"Es quizá la figura  intelectual y pastoral más destacada del episcopado hispano de los últimos decenios" Juan María Uriarte: Sexo y género a debate (El amor es lo que importa)

Juan María Uriarte
Juan María Uriarte

Juan María Uriarte (Frúniz 1933), graduado en teología (Comillas) y psicología (Lovaina y), fue obispo auxiliar de Bilbao (1976-90), y titular de Zamora (1990-2000) y San Sebastión (2000-2009).

Fue mediador entre el gobierno de Aznar y la ETA, manteniendo una postura evangélica dialogante, en temas de sociedad e iglesia.

Es quizá la figura  intelectual y pastoral más destacada del episcopado hispano de los últimos decenios, en contra de posturas actuales de enfrentamiento y crispación.  

En este momento (12.2.24), bien cumplidos los noventa años, acaba de sufrir un ictus grave, que le mantiene hospitalizado. Rogamos por su restablecimiento, para seguir gozando de su magisterio y amistad. Aupa Juan Mari, bihotzez

Introducción

Hace un mes hablamos extensamente de este libro. Me dijo que muchos (dentro y fuera de la iglesia) le criticarían, unos por insistir en el amor sobre género y sexo, otros por no condenar sin más toda ideología de género (quizá sin entenderla), en clave de poder, no de humanismo, ni amor ni evangelio. Le dije “procuraré situarlo”, me dijo “espero tu juicio, sin prisa”.

Eso estaba haciendo cuando recibí esta mañana la noticia de su gravedad.  Ahora, sin pulir mejor mi introducción a su pensamiento, quiero dedicarle estas paginas mi blog de RD y en FB. Otro día, con más distancia y reflexión ofreceré, Dios mediante, una semblanza personal de su obre y pensamiento. Por ahora, un abrazo, Juan Mari, nos queda pendiente la cena a la que nos invitabas,  a Mabel y a mí, “tan pronto como vengas por Bilbao, pero no tardes que estoy algo delicado”.

Con esto paso al tema del libro que, dentro de la iglesia hispana, es el libro más significativo sobre sexo y género, escrito por alguien que es no sólo maestro en antropología y psicología, sino animador de vida cristiana.

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Sexo Y Genero A Debate de Juan Maria Uriarte - Livro - WOOK

Para empezar, diré que  Uriarte sabe que  el sexo está más vinculado a las funciones somático/biológicas del ser humano,  con sus dos tipos básicos (masculino y femenino), aunque con variantes muy significativas, mientras que el género, estando vinculado al sexo, depende más de otros elementos de tipo educativo y cultural, personal y familiar, psicológico, social y político, e incluso jurídico y religioso.

De esos aspectos trata con sobriedad, claridad, serenidad y hondura, desde una perspectiva histórica, explicativa, valorativa y  operativa, recogiendo con precisión  y respeto las diversas formas de plantear el tema, entre la exageración de aquellos que interpretan el género (e incluso el sexo) como pura construcción humana y la simplicidad aburrida y dogmática de aquellos, que desde dentro y fuera de la iglesia, sin conocimiento verdadero  y sin estudio de los evangelio, de Pablo y de Juan, condenan todo tipo de mal llamada “ideología de género”.

 Es normal que, en este tiempo de simplismos y de mantras ciegos, vayan a criticarle muchos de uno y otro lado de la valla. A unos y a otros quiero invitarles a entrar en este libro para aprender y formarse un juicio, tanto si son ministros de la iglesia como si son profesionales de la educación, medicina y ciencias sociales, o simples amigos del conocimiento y de la vida.  Para aquellos que no tengan ocasión o tiempo de acceder directamente  al libro pueden servir las reflexiones que pueden servir como introducción a al tema y lectura del libro.

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 1. Los poderes del amor. Ni sexo ni género, el amor es lo que importa

 El amor no se demuestra, sino que se vive y canta, como hace la Biblia,  no sólo en el Cantar de los cantares del AT (Cant), sino en su gran Canto al Amor (1 Cor 13), donde se dice que el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta», para decir en realidad «todo lo puede».  

