“¿Es verdad que Dios me escucha? Y si lo hace, ¿por qué no obtengo lo que pido?”, se pregunta Francisco El Papa recuerda: "El Mal es señor del penúltimo día, nunca del último"

Dios escucha mi oración
Dios escucha mi oración

“Cuando rezamos podemos caer en el riesgo de no ser nosotros quien sirve a Dios, sino pretender que sea Él quien nos sirva a nosotros”

“Es fácil escribir en un estandarte “Dios está con nosotros”; muchos están ansiosos por asegurar que Dios está con ellos, pero pocos se preocupan por verificar si ellos están efectivamente con Dios”

"La oración no es una varita mágica, sino un diálogo con el Señor"

"Cuántas veces hemos pedido un milagro y no ha pasado nada, pero, con el tiempo, las cosas se arreglaron. El tiempo de Dios no es nuestro tiempo"

“¿Es verdad que Dios me escucha? Y si lo hace, ¿por qué no obtengo lo que pido?”. Éstas son las preguntas que se planteó el Papa Francisco en la catequesis de los miércoles. Su respuesta es que Dios escucha siempre, pero, a veces, no lo hace a nuestro ritmo. Porque lo que sí está claro es que “el Mal es señor del penúltimo día, nunca del último”.

Lectura del evangelio de Marcos, en el pasaje de la curación de la hija de Jairo.

Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hay una contestación radical a la oración, que deriva de una observación que todos hacemos: nosotros rezamos, preguntamos, sin embargo, a veces parece que nuestras oraciones no son escuchadas: lo que hemos pedido –para nosotros o para otros –no sucede. Es nuestra experiencia.

Oración

Si además el motivo por el que hemos rezado era noble (como puede ser la intercesión por la salud de un enfermo, o para que cese una guerra), el incumplimiento nos parece escandaloso. Pensemos en Yemen o en Siria, países que son en guerra desde hace años y martirizados y no terminan. «Hay quien deja de orar porque piensa que su oración no es escuchada» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2734) Si Dios es Padre, ¿por qué no nos escucha? Él que ha asegurado que da cosas buenas a los hijos que se lo piden (cfr Mt7,10), ¿por qué no responde a nuestras peticiones?

El Catecismo nos ofrece una buena síntesis sobre la cuestión. Nos advierte del riesgo de no vivir una auténtica experiencia de fe, sino de transformar la relación con Dios en algo mágico. Y la oración no es una varita mágica, sino un diálogo con el Señor. De hecho, cuando rezamos podemos caer en el riesgo de no ser nosotros quien sirve a Dios, sino pretender que sea Él quien nos sirva a nosotros (cfr n. 2735).

He aquí, pues, una oración que siempre reclama, que quiere dirigir los sucesos según nuestro diseño, que no admite otros proyectos si no nuestros deseos. Jesús sin embargo tuvo una gran sabiduría poniendo en nuestros labios el “Padre nuestro”. Es una oración solo de peticiones, como sabemos, pero las primeras que pronunciamos están todas del lado de Dios. Piden que se cumpla no nuestro proyecto, sino su voluntad en relación con el mundo. Mejor dejar hacer a Él: «Sea santificado tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad» (Mt6,9-10).

El Papa toma mate en la audiencia
El Papa toma mate en la audiencia

El apóstol Pablo nos recuerda que nosotros no sabemos ni siquiera qué sea conveniente pedir (cfr Rm8,26). Cuando rezamos debemos ser humildes, para que nuestras palabras sean efectivamente oraciones y no un vaniloquio que Dios rechaza. Se puede también rezar por motivos equivocados: por ejemplo, derrotar el enemigo en guerra, sin preguntarnos qué piensa Dios de esa guerra. Es fácil escribir en un estandarte “Dios está con nosotros”; muchos están ansiosos por asegurar que Dios está con ellos, pero pocos se preocupan por verificar si ellos están efectivamente con Dios. En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios. La humildad.

Sin embargo, un escándalo permanece: cuando los hombres rezan con corazón sincero, cuando piden bienes que corresponden al Reino de Dios, cuando una madre reza por el hijo enfermo, ¿por qué a veces parece que Dios no escucha? Para responder a esta pregunta, es necesario meditar con calma los Evangelios. Los pasajes de la vida de Jesús están llenos de oraciones: muchas personas heridas en el cuerpo y en el espíritu le piden ser sanadas; está quien le pide por un amigo que ya no camina; hay padres y madres que le llevan hijos e hijas enfermos... Todas son oraciones impregnadas de sufrimiento. Es un coro inmenso que invoca: “¡Ten piedad de nosotros!”.

