Cardenal Shirayanagi: ¿Probar la Resurrección?

El Cardenal Shirayanagi (Emérito de Tokyo, 82 años), acompañando una peregrinación por la ruta de los mártires japoneses, hizo su primera estación en nuestra parroquia de los jesuitas de Rokko (Kobe). No llegó en borriquillo o bicicleta, pero...casi, casi...

En sacristía, desconcierto y sorpresa. Esperaban cardenal en coche y fámulo con báculo plegable y maletín de capa larga. Pero don Pedro -bien le cuadra el nombre de pila a este hermano pescador de “redes”- (guiño al tendido) llegó en autobús, sin acompañamiento porta-ropajes; celebró sin mitra ni báculo, no se puso la casulla larga superadornada (en nuestras iglesias jesuitas siempre quedan restos barrocos); solo pidió: “Prestadme alba talla mínima, soy bajito, y estola sencilla que no pese ni se enrede en los pies. Con eso basta”.

Su homilía no tuvo desperdicio. Nos transmitió como felicitación pascual, la Buena Noticia de Jesús Vivo con estas palabras de su homilía:


“Como creyentes somos recipientes de misericordia. Sembremos en la sociedad la compasión que hemos recibido gratuitamente, para que se curen las heridas de un mundo inmisericorde.

En la Vigilia Pascual hubo bautizos de adultos y renovamos las promesas del bautismo. Ahora, en esta semana de Pascua, María la primera evangelizadora y las mujeres del relato evangélico nos invitan a no buscar al Resucitado donde no está, en tumbas vacías o sábanas abandonadas, sino a encontrarlo en la vida al practicar su camino.

Quienes se bautizaron en la Vigilia Pascual se hicieron cristianos y cristianas, pero no como meros creyentes en solitario, sino entrando en una comunidad testificadora de que Jesús vive. En esta Eucaristía pedimos perdón en plural, porque cada falta de misericordia hiere a toda la comunidad; en plural confesamos la fe, con el Credo; como comunidad creyente; y se nos envía, en plural, a sembrar en el mundo la misericordia recibida.

La Iglesia no se reduce a un edificio ni a una organización burocrática. Hemos de ser, ante todo y sobre todo, comunidad testimonial de la Resurrección. Pero la única prueba de la Resurrección es nuestra práctica del encargo de Jesús: tratarnos mutuamente como Él nos trató, se dió y amó.

Hermanos y hermanas, no nos quedemos en meros recipientes de la misericordia. Convirtámonos en canales difusores de compasión. Recojamos el testigo que nos transmiten los mártires, que dando la vida sembraron frutos de compasión en un mundo necesitado de misericordia.”

Hasta aquí las palabras de monseñor Shirayanagi (no le gusta que le llamen “Eminencia” ni “Excelencia”).

Mientras taquigrafiaba sus palabras lo más literalmente posible, me emocionaba estar junto al altar acompañando, a la vez como concelebrante y acólito, al pastor que hace 36 años, en la Catedral de Tokyo, me impuso las manos ordenándome para el ministerio sacramental del Pan de Vida, la Reconciliación Eclesial y la Proclamación de la Palabra.

Lo comparto, en estos días de gozo pascual, con lectores y lectoras del blog, con una plegaria agradecida por el testimonio de un obispo que confirma en la fe a la comunidad, hablando en positivo, animando y dando esperanza.
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