Koch celebra la memoria de Benedicto XVI: "Nos enseñó a buscar el rostro de Dios"
El prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos celebró una misa en las Grutas Vaticanas con motivo del tercer aniversario del fallecimiento del Papa Ratzinger
(Vatican News).- "Si la vida eterna consiste en la comunión con Dios, es oportuno prepararnos ya para ella en nuestra vida terrena, como lo hizo Joseph Ratzinger durante toda su existencia, con intensidad". Así lo afirmó el cardenal Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, al presidir este miércoles 31 de diciembre de 2025 a las siete de la mañana, la santa misa celebrada en las Grutas Vaticanas con motivo del tercer aniversario de la muerte del Papa Benedicto XVI. En su homilía, el purpurado recordó el fin último de la vida cristiana, que el Papa Ratzinger mostró de manera ejemplar con su propia vida: cultivar la relación con Dios y prepararse para la unión con Él.
Buscar el rostro de Dios
El Pontífice bávaro, que partió a la casa del Padre el 31 de diciembre de 2022, "buscó y encontró siempre el rostro del Señor en el encuentro con Jesucristo. Porque en Él, Dios mismo se ha revelado y ha mostrado su verdadero rostro", añadió el cardenal. Koch recordó cómo Benedicto XVI consideraba su trilogía sobre Jesús de Nazaret —tres volúmenes publicados entre 2007 y 2012— como "una expresión de mi búsqueda personal del 'rostro del Señor'".
Cristo transforma el final en un nuevo comienzo
En el último día del año civil, precisó el purpurado al inicio de su homilía, la liturgia de la Iglesia propone la lectura del prólogo del Evangelio de san Juan, que comienza con las palabras: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios". "Me parece muy bello y conmovedor —comentó el prefecto— que, en el último día del año civil, la fe cristiana dé paso a un comienzo completamente nuevo, con la promesa de que el final terrenal de la vida humana no es en absoluto el final, sino un nuevo inicio, y que el último día de la vida terrena de una persona es el comienzo de una nueva vida, de la vida eterna con Dios".
El papa Ratzinger, añadió el cardenal citando las Homilías inéditas 2005-2017 de Benedicto XVI, consideraba la muerte como "la ruptura de todas las relaciones humanas": "la destrucción de un amor, de una amistad, y esto —argumentaba el Pontífice— es verdaderamente el hecho más trágico en la experiencia de la muerte". Pero "en este lugar del abandono total", explicó Koch, "es precisamente el amor de Dios, y solo su amor, el que puede ofrecer un nuevo comienzo". "Solo si Dios mismo se hace presente con su amor en este lugar de absoluta soledad y total privación de relaciones humanas, es posible un nuevo inicio".
"El Amor ha penetrado en los infiernos", subrayaba el papa Ratzinger durante la meditación ante la Sábana Santa de Turín el 2 de mayo de 2010. Esta es, explicó el purpurado, la "promesa vinculada a la liturgia del Sábado Santo": "Cristo, llevando el amor divino al lugar de la muerte, dona vida en medio de la muerte y un nuevo comienzo al final de la vida terrena".
La Redención se realiza en cada ser humano
Una obra, subrayó aún el prefecto, que "se cumple también en la muerte de cada persona: así como Cristo entró en el reino de la muerte y, con el fuego de su amor, introdujo movimiento en la rigidez de la muerte, así también hoy Él lleva su amor a la muerte del ser humano y rompe el aislamiento de la muerte introduciendo una nueva comunión, la comunión con Dios mismo". Esta es la eternidad que Dios ha regalado al hombre: "debemos la vida eterna a la relación de amor indestructible que Dios mantiene con nosotros", afirmó finalmente el cardenal Koch.
Y así como Cristo, en su oración de despedida recogida en el Evangelio de san Juan, pedía al Padre que lo glorificara, del mismo modo —concluyó el purpurado— "seguramente, en la vida eterna, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI se une a esta súplica, aplicándola a sí mismo y pidiendo el cumplimiento de su vida en la presencia eterna de Dios". Una oración que el cardenal Koch invitó a toda la asamblea a hacer propia al final de su homilía.