2. En el plano afectivo-sexual estamos casi presos (dentro de un tipo de iglesia) en patriarcalismo de ley más que de amor, que se expresaría así. (a) Como amante, el varón debía ser el fuerte: Poderoso en voluntad, claro en ideas, robusto en cuerpo, decidido en sus acciones. Éste es el amor que se impone y expande, desde el varón a la mujer desde los padres hacia los hijos. (b) Por su parte, la mujer tendría que ser cálida, atractiva, acogedora… dejándose querer, pero en la  línea en que le quiere el padre o el marido. Ya sé que no aceptáis este esquema, pero puede servirnos para seguir pensando.  

 3.  En el plano operativo-personal podríamos recordar algunos pasajes del evangelio, en los que el amor aparece como principio de curación: «Si quieres, puedes curarme». Jesús contesta: «Quiero, queda limpio» o «tu fe te ha salvado». Hay un poder de sanación que se halla unido a la palabra del querer y a la fe que confía en Dios. «Querer es poder», dice el refrán. Se trata, en nuestro caso, de un querer lleno de amor, un «querer de fe» que mueve montañas, crea mundos y destruye los poderes del mal y del infierno, a través de una palabra creadora. Éste es un poder de afecto. Amar es “querer”, es una “gana” poderosa (Unamuno), es un deseo activo.

 4. Amor que cura, Juan de la cruz. Los hombres sin amor se hallan enfermos, de forma que viven en situación de muerte. Sólo si acogen el amor y lo cultivan podrán sanar, vivirán curados.  Por amor nació la vida humana, por amor se cura, como decía Juan de la Cruz   Pero eso medicina será incapaz de curar de verdad, si los hombres no aman:

La salud del alma es el amor de Dios, y así, cuando no tiene cumplido amor, (el alma) no tiene cumplida salud, y por eso está enferma. Porque la enfermedad no es otra cosa, sino falta de salud, de manera que cuando ningún grado de amor tiene el alma, está muerta… La salud del alma es el amor ( Cántico B, 11, 11; Avisos espirituales).

 Con sólo dinero y ciencia los hombres no viven. Con sólo soldados y policía se siguen matando. Ellos necesitan otra curación, porque la vida es amor y sin amor el hombre muere.

Uriarte
Uriarte

 5. Amor que transforma.  La Madre de Jesús decía que el amor «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los oprimidos» (Lc 1, 52). El amor de Dios a los pequeños-oprimidos y, partiendo de ellos, crea sobre el mundo un tipo de humanidad reconciliada. Ésta es la palabra del amor que invierte las condiciones sociales, el anuncio de un poder de gracia que se expresa a través de la transformación radical, de tipo ético, sin necesidad de tomar los resortes del Estado, desde la misma raíz de la existencia humana.

 6. En el principio no está el ser, entendido de un modo ontológico, sino el ser, sino amar. Filósofos griegos y escolásticos cristianos pensaron que el amor ha de entenderse desde el ser, en un mundo entendido como un orden, expresado a modo de materia-forma, acto­-potencia. Desde esa perspectiva, la potencia significa la capacidad que los seres tienen de realizarse, sea de un modo pasivo (capacidad de ser cambiado), sea de un modo activo (capacidad de actuar y cambiarse).

En un caso o en otro, el ser impondría su poder sobre las cosas, de tal forma que el amor sería sólo un dato posterior, un accidente. Las cosas son lo que son y el hombre resulta incapaz de transformarlas. Eso significa que el amor se encuentra sometido a los dictados del ser, interpretándose en función de algo anterior, de la ontología.

