condolencias por las víctimas de las graves inundaciones registradas en su país, en el estado de Texas
"La Iglesia y el mundo no necesitan personas que cumplen con sus deberes religiosos mostrando su fe como una etiqueta exterior; necesitan, en cambio, obreros deseosos de trabajar en el campo de la misión, discípulos enamorados que den testimonio del Reino de Dios dondequiera que se encuentren".
En su último ángelus antes de dar inicio a sus vacaciones en Castel Gandolfo, hasta el próximo 20 de julio, León XIV ha apelado a la necesidad de comprometerse en la evangelización de una manera más decidida, par lo cual, señaló, "no se necesitan demasiadas ideas teóricas sobre conceptos pastorales; se necesita, sobre todo, rezar al dueño de la mies"
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"Quizás no falten los 'cristianos de ocasión', que de vez en cuando dan cabida a algún buen sentimiento religioso o participan en algún evento; pero son pocos los que están dispuestos a trabajar cada día en el campo de Dios, cultivando en su corazón la semilla del Evangelio para luego llevarla a la vida cotidiana, a la familia, a los lugares de trabajo y de estudio, a los diversos entornos sociales y a quienes se encuentran en necesidad", lamentó el Papa, quien pidió que, por intercesión de la Virgen, "también nosotros podamos convertirnos en alegres trabajadores del Reino de Dios".
A la hora de los saludos, el Papa comenzó agradeciendo la presencia de los muchos peregrinos que se encontraban en la plaza de san Pedro, teniendo en cuenta "el intenso calor de este período", señaló y, hablando en inglés, mostró sus condolencias por las víctimas de las graves inundaciones registradas en su país, en el estado de Texas.

Finalmente, reiteró que "la paz es el deseo de todos los pueblos y pidió que los gobernantes puedan sustituir la violencia por la búsqueda de diálogo", antes de despedirse y anunciar su traslado esta tarde a Castel Gandolfo para dos semanas de descanso.
Las palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El Evangelio de hoy (Lc 10,1-12.17-20) nos recuerda la importancia de la misión, a la que todos estamos llamados, cada uno según su vocación y en las situaciones concretas en las que el Señor lo ha puesto.
Jesús envía a setenta y dos discípulos (v. 1). Este número simbólico indica que la esperanza del Evangelio está destinada a todos los pueblos. Tal es la amplitud del corazón de Dios: su abundante cosecha, es decir, la obra que Él realiza en el mundo para que todos sus hijos sean alcanzados por su amor y sean salvados.

Al mismo tiempo, Jesús dice: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha» (v. 2). Por un lado, Dios, como un sembrador, ha salido generosamente al mundo a sembrar y ha puesto en el corazón del hombre y de la historia el deseo de infinito, de una vida plena, de una salvación que lo libere.
Por eso la mies es mucha, el Reino de Dios germina como una semilla en la tierra y los hombres y mujeres de hoy, incluso cuando parecen abrumados por tantas otras cosas, esperan una verdad más grande, buscan un sentido más pleno para su vida, desean justicia y llevan en su interior un anhelo de vida eterna.
Por otra parte, son pocos los obreros que van a trabajar al campo sembrado por el Señor y que, antes aún, son capaces de reconocer, con los ojos de Jesús, el buen grano listo para la cosecha (cf. Jn 4,35-38). Hay algo grande que el Señor quiere hacer en nuestra vida y en la historia de la humanidad, pero son pocos los que se dan cuenta, los que se detienen para acoger el don, los que lo anuncian y lo llevan a los demás.
Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia y el mundo no necesitan personas que cumplen con sus deberes religiosos mostrando su fe como una etiqueta exterior; necesitan, en cambio, obreros deseosos de trabajar en el campo de la misión, discípulos enamorados que den testimonio del Reino de Dios dondequiera que se encuentren.
Quizás no falten los “cristianos de ocasión”, que de vez en cuando dan cabida a algún buen sentimiento religioso o participan en algún evento; pero son pocos los que están dispuestos a trabajar cada día en el campo de Dios, cultivando en su corazón la semilla del Evangelio para luego llevarla a la vida cotidiana, a la familia, a los lugares de trabajo y de estudio, a los diversos entornos sociales y a quienes se encuentran en necesidad.

Para hacer esto no se necesitan demasiadas ideas teóricas sobre conceptos pastorales; se necesita, sobre todo, rezar al dueño de la mies. En primer lugar, pues, está la relación con el Señor, cultivar el diálogo con Él. Entonces Él nos convertirá en sus obreros y nos enviará al campo del mundo como testigos de su Reino.
Pidamos a la Virgen María, que se entregó generosamente diciendo «Yo soy la servidora del Señor», y participando de esta forma en la obra de la salvación, que interceda por nosotros y nos acompañe en el camino del seguimiento del Señor, para que también nosotros podamos convertirnos en alegres trabajadores del Reino de Dios.
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