No alargar la vida a ultranza: moral budista y cristiana

No estamos obligados a prolongar la vida, decía Francisco de Vitoria en 1557 (Relectiones theologicae, B.A.C., 1069 ). La respiración artificial es lícita, pero no obligatoria, decía Pío XII (24-IX-1957).“No estamos obligados a usar recursos desproporcionados”, repetía en 1980 la Congregación para la Doctrina de la Fe: “No se puede imponer el recurso a una técnica que, aunque sea corriente, es una carga. Rehusarlo no es suicidarse, sino asumir la condición humana” (Iura et bona, n. 28). Lo confirmaba Juan Pablo II Evangelium vitae, en 1995 (vitae, n.65). Instancias eclesiásticas “más papistas que el Papa” lo olvidaban al censurar a Inmaculada Echevarría (cuya decisión fue legal, ética y teológicamente correcta). Budistas y cristianos coinciden.en no confundir el adelanto injusto de la muerte con la limitación del esfuerzo terapéutico.

Aunque hay variedad de opiniones según épocas, la tradición budista rechaza el homicidio, aun por compasión (Vinaya, II, 79), pero admite asumir la muerte sin prolongar situaciones incurables.

Buddhagosa (s.IV) contrasta casos diferentes. Considera culpables a los monjes que procuraron la muerte del enfermo para aliviarle (Vinaya, Comentario, ed. Pali Text Society, II, 464). Ve falta leve en rehusar comida y medicación sin motivo, sólo por el deseo de morir. Pero lo justifica en el caso de una enfermedad seria y larga, sin expectativa de recuperación a pesar de los muchos cuidados.

En vez de discusiones sutiles en favor o en contra de un procedimiento, convendría plantear cuándo y cómo se muere dignamente. ¿Respetamos la dignidad humana durante el proceso de morir y la autonomía de quien muere? Poder elegir cómo vivir mientras se va muriendo: eso es muerte buena en el sentido ortodoxo de la palabra.
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