"Nos sobra coraza y miedo, nos falta frescura y confianza", dice el carmelita en la 52ª Semana del ITVR Miguel Márquez: "Nuestra Vida Religiosa tiene un serio problema con la realidad"

Miguel Márquez
Miguel Márquez RD/Captura

Una ponencia llena de lirismo, con zambullidas en la mística y los místicos, en la mirada atenta a lo que rodea, a la vida que nace y a la que muere para apuntalar la esperanza, desde la “humildad y escucha del buscador”. Con esos mimbres entretejió esta tarde Miguel Márquez su ponencia en el marco de la segunda jornada de la 52ª Semana Nacional de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR), que se celebra en Madrid hasta este sábado, 15 de abril

"Tengo la impresión -prosiguió el religioso- de que en nuestro planeta Iglesia seguimos sin entrar en este desafío de comunión en la diversidad, prejuiciados y bien ubicados en posiciones atrincheradas", señaló el religioso

Una ponencia llena de lirismo, con zambullidas en la mística y los místicos, en la mirada atenta a lo que rodea, a la vida que nace y a la que muere para apuntalar la esperanza, desde la “humildad y escucha del buscador”. Con esos mimbres entretejió esta tarde Miguel Márquez su ponencia en el marco de la segunda jornada de la 52ª Semana Nacional de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR), que se celebra en Madrid hasta este sábado, 15 de abril.

"No creo haber sido llamado a participar en esta Semana por ser el General de los Carmelitas, todavía me parece una broma cuando me miro al espejo, pero heme aquí, sin echarme atrás. Seguramente me han llamado más por esta enfermedad incurable que me habita, que me recorre desde el inicio de mi vocación: un optimismo enfermizo, una esperanza invencible de pies descalzos y manos vacías. Un regalo que yo no he fabricado, sino que vivo como gracia", señaló en la apertura de su exposición el religioso, que sintonizaba con el lema de encuentro -'Entretejer itinerarios de Esperanza'-.

Fray Miguel Márquez durante su ponencia en la SNVC
Fray Miguel Márquez durante su ponencia en la SNVC RD/Captura

Fijo el rumbo, como apuntalaba el título de su conferencia -«Nada podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús» Rm 8, 38-, Márquez, plenamente consciente de los tiempos de tribulación que atraviesa la Vida Consagrada, quiso disipar pronto los nubarrones y un cierto abatimiento que los acompañan, preguntándose retóricamente si "¿existe alguna familia religiosa en la Iglesia que no haya nacido en el corazón de la crisis y de la tormenta?". "No sé si hay un místico o un santo que no se haya labrado y gestado en el terreno de la vulnerabilidad, de los fracasos y persecuciones", apuntilló.

Hilando con frescura y, a la vez hondura, su reflexión con citas de Santa Teresa, Jiménez Lozano, Elie Wiesel, Ben Jelloun, Florein, María Zambrano... el carmelita reivindicó "la inocencia abierta a la sorpresa" de la Vida Consagrada, subrayando que "este poner el pie en lo desconocido de Dios con la vida entera en juego es la base de la experiencia de la Iglesia y de la Vida Religiosa, en cada época de la historia".

Una transformación humilde

Desde ahí, este "teólogo de la vida cotidiana, o de la escucha maravillada", como se definió, invitó a fijarse en varios aspectos que están retando a la Vida Consagrada. Primero, el de la realidad. "Tenemos un problema de realismo, gran dificultad para percibir la realidad, sin domesticarla, sin sublimarla. La esperanza nace en el corazón de la realidad, no en el idealismo o la ideología", señaló, recalcando que "tengo la impresión, desde que estoy en este servicio especialmente, que nuestra vida religiosa tiene un serio problema con la realidad. Nos cuesta mucho trabajo ver, aunque parezca evidente. Si viéramos la realidad nos empujaría a cambiar, a un éxodo, a una transformación humilde".

El cardenal Bocos y el obispo Luis Ángel de las Heras, entre los asistentes a la SNVC
El cardenal Bocos y el obispo Luis Ángel de las Heras, entre los asistentes a la SNVC RD/Captura

A continuación, trajo a escena "la estructura y el número", "cáscara", dijo, que "no perdurará tal cual y no debemos lamentarnos". En este sentido, afirmó que "nos sobra coraza y miedo, nos falta frescura y confianza", haciendo suyas "la voz de otro mensajero profético, Monseñor Agreloque, con fuerza desconcertante nos lanza esta convicción: 'Doy gracias a Dios por el fracaso de nuestros intentos de llenar nuestras casas con nuevas generaciones destinadas a mantener un modelo de vida religiosa que no encaja en la nueva situación del mundo y de la Iglesia … No se trata de volver a ser ‘muchos’, sino de dejarnos hacer por el Espíritu”.

Abordó igualmente el tema de la comunión, asegurando que "del descenso a las raíces, de ese ‘desasimiento’ y despojamiento de todo ego, de la cura de nuestras autorrealizaciones, donde nos lleva Dios siempre que le dejamos realizarnos, nace la posibilidad de una comunión".

Atrincherados en los prejuicios

"Tengo la impresión -prosiguió el religioso- de que en nuestro planeta Iglesia seguimos sin entrar en este desafío de comunión en la diversidad, prejuiciados y bien ubicados en posiciones atrincheradas, sin posibilidad de profunda comunión, más allá de los ropajes. Derechas-izquierdas, liberales-tradicionalistas, Benedicto-Francisco, etc. Un ejemplo en nuestro contexto de Carmelitas, un pecado canonizado y lamentable, la distinción entre ‘auténticas y relajadas’, o, al revés, el juicio: las carcas y las normales, juicio malévolo".

Frente a ello, invitó Márquez a "atravesar las fronteras de los prejuicios, como diría Edith Stein, para acercarnos a la realidad desvestida de nuestras etiquetas. Hermoso reto de la Vida Religiosa nacido de su propio despojamiento y humildad. Desde aquí apelo a este desafío de comunión que atraviesa fronteras y abraza en la diferencia y en la verdad, el alma y la esencia de las personas y de las Instituciones. Cuando un carisma es bueno y sano, crea comunión. Cuando una institución en la Iglesia no es sana, crea división y se siente por encima de los demás. El Espíritu no hace sentir al santo o a una Congregación mejor que las demás. Es un detector contra el virus de la soberbia institucional".

Finalmente, enumeró una serie de "desafíos urgentes, inaplazables", "palabras para cuidar la casa de la esperanza común" y que pasan por "enamorarnos, acompañarnos, dejarnos discernir, simplificar, centrar, elegir, comunicación sincera, aventuremos la vida y bendecir los brotes".

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