 7. El principio de la vida no es la voluntad de poder, sino la experiencia y gozo de amor. El hombre moderno de occidente ha divinizado el poder, por encima del amor, creando así un tipo de sociedad opresora y violenta que poder terminar destruyéndose a si misma. De la voluntad como principio de todo hablo Kant (1724-1804) en la  Crítica de la razón práctica y, sobre todo, en Schopenhauer (1788-1860) que interpreta el ser como expresión de la gran volun­tad original. Al final de ese camino F. Nietzsche (1844-1900) ha interpretado la voluntad de poder como principio de las cosas, en una línea que tiende a estar dominada por la técnica. No vivimos en una demo-cracia, sino en una teno-cracia  

8. El principio es la palabra de amor, el amor hecho palabra de vida. Estoy seguro de que surge, ha de surgir, un tercer tiempo en que el amor será principio y sentido de las cosas.  A mí me parecen impositivas: tengo miedo de un ser (una ontología) que se impone en forma de biología sexual como una especie de ley a la que debo someterme. También me aterra una visión del poder-de-voluntad como principio absoluto de las cosas. En contra de eso, estoy convencido de que en el amor hay algo que desborda los princi­pios naturales y el poder de la voluntad. Así pongo en el principio la Palabra (cf. Jn 1, 1), pero una palabra que es fuente de amor, diálogo.

Más aún, tengo la certeza de que estamos avanzando hacia un tercer estado de la historia en el que pueda desplegarse la potencia del amor como palabra creadora y comunión de vida.  En el principio está el amor y de su entraña brota el ser y la potencia creadora de los hombres. Si hubiera ser antes que amor nos hundiríamos en la angustia de un fatalismo sin remedio.  

Juan María Uriarte
Juan María Uriarte Diócesis de Bilbao

Nosomos” primero y después amamos, sino que amamos y porque amamos somos. Por eso digo que el amor es el poder originario, el principio del ser y el fundamento de la voluntad, pues el amor es Dios (Dios es Amor,  cf. 1 Jn 4, 7-70), como destacaré ofreciendo, como tú me pedías, una breve paráfrasis de 1 Cor 13:

9. Elamor todo lo cree (y lo crea).Por técnica y ciencia, el hombre puede construir maravillosos edificios de pretendida armonía, bienes materiales, equili­brios sociales. A través de su voluntad, el hombre puede cambiar las estructuras materiales de la tierra, ordenar la economía, dominar los pueblos. Pero sólo por éxtasis de amor surge la vida, crea Dios y el hombre crea. Amar es engen­drar (crear) en belleza. Desde la suprema transparencia del encuentro entre personas brota vida, nueva vida, nacen no sólo hijos biológico-humanos, sino formas de vida nueva entre los hombres. Amar es engendrarvida, bien lo sabes, no hace falta que ahora venga a precisarlo. El principio de todo no es el azar, ni la necesidad,n i un tipo de diablo, ni las fuerzas de la vida, ni el rodar de la materia, sino el amor gratificante del Padre Dios (según los cristianos).

9.El amor todo lo redime: No sólo es un poder de creación, sino fuerza que recrea, acoge a los perdidos, les asume, les eleva. Sabes bien que el verdadero amor respeta, deja que seamos en libertad, nos permite realizarnos en el riesgo, como Dios que es amor. Pero sabes igualmente que Dio no se ha limitado a respetarnos, dejándonos caídos, sino que viene hasta nosotros, participa en nuestro propio sufrimiento y nos ofrece un lugar en su existencia. Amar es “seguir creando”, acompañando al hijo en los riesgos de la vida, acompañando, consolando, potenciando a los demás, en las caídas, con-sufriendo desde el fondo de su mismo sufrimiento.

El amor nunca se impone con violencia desde fuera, ni oprime con imposiciones, sino que renuncia a su fuerza y se hace vida compartida y redentora entre pobres, sufrientes y perdidos. Esto significa que es potencia salvadora. En el centro de este mundo no está el mal, ni la caída de Adán, ni la opresión de los que intentan pasar por poderosos, ni la lucha entre las clases… En el centro de la historia está el amor de los hombres y mujeres.

