León XIV hace suyo en la audiencia general el mensaje de Francisco en Laudato si' El Papa llama a "promover estilos de vida y políticas" en favor de la creación antes de la clausura de la COP30

El Papa lee la catequesis
El Papa lee la catequesis RD/Captura

"La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia"

Insistió el Papa en que, "como seguidores de Jesús, estamos llamados a promover estilos de vida y políticas que se centren en la protección de la dignidad humana y de toda la creación"

"Son muchas también las personas que desean, a través de una relación más directa con la creación, una nueva armonía que los lleve más allá de tantas laceraciones"

Cuando la celebración de la cumbre sobre el clima, la COP30, se está celebrando en la ciudad brasileña de Belém, zona de entrada al bajo Amazonas, el papa León XIV, recordando a su predecesor, Francisco, en Laudato si', aseguro que la muerte y resurrección de Jesús "son el fundamento de una espiritualidad de la ecología integral, fuera de la cual las palabras de la fe se quedan sin conexión con la realidad y las palabras de la ciencia se quedan fuera del corazón".

"La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia", leyó el Pontífice citando la que es la primera encíclica ecológica. 

Creemos. Crecemos. Contigo

Espiritualidad pascual y ecología integral fue, pues, el tema de la catequesis en la audiencia general de este miércoles, 19 de noviembre, donde, incidió Robert F. Prevost, "hablamos de una conversión ecológica, que los cristianos no pueden separar de ese  cambio de dirección que les requiere seguir a Jesús", y que "que empieza en el corazón y es espiritual, modifica la historia, nos compromete públicamente, activa solidaridad que desde ahora protegen personas y criaturas de las ansias de los lobos, en el nombre y fuerza del Ángel Pastor". 

Así, recordó León XIV que "los hijos y las hijas de la Iglesia pueden hoy encontrar millones de jóvenes y de otros hombres y mujeres de buena voluntad que han escuchado el grito de los pobres y de la tierra dejándose tocar el corazón", añadiendo que "son muchas también las personas que desean, a través de una relación más directa con la creación, una nueva armonía que los lleve más allá de tantas laceraciones".

Fieles en la plaza de San Pedro3
Fieles en la plaza de San Pedro3

Por ello, el Papa pidió que "el Espíritu nos dé la capacidad de escuchar la voz de quien no tiene voz. Veremos, entonces, lo que los ojos aún no ven: ese jardín, o Paraíso, al que solo nos acercamos acogiendo y cumpliendo cada uno su propia tarea".

A la hora de los saludos en las distintas lenguas a los peregrinos, insistió el Papa en que, "como seguidores de Jesús, estamos llamados a promover estilos de vida y políticas que se centren en la protección de la dignidad humana y de toda la creación", afirmando además, ante las 40.000 personas que le escuchaban en la plaza de San Pedro, que "si no cuidamos el jardín de la creación, terminamos convirtiéndonos en sus devastadores".

También recordó Prevost la celebración en Italia, el día 21, del Día "Pro Orantibus", brindado el "apoyo efectivo de la comunidad eclesial" a "todos nuestros hermanos y hermanas de vida contemplativa", así como, ese mismo viernes, del Día Mundial de la Pesca, pidiendo que "María, Estrella del Mar, proteja a los pescadores y a sus familias", e instó finalmente a poner a Jesús en el centro de la vida con motivo de la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, que se celebra el próximo domingo.

Audiencia general del Papa
Audiencia general del Papa

Audiencia General 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos! 

Estamos reflexionando, en este Año jubilar dedicado a la esperanza, sobre la relación entre la  Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual, es decir nuestros desafíos. A veces, Jesús, el  Viviente, también nos quiere preguntar: «¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?». Los desafíos, de hecho, no  se pueden afrontar solos y las lágrimas son un don de vida cuando purifican nuestros ojos y liberan  nuestra mirada. 

El evangelista Juan nos llama la atención sobre un detalle que no encontramos en los otros  Evangelios: llorando cerca de la tumba vacía, la Magdalena no reconoció enseguida a Jesús resucitado,  sino que pensó que era el custodio del jardín. De hecho, ya narrando la sepultura de Jesús, al anochecer  del viernes santo, el texto era muy preciso: «En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y  en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día  de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús» (Jn 19, 41-42). 

La plaza de San Pedro, abarrotada de fieles
La plaza de San Pedro, abarrotada de fieles

Termina así, en la paz del sábado y en la belleza de un jardín, la dramática lucha entre tinieblas y  luz desatada con la traición, el arresto, el abandono, la condena, la humillación y el asesinato del Hijo que  «habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Cultivar y  custodiar el jardín es la tarea originaria (cfr Gen 2,15) que Jesús llevó a su término. Su última palabra en  la cruz – «está cumplido» (Jn 19,30) – invita a cada uno a reencontrar la misma tarea, su tarea. Por esto,  «inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (v. 30). 

Queridos hermanos y hermanas, ¡María Magdalena, entonces, no se equivocó del todo, creyendo  que encontraba al cuidador de la huerta! De hecho, debía volver a escuchar el propio nombre y  comprender la propia tarea del Hombre nuevo, la que en otro texto de Juan dice: «hago nuevas todas las  cosas» (Ap 21,5). El Papa Francisco, con la encíclica Laudato si’, nos indicó la extrema necesidad de una  mirada contemplativa: si no es cuidador del jardín, el ser humano se convierte en su devastador.  

La esperanza cristiana, por lo tanto, responde a los desafíos que enfrenta toda la humanidad hoy  deteniéndose en el jardín donde se colocó el Crucificado como una semilla, para volver a brotar y dar  mucho fruto.  

Fieles en la plaza de San Pedro
Fieles en la plaza de San Pedro

El Paraíso no está perdido, sino que es encontrado. La muerte y resurrección de Jesús, por lo tanto,  son el fundamento de una espiritualidad de la ecología integral, fuera de la cual las palabras de la fe se  quedan sin conexión con la realidad y las palabras de la ciencia se quedan fuera del corazón. «La cultura  ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van  apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la  contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un  estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia» (Laudato si’, 111). 

Por esto, hablamos de una conversión ecológica, que los cristianos no pueden separar de ese  cambio de dirección que les requiere seguir a Jesús. El hecho de que María se volviera aquella mañana de  Pascua es una señal de esto: solo de conversión en conversión pasamos de este valle de lágrimas a la nueva Jerusalén. Tal pasaje, que empieza en el corazón y es espiritual, modifica la historia, nos  compromete públicamente, activa solidaridad que desde ahora protegen personas y criaturas de las ansias  de los lobos, en el nombre y fuerza del Ángel Pastor.  

Así, los hijos y las hijas de la Iglesia pueden hoy encontrar millones de jóvenes y de otros  hombres y mujeres de buena voluntad que han escuchado el grito de los pobres y de la tierra dejándose  tocar el corazón. Son muchas también las personas que desean, a través de una relación más directa con la  creación, una nueva armonía que los lleve más allá de tantas laceraciones. Por otro lado, además «el cielo  proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje,  la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la  tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje» (Sal 18,1-5).  

El Espíritu nos dé la capacidad de escuchar la voz de quien no tiene voz. Veremos, entonces, lo  que los ojos aún no ven: ese jardín, o Paraíso, al que solo nos acercamos acogiendo y cumpliendo cada  uno su propia tarea.  

Traducción no oficial 

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