Reproducción asistida: ¡sí es procreación!

Leimos en Ecclesalia Digital esta afirmación: “Producir niños en el laboratorio es impropio de la dignidad humana, porque se trata de un acto de producción. Los niños no se deben producir, hay que crearlos”. Así lo afirmaba cierto teólogo, vocero oficial para más señas, amigo de acelerar sin licencia de conducir por las autopistas de la bioética. Habrá que tachar con lápiz rojo algunas frases de su texto para que, al menos, logre el aprobado en moral.

Hace años que cayó en desuso el calificativo de “artificial” para la fecundación in vitro, tan natural como las otras. Calificarla de “producción o fabricación en laboratorio” , o verla como “lesiva del ser humano” o como opuesta al “acto personal” y a la “relación íntegramente humana” es un modo de hablar insultante para los esposos y progenitores de la criatura.

En la Enciclopedia de Bioética (Georgetwon, 1978) todavía se hablaba de “tecnologías de reproducción” (reproductive technologies). La edición revisada de 1993 ya pasó a decir “reproducción humana” (human reproduction). Ahora hablamos (en portugués, francés y español, con la misma abreviatura: PMA) de “procreación médicamente asistida”, porque es auténtica procreación.

Como dijo el cardenal Lehman: “Ni fabricamos bebés como muñecas, ni nos los trae la cigüeña. Hacemos los hijos que Dios nos da y Dios nos da los hijos que hacemos nosotros”.

Este cardenal presenta la enseñanza de la iglesia de modo positivo y esperanzador, sin quitarle credibilidad ni hacer un flaco favor a los criterios y valores que todos deseamos promover.

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