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La primera bendición Urbi et Orbi de León XIV

“¿Cómo no pensar en las tiendas de Gaza, o en los refugios improvisados de miles de personas sin hogar en nuestras ciudades?”

León XIV preside su primera Misa de Navidad

Citando al "amado Papa Francisco", Prevost insistió en que "Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás", y animó a superar la tentación de la "indiferencia", en las tiendas de Gaza, en las guerras, en las puertas cerradas, también, en Cáceres o Badalona

León XIV, en la misa de Navidad

“El Verbo ha establecido su tienda frágil entre nosotros. ¿Y cómo no pensar en las tiendas de Gaza, expuestas desde hace semanas a las lluvias, al viento y al frío, y a las de tantos otros desplazados y refugiados en cada continente, o en los refugios improvisados de miles de personas sin hogar en nuestras ciudades?”. El Papa León XIV quiso acordarse de los cientos, de los miles de ‘niños Jesús’ que hoy nacen sin hogar, en las fronteras del último genocidio de Occidente, pero también en los puentes del desalojo de Badalona.

En su homilía de Navidad, Prevost reivindicó la “frágil carne de las poblaciones indefensas, probadas por tantas guerras en curso o terminadas dejando escombros y heridas abiertas”, como también “frágiles son las mentes y las vidas de los jóvenes obligados a tomar las armas que, estando en el frente, advierten la insensatez de lo que se les pide y la mentira que impregna los rimbombantes discursos de quien los manda a morir”.

El Papa inciensa al niño Jesús de San Pedro

Pese a todo, “la paz existe y está ya en medio de nosotros”, clamó al comienzo de su reflexión navideña en la basílica de San Pedro, antes de asomarse al mundo para proclamar la esperada bendición Urbi et Orbi. La paz que nace del Verbo que, recordó, “es una palabra que indica acción” que “nunca queda sin efecto”.

La carne humana requiere cuidado, solicita acogida y reconocimiento, busca manos capaces de ternura y mentes dispuestas a la atención, desea palabras buenas

El poder de las palabras

“Sí, las palabras actúan”, subrayó el pontífice, quien puso ante los ojos de los fieles la paradoja de que “el Verbo de Dios se manifiesta y no sabe hablar, viene a nosotros como un recién nacido que sólo llora y solloza”. “Un día crecerá y aprenderá la lengua de su pueblo”, pero “lo que ahora habla es sólo su presencia sencilla y frágil”, la “desnudez radical de quien en Belén y en el Calvario carece también de palabra; como carecen de palabra tantos hermanos y hermanas despojados de su dignidad y reducidos al silencio”.

Porque, explicó el Papa, “la carne humana requiere cuidado, solicita acogida y reconocimiento, busca manos capaces de ternura y mentes dispuestas a la atención, desea palabras buenas”. Porque “el don de Dios busca acogida y mueve a la entrega”, aunque “nos expone al rechazo, nos atrae porque nos arrebata de la indiferencia”.

Fieles en San Pedro

El poder de no ser indiferentes

Esa es la paradoja: “Llegar a ser hijos de Dios es un verdadero poder; un poder que queda enterrado mientras permanecemos indiferentes al llanto de los niños y a la fragilidad de los ancianos, al silencio impotente de las víctimas y a la melancolía resignada del que hace el mal que no quiere”.

Recordando al “amado Papa Francisco”, Prevost animó a alejar la tentación de mantener “una prudente distancia de las llagas del Señor”. Frente a ello, Bergoglio/Prevost recordaron que “Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura”. En las tiendas de Gaza, en las guerras, en las puertas cerradas, también, en Cáceres o Badalona. Para quebrar nuestra seguridad.

“Cuando la fragilidad de los demás nos atraviesa el corazón, cuando el dolor ajeno hace añicos nuestras sólidas certezas, entonces ya comienza la paz”

“Cuando la fragilidad de los demás nos atraviesa el corazón, cuando el dolor ajeno hace añicos nuestras sólidas certezas, entonces ya comienza la paz”, proclamó el pontífice, quien recordó que “la paz de Dios nace de un sollozo acogido, de un llanto escuchado; nace entre ruinas que claman una nueva solidaridad, nace de sueños y visiones que, como profecías, invierten el curso de la historia”.

León XIV, en la misa de Navidad

Una Iglesia misionera frente a la palabra prepotente

Porque “el Evangelio no esconde la resistencia de las tinieblas a la luz, describe el camino de la Palabra de Dios como un trayecto escabroso, diseminado de obstáculos. Hasta hoy, los auténticos mensajeros de paz siguen al Verbo por este camino, que finalmente alcanza los corazones; corazones inquietos, que a menudo desean precisamente aquello a lo que se resisten”, insistió en su homilía, clamando que “la Navidad vuelve a motivar a una Iglesia misionera, impulsándola sobre vías que la Palabra de Dios le ha trazado”.

Y es que, insistió León XIV, “no estamos al servicio de una palabra prepotente —estas ya resuenan por todas partes— sino de una presencia que suscita el bien, que conoce su eficacia, que no se atribuye el monopolio. Este es el camino de la misión: un camino hacia el otro”.

La Virgen de la Esperanza, en San Pedro

Porque “en Dios cada palabra es palabra pronunciada, es una invitación al diálogo, una palabra nunca igual a sí misma”. Es “la renovación que el Concilio Vaticano II ha promovido y que veremos florecer sólo si caminamos juntos con toda la humanidad, sin separarnos nunca de ella. Mundano es lo contrario: tener por centro a uno mismo”.

Y un llamamiento a la paz. “Habrá paz cuando nuestros monólogos se interrumpan y, fecundados por la escucha, caigamos de rodillas ante la carne desnuda de los demás”.

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