A modo de “espejo” con el relato del éxodo, desde la vocación de Moisés, la salida, el paso del mar, y el maná, se pone fin al tiempo de desierto. La llegada a la Tierra prometida, con características semejantes, marca el final de esta etapa y un nuevo comienzo, el del asentamiento. Cesa de caer el maná y se celebra la fiesta de pascua. El pueblo que vuelve del exilio en Babilonia también debe volver a empezar, reunirse, celebrar.
Pablo se presenta como “ministro de la reconciliación”, es decir “acerca de la reconciliación" que nos trae Jesús en la pascua a partir de su solidaridad extrema con la humanidad. Solidaridad que también manifiesta Pablo en su vida y su predicación marcadas por la gratuidad, a diferencia de sus adversarios.
La introducción presenta a Jesús comiendo con pecadores; este hecho desencadena la murmuración de los religiosos de entonces. La parábola que Jesús propone contrasta la actitud del Padre, derrochando ternura, con la del hijo mayor, que reclama justicia y no acoge a su hermano que ha vuelto. Presentando dos actitudes, Jesús nos confronta con “nuestra” actitud frente a los hermanos despreciados, y pecadores.