Abrahán, el intercesor

Orar
La figura de Abrahán es para todos los creyentes un modelo de fe, esperanza y de una confianza en el Señor poco común. Él confía que Yahvé puede resucitar un muerto, por esta razón se dispone a sacrificar a su único hijo único, el hijo de la promesa.

En una época en que se temía más que amaba a Dios, Abrahán se atreve a litigar con él cuando sabe que va a destruir la ciudad de Sodoma por el mal comportamiento de sus habitantes. El patriarca va rebajando el número de justos que puede haber en la citada ciudad para salvarla de la destrucción: Cincuenta, cuarenta y cinco, cuarenta hasta llegar a diez. Ahí se termina el regateo de este santo varón, su medida era una medida humana. ¿El Señor hubiera perdonado la ciudad si el número de justos hubiera sido menor? (Ge 18, 22-33).

No podemos desconfiar nunca de la misericordia de Dios que es padre. Su bondad no tiene límites. Jesús nos lo dice con claridad: “Si vosotros siendo malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuanto más vuestro Padre sabrá dar cosas buenas a quien se lo pide” (Lu 11, 13).

Orar, interceder sin desfallecer, confiar sin dudar de la misericordia del Padre celestial. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba