Alabar al Señor

Tobias y Sara
En el libro de Tobías tenemos un buen ejemplo de un fiel orante. La oración sincera tiene un gran poder y jamás es desoída por Dios Padre. Tobías, este israelita deportado a Nínive, que jamás dejó de practicar las buenas obras, y que por practicarlas perdió la vista, más tarde es recompensado. Su oración en los momentos difíciles era la siguiente: “Tú eres justo Señor, todo lo que haces es justo. Tú procedes siempre con amor y fidelidad. Tú eres el juez del mundo. Ahora, Señor, acuérdate de mí, vuelve tus ojos hacia mí. No me castigues por mis pecados, por las faltas que yo y mis antepasados hayamos cometido sin saberlo. Hemos pecado contra ti. Hemos desobedecido tus mandatos. Por eso tú nos has entregado al saqueo, al destierro y a la muerte… Reconozco que todas tus decisiones son justas al castigarme por mis pecados. No hemos cumplido tus órdenes, no hemos sido leales contigo… Déjame ir al lugar del eterno descanso. Prefiero morir a pasar tantas angustias en mi vida y tener que escuchar tantos insultos” (Tb 3-6).

Su hijo, que como su padre, es un sincero creyente, cumple el mandato de su padre de ir a Media a buscar una plata que le había quedado allí y que en los tiempos de escasez en que vivían les venía de perlas. Tobías se pone en camino acompañado por un ángel que va de incógnito. A orillas del rio Tigris, el hijo de Tobías que llevaba el mismo nombre de su padre, un pez quiere atacarle. El acompañante misterioso le dice de coger el pez y sacarle el hígado, el corazón y la hiel que pueden serle de gran utilidad.

Continuaron el camino hasta llegar junto la casa de Ragüel y el ángel dijo a Tobías: “Debemos pasar la noche en esta casa, Ragüel es pariente tuyo y tiene una hija llamada Sara, es hija única, tienes más derecho que nadie a casarte con ella” (Tb 6,12). Pero Tobías oyó decir que esta muchacha ya había sido dada en matrimonio siete veces y en misma noche de la boda murieron los esposos. El muchacho tenía miedo que a él le ocurriera lo mismo y con ello terminaría con la vida de sus padres ya ancianos y también él hijo único.

Tobías se enamoró de la joven y quiso casarse con ella. Su padre hombre honrado advirtió de lo que le había ocurrido a Sara en la misma noche de bodas con los matrimonios anteriores: “Hijo, te debo decir la verdad. Ya antes se la he dado a siete hombres parientes nuestros y todos han muerto la misma noche de boda al acercarse a ella. Ahora come y bebe; el señor hará que os vaya bien”. Todos en esta casa creían y confiaban y alababan al Señor.

Después de haber celebrado el matrimonio en el cual Ragüel alabó a Dios porque le había llenado de alegría y pidió misericordia por la pareja los dos jóvenes fueron a su habitación pero antes de acostarse oraron al Dios misericordioso en estos términos: “Alabado seas, Dios de nuestros antepasados, alabado sea tu nombre por siempre… Tú creaste a Adán y le diste por esposa Eva como compañera y apoyo… Tú dijiste no es bueno que el hombre esté solo”.

Vemos que la oración de esta pareja no es de petición sino de alabanza y bendición, se anticipan a lo que Jesús dijo que el Padre sabe de que tienen necesidad sus hijos antes de abrir los labios. Esta es la misión de los ángeles y de los santos en el cielo. ¿Por qué no anticiparla acá en la tierra?

Si algún lector no ha leído entero el libro de Tobías, le recomiendo que lo haga.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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