San Martín, hacia el 2026: Llamados a la coherencia en la vivencia de la fe cristiana, sin pesimismos
Balance sinodal de 2025
El subsecretario del Sínodo de los Obispos comparte su visión sobre lo vivido en el año que termina, y los retos que comprometen al cristiano de hoy
(Vatican News).- Al cierre de este año y abriendo el año nuevo 2026 conversamos en Radio Vaticana - Vatican News con monseñor Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo de los Obispos, haciendo un balance de la luz de la gracia de Dios de los acontecimientos vividos en el Jubileo, la elección del Papa agustino, y sus llamados a la paz en continuidad con los esfuerzos de su predecesor, y el porvenir como peregrinos de una Iglesia en camino.
-2025, el año de la esperanza, en medio de guerra, el fallecimiento del Papa Francisco, la elección de León XIV… ¿Qué nos ha querido decir el Señor en este año jubilar?, desde un balance que nos pueda ofrecer…
-Muchas gracias por esta invitación, es una alegría estar con todos ustedes. El Señor nos habla en los acontecimientos de la historia, en los acontecimientos de la vida. Creo que lo que nos quiere decir siempre va en una doble dirección. Por una parte, nos impulsa a una Iglesia coherente, a la coherencia en la Iglesia, a la coherencia como cristianos. Es decir, una Iglesia abierta, acogedora, que refleje a Cristo, y junto con esto, una Iglesia misionera, una Iglesia extrovertida, que decía el papa León. A esto se nos llama, es decir, a la coherencia en la vivencia de la fe cristiana y al testimonio en el mundo de hoy, en las circunstancias cambiantes de la historia.
-El papa Francisco, al concluir este 2025 y jubileo de la esperanza no podemos dejar de mencionarlo. ¿Cuál ha sido su legada?, ya visto unos meses luego de su paso a la eternidad...
-El legado del papa Francisco nos iremos dando cuenta de él y lo iremos valorando conforme avance el tiempo. Yo estoy seguro de que, dentro de unos años, mirando hacia atrás, podremos evaluar con una amplia perspectiva la grandeza de este pontificado, que ha sido un pontificado de la siembra y de las puertas abiertas. Ha sembrado semillas de renovación, semillas y un estilo incluso profético, y ha abierto puertas, ha indicado caminos que nosotros debemos continuar, debemos recorrer. Siempre no como saltos al vacío, sino como proceso.
En la Iglesia la vida se desarrolla siempre como un proceso, firme siempre en el depósito de la fe, pero teniendo en cuenta de las circunstancias cambiantes de los tiempos en que vivimos. Es un legado muy rico, un legado que tiene una perspectiva muy amplia.
-La Iglesia sinodal, también fue un impuso de Francisco. ¿Y ahora sostenido por el papa León… en parte estamos del proceso sinodal, y cuáles son los próximos pasos?
-Muy bien, es uno de los grandes legados del papa Francisco en la sinodalidad, que es recuperar o potenciar algo que siempre ha estado presente en la Iglesia. La Iglesia siempre ha sido sinodal, entonces es recuperar y potenciar esta realidad sinodal para que la Iglesia sea verdaderamente la Iglesia de Cristo. Estamos ahora en la fase de implementación y la fase de aplicación de lo que ha sido la celebración del Sínodo de los Obispos, con una perspectiva también muy amplia, aprobada por el papa Francisco y que el papa León XIV ha ratificado.
Tenemos durante este año, que vamos a comenzar, 2026, el trabajo en las diócesis, desde una perspectiva de las estructuras y de la práctica sinodal, que sea una realidad en lo que es la dimensión pastoral cotidiana. En el año 2027, primer semestre, tendremos las asambleas de evaluación en las diócesis. En el segundo semestre, asambleas de evaluación en las conferencias episcopales.
En el año 2028, primer semestre, asambleas de evaluación en los continentes, las realidades continentales, para concluir en octubre de 2028 con una Asamblea Eclesial aquí en el Vaticano. Esta es un poco la perspectiva amplia y bonita y renovadora del proceso sinodal en la Iglesia. Un proceso que nos llama a la comunión, como ha insistido tanto el papa León XIV. Nos llama a asumir cada uno nuestra responsabilidad, esa corresponsabilidad diferenciada y siempre orientados a la misión. Es la Iglesia de Cristo, la Iglesia coherente, la Iglesia misionera.
-También como Iglesia que camina, hemos visto muchos peregrinos atravesar la puerta santa durante el año jubilar, en las basílicas en Roma, y vivido en comunión con las Iglesias locales. ¿Cuáles podríamos esperan sean los frutos del año santo de la esperanza?