 10.El amor todo lo potencia, todo lo impulsa, no imponiendo, sino “animando” (danto alma a lo que existe).No basta redimir de forma externa. Hace falta una presencia incitadora, una exigencia. Sólo ama de veras aquel que, sin violencia, capacita a los demás a fin de que realicen lo más grande y tiendan a la plenitud de sí mismos. El amor es, según eso, fuerza de transfor­mación, poder que nos capacita para encontrar sentido en la batalla de este mundo donde tantas veces nos angustia la visión del hombre como lobo para el hombre.    El mismo poder de amor suscita nuevas estructuras de vida, formas de existencia más transparente, abiertas a los demás, gratuitas, creadoras.  

 11.El amor todo lo culmina. Se piensa a veces que el amor acaba siendo empeño inútil: Hemos querido transformar por la fuerza, con violencia el mundo y al final nos encontramos con la misma ley del cosmos que parece burlarse fríamente de nosotros, pues no hay amor en nada.  Quien siembra en mundo recolec­ta en mundo; quien sólo siembra voluntad no encontrará más que su propia voluntad. Por el contrario, quien siembra en amor o, mejor dicho, quien deja que le siembren en amor, cosecha en comunión la vida perdurable.  

El obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte
El obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte

Una sentencia conocida dice: «Todo poder corrompe; Dios es el máximo poder; luego es también la corrupción más grande». Pero, esa sentencia es falsa o, por lo menos, muy parcial. Ciertamente,  un poder que se sitúa por encima de la ley, y se mantiene a costa de otros hombres acaba corrompiendo; en esa línea, un tipo de hombre de la modernidad se ha vuelto casi absoluto, en línea de dominio, corriendo el riesgo de destruir toda vida.

Pero, en contra de eso, quiero afirmar que hay un poder de amor (Amor-Poder) que es bueno, porque crea

12.Ciertamente está en el fondo un amor cósmico (eros), un poder que actúa en la naturaleza.  A ese amor “natural” debemos volver para tomar fuerzas (eros), pero no para quedar allí, sino para recrearlo (y recrearnos) desde la gratuidad del amor personal (agape). Nosotros, hombres y mujeres de la modernidad, que nos hemos perdido tantas veces en las mallas de las propias creaciones arbitrarias, nosotros, destructores compulsivos a lo largo de un proceso de expoliación de la naturaleza, debemos encontrar de nuevo la manera de escucharla y respetarla, sin cerrarnos en ella, descubriendo y desplegando el amor de las personas, en gratuidad, como agape.

 13. El amor personal más hondo se da entre de hombre y mujer como sexo…, sino entre hombres y mujeres, seres humanos, como personas-Ese amor de persona a persona se expresa en forma en forma de separación y comunión o, mejor dicho, de separación para la comunión. Ya sé que ese principio no se puede tomar de una manera cronológica, ni puede interpretarse con categorías ontológicas, fijadas para siempre. Ese principio se despliega y explicita en un camino en el que seguimos inmersos. En esa línea se puede hablar de tres momentos: 

(a) Ruptura/división humana, dos sexos predominantes (varón y mujer), con multitud de variantes, tendencias a veces fallidas, pero otras veces creadoras que dan sentido nuevo a este mundo. Para “crear” la realidad tiene que dividirse, dualizarse, como supo y dijo Platón, en el Banquete, como dijo el Génesis (la Biblia: Varón y mujer los creo).

(b) División para complementariedad personal, no para estar enfrentados y luchar por el poder,  sino para vincularse y completarse, unos al servicio de otros no sólo como varón y mujer, con contornos nítidos, sino con muchas variantes. Es bueno que sean distintos, varones y mujeres, y que halla otras variantes de género y sexo pero no para luchar y negarse unos a otros, sino para completarse, complementarse. Varón y mujer sólo pueden encontrar su verdad en la medida en que al distanciarse aprenden a enriquecerse y se vinculan uno frente al otro, en clave personal.