Vemos que a veces la respuesta de Jesús es inmediata, sin embargo, en otros casos esta se difiere en el tiempo. Pensemos en la mujer cananea que suplica a Jesús por la hija: esta mujer debe insistir mucho tiempo para ser escuchada (cfr Mt15,21-28). O pensemos también en el paralítico llevado por sus cuatro amigos: inicialmente Jesús perdona sus pecados y tan solo en un segundo momento lo sana en el cuerpo (cfr Mc2,1-12). Por tanto, en alguna ocasión la solución del drama no es inmediata. Cuántas veces hemos pedido un milagro y no ha pasado nada, pero, con el tiempo, las cosas se arreglaron. El tiempo de Dios no es nuestro tiempo.

El Papa con un pañuelo indio
El Papa con un pañuelo indio

Desde este punto de vista, merece atención sobre todo la sanación de la hija de Jairo (cfr Mc5,21-33). Hay un padre que corre sin aliento: su hija está mal y por este motivo pide la ayuda de Jesús. El Maestro acepta enseguida, pero mientras van hacia la casa tiene lugar otra sanación, y después llega la noticia de que la niña está muerta. Parece el final, pero Jesús dice al padre:«No temas; solamente ten fe» (Mc5,36). “Sigue teniendo fe”: la fe sostiene la oración. Y de hecho, Jesús despertará a esa niña del sueño de la muerte. Pero por un cierto tiempo, Jairo ha tenido que caminar a oscuras, con la única llama de la fe. Señor, danos la fe. Pedid esta gracia. Jesús ante la fe, cae vencido.

También la oración que Jesús dirige al Padre en el Getsemaní parece permanecer sin ser escuchada. El Hijo tendrá que beber hasta el fondo el cáliz de la Pasión. Pero el Sábado Santo no es el capítulo final, porque al tercer día está la resurrección: el Mal es señor del penúltimo día, nunca del último. L anoche es más oscura antes de la aurora. Porque ese pertenece solo a Dios, y es el día en el que se cumplirán todos los anhelos humanos de salvación.

Pidamos esta paciencia humilde de esperar la gracia del Señor, el último día, aunque el penúltimo sea malo. El último, el Señor lo resuelve todo.

El Papa, con una bufanda
El Papa, con una bufanda

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy reflexionamos sobre una dificultad que supone para muchos una verdadera piedra de tropiezo en su vida espiritual. ¿Es verdad que Dios me escucha? Y si lo hace, ¿por qué no obtengo lo que pido?

Dos respuestas se pueden dar a esta cuestión, la primera y más obvia es que nuestra mirada sobre las cosas es limitada y en la oración deberíamos intentar escuchar su voz y conformarnos a su designio de amor. Esta es la lección del Padrenuestro que en sus tres primeras peticiones nos llama a ponernos de parte de Dios: para que se haga su voluntad, venga su reino y sea santificado su nombre. Lo contrario sería una suerte de magia que busca satisfacer los propios deseos e intereses sin verificar si son o no conformes al proyecto de Dios.

La segunda respuesta es más delicada, pues muchas personas rezan de forma humilde y piden cosas buenas, sin embargo, Dios no siempre responde en la forma que esperamos. Aquí puede ser interesante fijarnos en la lección que nos da el Evangelio.

El Papa, en la audiencia
El Papa, en la audiencia

Jesús recibe muchas peticiones de multitud de fieles que se acercan a Él, a veces la respuesta es inmediata. En otras ocasiones, sin embargo, el Señor nos llama a la perseverancia, como a la mujer cananea que pedía por su hija, o a embarcarnos en un viaje de fe.

Es el caso de Jairo, el jefe de la sinagoga, primero siente que Jesús se detiene para atender otra petición, después recibe la noticia de que ya no hay esperanza.

En todas estas situaciones Jesús nos llama a crecer en la fe, de modo que sea esta virtud la que guíe nuestra oración y todos nuestros deseos tengan como fin la mayor gloria de Dios. Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a dejarse guiar por el Espíritu que clama en nuestro interior «Abba, Padre». Pidamos crecer en la fe, la esperanza y la caridad, para en todo y por todo buscar la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.

El Papa, en la audiencia
El Papa, en la audiencia

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