En tus manos, mi vida

Henry Ossawa Tanner, The Annunciation, 1898. Oil on canvas, 57" × 71½". Philadelphia Museum of Art.
Es mucha la riqueza que tuve la gracia de vivir durante mis años en Tierra Santa, donde el Evangelio suena de otra manera. Me gusta y necesito volver “virtualmente”, desde mi mente y alma, a tantos lugares que mis pies pisaron y mi corazón gozó. Uno de los lugares santos que llevo en el corazón y que me envuelve en el silencio del misterio de Dios, es la Basílica de la Anunciación, en Nazaret. Allí, Dios irrumpió en la vida de María, y ella vivió la experiencia del encuentro con Dios. Estar en la gruta de la anunciación, vivir la eucaristía o rezar el rosario allí, son vivencias únicas y que echan el ancla en el corazón. Ese lugar te envuelve, te abraza y te lleva al encuentro con Dios. María vive la experiencia del misterio de Dios y su respuesta fue la de confiar, “Hágase”. Ella se deja inundar por la Gracia y se abre a los planes de Dios en su vida. Para mí, es un decirle a Dios: “En tus manos, mi vida” y desde ahí, me fío y camino. “Dijo María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38) El silencio de la gruta nos lleva a María y Ella nos muestra el camino para acoger a Dios en nuestras vidas, con disponibilidad y entrega.

En la realidad de nuestra propia existencia, concédenos Señor, la capacidad de entrar en el silencio de nuestro ser, de buscarte y saber escucharte, de responder confiando a tu voluntad, de dejarte hacer en nosotros, de acoger tu Gracia.

“Tú me salvas…
No te cansas de mí,
aunque a ratos
ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto
me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio,
pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor
puede más que los motivos
Tenme paciencia,
tú que no desesperas,
que al creer en mí
me abres los ojos
y las alas…” (José Mª Rodríguez Olaizola, sj)


Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.
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