(c) Ruptura y apertura  trascendente. Hombres y mujeres, vinculados entre sí y distintos, pueden descubrirse y se descubren separados y unidos frente a su origen y unidad más alta, que es Dios, Dios varón y Dios mujer en el que se vincula y desde el que se despliega todo lo que existe. 

Uriarte

Momento más biológico (sexo).En un determinado plano, a fin de especializarse y producir seres más complejos, la naturaleza se ha dualizado, se ha dividido para encontrarse de un modo más alto, cada uno en el otro. Surgen macho y hembra, como expresiones básicas, complementarias de la riqueza de la especie, cuya “perfección” no se expresa ya por separado, en cada individuo sino que ha de haber al menos dos  para que se exprese toda su riqueza y para que su vida se despliegue. El sexo tiende a dualizarse de una manera “física” (hay varones y mujeres…). Pero esas dos forma no se dan siempre de manera fija (en línea binaria), sino que hay formas y expresiones distintas  del sexo de cada uno, variantes que no son de enfermedad, sino que pueden ser y son también de riqueza.

La vida así expresada en formas sexuales tiene una gran plasticidad y riqueza, que no puede cambiarse de un modo arbitrario, pero que puede modularse de formas distintas, conforme a la cultura del entorno y a la experiencia de cada uno, pero siempre en línea de “amor”, esto es de mejo apertura y encuentro con otras personas

Las diversas variantes de sexo no son para encerrarse cada uno en lo suyo, sino para comunicarse mejor con otras personas. Sólo al vincularse de esa forma unos con otros puede hablarse de  especie humana, no sólo en un plano biológico sino cultural, social, espiritual, humano.

Este primer momento de complementariedad dual resulta básico para entender la vida humana. La verdad de tu ser no consiste en que habites solo y suficiente, pues Dios (la vida) nos ha creado varones y mujeres, personas en comunicación, de forma que una parcela de tu ser (tu realidad y plenitud) se encuentre fuera de ti. De modo consecuente,   para hallarte has de perderte, salir fuera y encontrar en otro (desde otro) aquello que buscas y te falta.

Momento más psicológico: género. A nivel humano, la dualidad sexual, de tipo más biológico, expresada no sólo en dos formas “modelo” (varón y mujer), genera (despliega, o deja ver) formas distintas de individuación más psicológica y personal, que suelen llamarse “género”. Todo el mundo sabe que existen, de un modo general y de un modo más concreto en cada tiempo, lugar y cultura rasgos que parecen más propios de varón o de mujer, pero nadie puede distinguir perfecta­mente lo que es natural y cultural. De ello se ocupan antropólogos y psicólogos, sociólogos y teólogos, por poner unos ejemplos, desde perspectivas diferentes: Unos quieren explicar la diferencia a partir de caracteres naturales permanentes; otros prefieren afirmar que todo es cultura, excepto el aspecto puramente biológico (en el que también hay más variantes.

Uriarte
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Muchos afirman, con buenas razones, que el género femenino ha sido oprimido en los últimos milenios (tras un pretendido matriarcado antiguo). El tema es complejo, es arriesgado disociar naturaleza de cultura, pues el ser humano se ha venido a conformar en un proceso histórico, de forma que la misma distinción de varón y mujer depende en gran medida de nosotros: Varones y mujeres del futuro serán lo que ellos, de un modo general vayan creando.

Modelo binario. Ciertamente, en un sentido, los seres humanos somos “binarios” (varones y mujeres…); pero binarios de diversas formas, con formas distintas de ser varones y mujeres, como trenes que avanzan sobre dos  carriles, de forma que si sólo queda un carril (o es del todo dominante) el tres des-carrila. Es bueno y necesario en un sentido el modelo binario, pero no sólo de una forma, sino en formas distintas. En este sentido, dentro de modelo binario, varones y mujeres  tendrán han de tener los mismos derechos y las mismas posibilidades de realización, pero es muy posible que quieran volverse todavía más distintos que ahora, con aspectos y riquezas diferentes, de tal forma que se atraigan y completen de una forma aún más intensa. El amor seguirá siendo descubrimiento y cultivo de la unidad (unión) en la diferencia.