-Evidentemente, es una gracia de Dios haber podido vivir este Jubileo de la esperanza, que nos remita a una Iglesia dinámica, en camino. Bonita esa imagen de los peregrinos siguiendo la cruz y que pasa la Puerta Santa, la puerta del perdón, la misericordia. Una Iglesia que gira en torno al mandamiento del amor. Es el mandamiento que Jesús nos deja. Y esa Iglesia también que se pone en comunión, que camina el juntos, el sínodo, caminar juntos como Iglesia.
Nosotros hemos tenido la gran fortuna y la alegría, el don de Dios, de poder celebrar en octubre de 2025 el jubileo de los equipos sinodales, que ha sido muy participado. Miles de personas han venido de los distintos continentes. Gente muy implicada en el proceso sinodal, en la dinámica sinodal. Y entonces lo hemos vivido. Eran tres días muy intensos.
Primero, como intercambio de dones, buenas prácticas, conocernos unos a otros, compartir las experiencias que estábamos viviendo. Ha habido un momento también de formación y la celebración del jubileo con esa peregrinación y atravesar la Puerta Santa. Tuvimos también el encuentro con el papa León XIV. Muy bonito. Contestó a varias preguntas de todos los continentes. Esa Iglesia que dialoga. Y tuvimos también la celebración eucarística. Concluimos el jubileo con la celebración eucarística, con una humildad preciosa del papa León XIV. Yo invito a leerla de nuevo, a meditarla, porque ahí nos ofrece las claves de lo que es el proceso sinodal, de lo que es la sinodalidad.
-La paz, es un anhelo de todos. En su primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, el papa León XIV reflexiona sobre el saludo del Resucitado, y llama a “una paz desarmada y desarmante”... ¿Qué podemos hacer para que este mensaje sea escuchado en todos los niveles, y puesto en práctica por quienes tienen responsabilidades de poder en el mundo?
-Yo diría varias cosas. En primer lugar, es bonito que el papa León XIV, en ese saludo, primer saludo, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, recién elegido, lo inicia con esa palabra de paz, la palabra de Cristo Resucitado. Y una paz que nos ofrece cuatro características: Desarmada, desarmante, humilde y perseverante. Es hermoso. El Papa siempre ejerce un liderazgo y en una época donde hace falta puntos de referencia, hace falta líderes en el mundo, el Papa ofrece esta voz, una voz autorizada, una voz de un líder preciso para en este tiempo que estamos viviendo.
¿Qué debemos hacer? Pues la conversión del corazón, cambiar el corazón. Si no cambiamos el corazón, cada uno de nosotros no el vecino, no el otro, sino yo, donde estoy. ¿Cómo cambiar el corazón para que en mi alma, en mi vida, esté presente Cristo Resucitado?, que es el príncipe de la paz. El único que nos ofrece la paz verdadera por encima de las divisiones, por encima de los egoísmos, de los intereses nacionales o personales. Es decir, la conversión del corazón. Esta es la tarea y a esto se ha transferido el papa León. En este camino, pues no estamos solos, pero tenemos la cercanía de Cristo, que es quien cambia los corazones. No nos cambiamos nosotros.
Solamente desde la experiencia de Cristo Resucitado podemos cambiarnos, podemos transformar nuestra vida y con la ayuda y la compañía de todos los demás, todos los cristianos, como comunidad cristiana que vive en la paz y que proclama la paz. Por eso debemos intentar evitar y subsanar las divisiones, los enfrentamientos, los odios, la agresividad, la polarización e ir hacia una Iglesia de comunión, una Iglesia de hermanos y hermanas, la Iglesia de Cristo, que está guiada y que tiene como eje siempre la caridad, el amor.
-También el 2025 fue la elección del primer Papa agustino, ¿Qué hemos aprendido de León XIV en los primeros meses de su pontificado? También como Agustino nos puede dar un comentario…
-Es una gran alegría. Es hablar también de un hermano, de alguien muy querido. Fue el que me trajo a Roma hace muchos años, cuando era Prior general. He convivido con él cinco años en la misma comunidad. Nos conocemos bien. Es un don de Dios. El papa León XIV nos ofrece ese liderazgo sereno, un liderazgo tranquilo, un liderazgo profundo y reflexivo. Es una persona que sabe escuchar, que escucha, y es un hombre de oración profunda.
También tiene una gran experiencia internacional. Es un Papa que llega al pontificado, habiendo viajado por todo el mundo, conociendo las distintas culturas, las distintas realidades. Un Papa muy, pues, desde la base, desde el contacto humano. Y también tiene esta dimensión misionera. Ha sido un hombre con una gran sensibilidad misionera. Al mismo tiempo, ejerce un gran liderazgo. Siempre fue un hombre que sabía, que sabe liderar, sabe liderar. Me parece que el Señor nos ha concedido un Papa para estos tiempos, para estos momentos.
