salió en La vanguardia eldomingo 11 Escucharse a sí mismo

cuando se practica con constancia esa forma de escucha acaba siendo real

Etty fue descubriendo así lo peor y lo mejor de sí misma: las grandes dimensiones de su ego, pero también las increíbles posibilidades positivas de su persona

La última vez (el 17 del pasado diciembre) hablé de la posibilidad de sustituir el lenguaje ascético de “negarse a sí mismo” por el de “escucharse a sí mismo” típico de Etty Hillesum, y que puede ayudar a conocer lo peor de uno mismo pero también mis mejores posibilidades. Sorprende el influjo adquirido por aquella muchacha alocada y mártir, más allá de toda confesión particular. Ello aconseja una mínima palabra sobre ella.

Hace poco apareció la traducción íntegra de su diario, que hasta ahora circulaba reducido a la mitad en más de veinte idiomas (Una vida conmocionada). Esa versión completa modifica algo la imagen anterior de Etty: impresiona su capacidad de autocrítica; pero también aparece ahora como más propensa a la neurosis. Ella misma, con su intuición, escribe que no sabe si su obsesión por sintetizar las dualidades no provendrá del miedo a una esquizofrenia futura. Y aunque la segunda y cuarta libreta pueden resultar pesadas por la obsesiva fijación de Etty en sí misma, también ayudan a descubrir las complejidades del psiquismo humano...

Y además, esta imagen más negativa vuelve más asombrosa la transformación de aquella muchacha. No es cierta la versión apologética de Etty transformada “por su encuentro con Dios”. Es innegable que Dios está presente y muy vivo en la Etty renovada, sobre todo a partir del décimo mes del diario. Pero, en los cuadernos anteriores, Dios es solo una vaga referencia típica del lenguaje de una sociedad no laica sino religiosa. Y Etty hasta se permite escribir en un momento que no sabe si tiene algo de atea.

¿Cuál es el factor que me parece decisivo para la puesta en marcha de aquella transformación? Además de la lectura de Rilke, lo que ella misma llama (y se propone como tarea) “escucharse a sí misma”. En un momento del comienzo del diario se describe como sentada en el suelo, arrimada a la pared con las rodillas a la altura del rostro; reclina la cara sobre esas rodillas, cierra los ojos y se escucha. Aquello se convierte en algo tan importante que, aunque escribe en holandés, recurre para calificarlo a un verbo alemán muy expresivo: hineinhören:escuchar hacia dentro (23 agosto, 4 y 5 septiembre, 12 diciembre 1941, 20 febrero 42, etc.).

Me gustaría comentar que, cuando se practica con constancia esa forma de autoescucha, acaba siendo real: lo más profundo de nosotros mismos sale a la superficie y “nos habla”. Y se atisban posibles o reales motivaciones de nuestras conductas, que nuestro ego había procurado ignorar.

Etty fue descubriendo así lo peor y lo mejor de sí misma: las grandes dimensiones de su ego, pero también las increíbles posibilidades positivas de su persona. Tan increíbles que es en ellas donde descubrirá a Dios. Un Dios que no es el de la cosmología (que sirve para poco), ni tampoco el Dios de la religión (casi siempre sutilmente modificado por nuestro ego), sino lo que cabría llamar el Dios de la interioridad. Etty cumplió así, sin proponérselo, aquel consejo de la sabiduría griega: “conócete a ti mismo” (gnothi seautón para citarlo en griego), inscrito en el templo de Apolo en Delfos y que algunos atribuyen a Sócrates. Pero lo cumplió a niveles insospechados.

Nuestras relaciones humanas están bastantes marcadas por recomendaciones o consejos de lo que a uno le ha ido bien (y que hoy han degenerado en la plaga de la publicidad que, además, genera pingües ingresos). Pues bien, sin ninguna autoridad por mi parte, me atrevo a dejar aquí esta sugerencia: escúchate a ti mismo, aprende a escucharte. Serás más crítico contigo, pero descubrirás también que lo más hondo y mejor de ti (cuando lo liberas de toda la hojarasca y las piedras que lo recubren) es de una calidad y una hondura que te puede devolver la fuerza y la esperanza en la vida, aunque no te ahorre sus malos ratos.

Quizás así encontrarás expresamente a Dios. Pero, aunque no lo encuentres explícitamente, si de veras te encuentras a ti mismo habrás hallado a Dios sin saberlo. Porque el detalle más sorprendente de ese “escuchar hacia dentro” es que eso no la encierra en sí misma, sino que le despierta el deseo de ser “bálsamo para tantas heridas”, solidaria hasta la muerte con su pueblo y “corazón pensante” para tantos a quienes las urgencias de su situación cautiva, les niegan tiempo para pensar.

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