 Modelos ternarios… No se puede sacralizar el modelo puramente binario (varón/mujer, padre/madre, padre/hijo, madre/hija, amante/amado…), sino que como vio desde el siglo XII Ricardo de San Víctor, y como han puesto más tarde relieve los grandes pensadores de tradición cristiana, desde Ricardo de San Víctor hasta Hegel,  ha sido necesario no sólo descubrir sino trazar modelos ternarios de relación: Padre-madre →hijo; padre-madre → comunidad etc. Este es quizá el modelo clave de comunicación humana, el paso de la comunicación binaria al surgimiento ternario/trinitario del modelo Dios (cristianismo), sino de todo modelo de comunicación humana.

Apertura trascendente. Para hombres y mujeres, el sexo no es puramente biológico, sino que aparece como signo de vinculación cósmica, dualidad personal e incluso (¿sobre todo?) de experiencia superior, de trascendencia, tanto en sentido horizontal como en sentido superior de transcendencia:

-Modelo horizontal…Como dos ruedas vinculadas sobre un eje que sólo se mantiene en pie avanzando, como una barca impulsada sobre el río o canal (en sirga) sólo avanza si es que movida desde los dos lados, conforme al modelo de la cooperación o concordia que imaginó en teología Luis de Molina.

-Modelo de elevación o trascendencia… Los dos o tres “sujetos” o centros del amor no pueden estar sólo unidos entre sí, sino que han de estarlo desde el camino compartido hacia adelante y/o desde el espacio o principio superior que, en este caso, es la vida de Dios.

Conclusión. Lo que importa es el amor, pero el amor a través del sexo el género 

            Como he dicho, el sexo humano se encuentra vinculado al origen comunicativo  de la vida, y a la relación personal (que se expresa como diálogo, especialmente entre varones y mujeres). Pues bien, varones y/o mujeres, unidos por el sexo en comunión personal y de género , siguen hallándose abiertos hacia un plano radical de trascendencia. En esa línea, el amor nos abre hacia un espacio que, en palabra rica pero ambigua, pudiera llamar «espiritual».

Ciertamente, en un sentido, el sexo es materia, se sitúa en un plano de carne, mientras que el espíritu o comunión entre personas  parece más inmaterial, separado del sexo. Pero, en otra línea, ese espíritu o principio de integración sigue vinculado a la carne, de manera que la misma iglesia se ha referido desde antiguo a la resurrección de la carne.   

Dentro de poco, quizá a la vuelta de unos decenios, podemos habernos destruido, si dejamos que un potencial de ser violento nos domine. Pero si nos decidimos a crear amor, amando como Jesús a los últimos del mundo, no para tomar el poder sino para recrearlo, este mundo ya no será un mosaico perverso, irracional y combativo, de potencias destructoras: Habrá cesado la carrera de armamentos, una tecnocracia al servicio de la muerte; habrá podido surgir el reino del amor que esperamos.

Esta nueva cultura de amor sólo será posible allí donde los hombres quieran que el amor se manifieste como voluntad de vida y concordia, en un camino de avance fascinante hacia las profundidades inson­dables de lo humano que sólo entonces  podrán manifestarse. Estamos ante un reto de magnitud insospechada. En un principio, el hombre se ocupaba casi totalmente en la tarea de encontrarse a sí mismo, perviviendo y realizándose, en el fondo de una vida natural enigmática y a menudo adversa. En estos últimos siglos se ha mostrado absorto en la tarea de expresar su voluntad a través de una serie de gestos de dominio: conquistas, avances, revoluciones… Para que llegue el reino será necesaria una tercera revolución, la revolución del amor.

Uriarte

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