Yo diría, no se trata solo de ver al Papa, admirar al Papa, sino por una parte de ayudarle. ¿Y cómo podemos ayudar al Papa? Rezando por él. Y junto con esto, llevando a la práctica sus indicaciones. Son mensajes muy claros los que nos está transmitiendo y diciendo el papa León XIV. Vamos a hacerle caso. Esa insistencia en la comunión, en los puentes, en el dinamismo, en la misión. Estos son mensajes muy claros. En la oración, en la integración. Son mensajes muy claros. Vamos a llevarlos a la práctica. Esas son las dos formas que creo que tenemos para ayudar al papa León XIV en su pontificado.
-En el saludo navideño del Papa a la curia romana hablaba de “dos aspectos fundamentales de la vida de la Iglesia: la misión y la comunión”, ¿Cree sea un camino que nos marca León XIV para el 2026?, tanto en la curia romana como en las iglesias locales…
-Sí, sí. Todo este mensaje que él habla, fueron las felicitaciones de Navidad y un discurso precioso, verdaderamente precioso, que también invito al releerlo con tranquilidad, porque sirve no solo para la curia romana, sino, yo diría, para todas las estructuras de la Iglesia, todas las estructuras diocesanas, las estructuras parroquiales y también para nosotros como miembros, como integrantes de esta gran familia que es la Iglesia. Yo creo que uno de los claves es, precisamente, darnos cuenta de que la Iglesia es comunión, es comunidad y, por tanto, somos familia.
Hay una imagen muy hermosa de la Iglesia que viene de san Pablo y la presenta como familia de Dios. A mí me gusta mucho pensar en la Iglesia como familia de Dios. La familia integra en el amor las diferencias. Se quieren los miembros de una familia, sino no es familia verdadera. La Iglesia debe ser eso, integrar las diferencias, respetar las diferencias, pero en esa comunión de amor y, al mismo tiempo, se ayudan unos a otros.
Nosotros debemos ayudarnos ¿para qué? A poder transmitir en el mundo de hoy el mensaje de Cristo. Fue un mensaje el del discurso a la Curia, muy bonito, pero ya digo, no solamente se dirige a la curia romana, sino, yo diría, a todas las estructuras de la Iglesia. Todos podemos sacar algo de este precioso discurso que nos impulsa, como decía al principio, a la coherencia, a la coherencia como cristianos y a testimoniarlo así en el mundo de hoy.
-Monseñor ¿Qué mensaje le daría usted a las familias para vivir cristianamente estos días de Navidad y Año Nuevo?
-El mensaje fundamental es dejar que el Señor nazca en nuestros corazones, si no, no hay Navidad. A veces nos aturden las luces, los encuentros, los regalos. La clave de la Navidad es que el Señor nazca en nuestros corazones, nazca en nuestra familia, dejarle un puesto en nuestra alma. Y eso significa fiarnos de Él, abrirnos a la esperanza de la renovación, abrirnos a la esperanza del cambio, un cambio que nos llevará a poder vivir nuestra fe de una manera nueva, una manera gozosa y de una forma esperanzada. Este es el mensaje, que Cristo nazca en nuestros corazones. Entonces será Navidad, entonces testimoniaremos Navidad allí donde estemos.
-¿Cuáles son sus deseos para el Año Nuevo que está comenzando?
-Diría que para el Año Nuevo que sea verdaderamente nuevo en la medida, en la perspectiva de renovación nuestra. Ojalá, pues, un inicio de cambio, de cambio y de renovación como el Señor quiere. Que todo lo que no es Cristo, todo lo que es pecado, todo lo que es violencia, todo lo que es injusticia, encuentre en los cristianos una alternativa. A veces nos quejamos, yo creo que uno de los problemas que tenemos hoy día es el pesimismo, es el lamento continuo, es el llorar de lo mal que están las cosas. Bueno, nosotros somos Cristo en medio del mundo.
Ojalá en el Año Nuevo encuentre en los cristianos una semilla de esperanza, que seamos verdaderamente Cristo allí donde estemos, porque nos mueve la experiencia de Cristo resucitado, de Cristo que nace en nuestros corazones.
-Muchas gracias, Monseñor, por acompañarnos, su mensaje final y su bendición...
-Pues, muchas gracias a todos ustedes. La Navidad nos abre, sobre todo, pues, a esta esperanza, una gran esperanza. Es un tiempo de renovación profunda y nos abre también a la alegría. El papa Francisco también se refería a esto. El cristiano debe ser alegre, no la alegría falsa del mundo, sino la alegría que el Señor pone en nuestra alma, pone en nuestra vida. Vamos adelante, vamos adelante con este ánimo profundamente renovado, viviendo el espíritu y la realidad de la Navidad. Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y los acompaña siempre. Amén.