Los Papas y el año nuevo, tiempo de acción de gracias y de esperanza
Reflexiones de los Pontífices para este período de transición entre finales de 2025 y el inicio del nuevo año, una invitación a pensar sobre el valor del tiempo, a no terminar el año sin dar gracias a Dios, a seguir siendo peregrinos de esperanza, a escribir una nueva página en blanco confiando en el Señor, a redescubrir la amabilidad y a construir una casa que no se derrumbe
(Vatican News).- Un año llega a su fin y otro está a punto de comenzar. La mirada de la Iglesia sobre este “relevo cronológico” entre dos arcos temporales distintos pero cercanos está siempre vinculada al Evangelio. Y se extiende a lo largo de un doble horizonte: el de la gratitud a Dios y el de la confianza en el Señor. La acción de gracias y la esperanza se convierten en las claves para leer el pasado recién vivido y acoger el futuro, con sus oportunidades y también las incertidumbres.
El momento de “tránsito” de una página casi concluida a una que va a comenzar es una invitación a reflexionar sobre el tiempo. El Papa Pablo VI en el Ángelus del 2 de enero de 1972 exhorta a considerar su valor. “Antes de entrar en el año nuevo, es el momento de dedicaros un poco de reflexión”.
El tiempo es la medida, se puede decir, de los acontecimientos que se suceden. Es la medida de nuestra vida presente. Una medida que inspira temor, porque nos hace ver que el ayer ya no existe, que el mañana no existe todavía; solo existe el hoy; de hecho, para nosotros solo existe el momento presente: vivimos solo en un punto móvil, un instante fugaz... Y esto nos enseña a vivir con razonable intensidad este momento actual, del que solo nosotros somos dueños, y en el que consiste nuestra única experiencia de la vida presente. Es decir, nos enseña el valor del tiempo.
No terminar el año sin dar las gracias al Señor
Las palabras de los Papas en este período del año acompañan en primer lugar el canto del Te Deum. El Papa Benedicto XVI, en la celebración, el 31 de diciembre del 2011, en las vísperas de la solemnidad de María Madre de Dios habla precisamente de este valioso espacio temporal: “otro año llega a su término mientras aguardamos uno nuevo”. El temor, los deseos y las expectativas no pueden separarse de la alabanza al Señor.
La Iglesia nos sugiere terminar el año dirigiendo al Señor nuestro agradecimiento por todos sus beneficios. Nuestra última hora, la última hora del tiempo y de la historia, termina en Dios. Olvidar este final de nuestra vida significaría caer en el vacío, vivir sin sentido. Por eso la Iglesia pone en nuestros labios el antiguo himno Te Deum. Es un himno repleto de la sabiduría de tantas generaciones cristianas, que sienten la necesidad de elevar sus corazones, conscientes de que todos estamos en las manos misericordiosas del Señor.
Papa Benedicto XVI en la misa de Nochebuena del 24 de diciembre de 2012
Seguir siendo peregrinos de esperanza
El inicio del 2026 es también la conclusión del Año Santo de la esperanza. Esta virtud no es una puerta que se cierra. La esperanza no muere y es “generativa”, subrayó el Papa León XIV en la audiencia jubilar del 20 de diciembre de 2025.
El Jubileo llega a su fin, pero no termina la esperanza que este Año nos ha donado: ¡seguiremos siendo peregrinos de esperanza! Hemos escuchado a san Pablo: “Porque nuestra salvación es en esperanza” (Rm 8,24). Sin esperanza, estamos muertos; con la esperanza, vamos a la luz. La esperanza es generativa. De hecho, es una virtud teologal, es decir, una fuerza de Dios, y como tal genera; no mata, sino que da a luz y renace. Esta es la verdadera fuerza. Lo que amenaza y mata no es fuerza: es arrogancia, es miedo agresivo, es maldad que no genera nada. La fuerza de Dios hace nacer. Por eso, finalmente, quisiera decirles: esperar es generar.
El Papa León XIV en la última audiencia jubilar el sábado 20 de diciembre de 2025 (@Vatican Media)
Un folio en blanco
El nuevo año, ya de delante de nuestro camino, se nos aparece en una perspectiva desconocida. El Papa Juan Pablo II, el 1 de enero de 1986 nos invita a ofrecer al Señor “esta nueva etapa y esta hoja todavía en blanco”.
El Año Nuevo aparece delante de nosotros como una gran incógnita, como un espacio que tendremos que llenar con un contenido, como una perspectiva de sucesos desconocidos y de decisiones que tomar. Como una nueva etapa y un nuevo espacio de la lucha del bien y del mal a nivel de cada ser humano y juntos a nivel de la familia, de la sociedad, de las naciones: de la entera humanidad.
Papa Juan Pablo II (foto de archivo)
Recuperar la amabilidad
Para escribir en este folio en blanco primero hay que recurrir al tesoro de virtudes. Una de ellas, evidenciada por el Papa Francisco el 31 de diciembre de 2022, tiene el poder de humanizar las relaciones y disolver la indiferencia:
Queridos hermanos y hermanas, creo que recuperar la amabilidad como virtud personal y cívica puede ayudar en no poca medida a mejorar la vida en las familias, las comunidades, las ciudades. Por eso, ante el nuevo año en la ciudad de Roma, quiero desear a todos los que vivimos en ella que crezcamos en esta virtud: la amabilidad. La experiencia nos enseña que si se convierte en un modo de vida, puede crear una convivencia sana, puede humanizar las relaciones sociales disolviendo la agresividad y la indiferencia.
Papa Francisco
Edificar la casa que no se derrumba
Dirigir la mirada al futuro significa también mirar a los que acompañan nuestra existencia: la familia, los colegas en los lugares de trabajo, el prójimo. Un deseo especial para el año nuevo fue el que dirigió el Papa Juan XXIII, en el mensaje del 10 de enero de 1960, a las familias cristianas con ocasión de la festividad de la Sagrada Familia.
Espíritu de prudencia y de sacrificio en la educación cuidadosa de los hijos; y siempre, siempre y en toda circunstancia, en disposición de ayudar, de perdonar, de compartir, de otorgar a otros la confianza que nosotros quisiéramos se nos otorgara. Es así como se edifica la casa que jamás se derrumba. De nuestro corazón brota el deseo de esta segura esperanza que es garantía de paz inalterable y se une a cada uno de vosotros para acompañaros en el año nuevo, y que reforzamos con una oración especial que elevamos al cielo fervorosamente con las familias de todos los que nos escuchan, especialmente de aquellas que por falta de medios, de trabajo y de salud sufren dolorosas privaciones.
De estas palabras del Papa Roncalli y de las reflexiones de los Pontífices se extiende un deseo también en este tiempo ya cercano al 2026: el nuevo año sea para todos el tiempo propicio para edificar una “casa que no derrumba”, a pesar de las heridas y las incógnitas de la vida, a pesar de los horrores de la guerra que aún sacuden, en varias y demasiadas regiones del mundo, a la familia humana.
El Papa Juan XXIII en una visita a Loreto