El rating del Espíritu Santo

Pensar que la presencia o ausencia del Espíritu Santo se mide en números (vocacionales, por ejemplo) es insustancial y hueco.

Es evidente que los grupos fundamentalistas (en lo político y en lo religioso) tienen gran capacidad movilizadora.

El millón de jóvenes en el jubileo, más que un signo de esperanza puede ser un signo de preocupación. ¿De qué juventud hablamos?

Medir en clave rating el Espíritu Santo, el que sopla donde quiere, no tiene sustento teológico ninguno.

El rating del Espíritu Santo

Eduardo de la Serna

Con mucha frecuencia y poca hondura se ha escuchado decir y repetir que la abundancia de vocaciones son un signo del soplo del Espíritu Santo en una comunidad eclesial.

En nuestra historia reciente, hemos pasado por períodos donde las vocaciones a los ministerios ordenados fueron abundantes y otros en los que son escasos. Y, de ninguna manera osaría negar que “algo dice” Dios Trinidad en esto, pero, entender que la abundancia o escasez de ministerios o vocaciones son expresión de una bendición divina me parece teológicamente insostenible y, además, insustancial. Es el mismo criterio de la prosperidad o de entender la retribución divina en clave numérica. Dios “bendice” con larga vida, cosechas, ganado, bienes, hijos… se sostuvo en un primer tiempo bíblico, y, lo sabemos, la experiencia misma fue dejando de lado esta imagen de Dios (como los libros del Qohelet y de Job lo manifiestan clara y evidentemente).

Pues yo tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante su rostro temen, y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el que no teme ante el rostro de Dios. Pues bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo. (Qoh 8:12-14)

Creo que pensar o interpretar la bendición o no de Dios en clave numérica es caer en las trampas del capitalismo. Sencillamente.

Es evidente, en este tiempo, que los grupos fundamentalistas (en lo político y en lo religioso) tienen una gran capacidad movilizadora. Los institutos religiosos ultraconservadores están llenos de vocaciones, y me permito dudar que se deba a un signo del Espíritu Santo. Sí creo que es un signo de los tiempos, pero, como tal, debe ser interpretado. Leerlo linealmente: cantidad = bendición es, por lo menos, un nuevo fundamentalismo, e, insisto, muy limitada lectura de los tiempos.

No es el caso acá buscar o intentar comprender lo que Dios está diciendo; pero sí es un punto de partida indicar que leer la cantidad en clave bendición es falso de toda falsedad. No es eso un signo de esperanza, pero sí puede ser un desafío. Pero eso es otra cosa. Más que un “por acá”, creo que el punto de partida es “no necesariamente por acá”.

Y, a modo de ejemplo, me permito dudar que sea un signo de esperanza el millón de jóvenes reunidos en el “Jubileo de la juventud”. Es más, puede ser un buen signo de preocupación. Precisamente por la gran capacidad movilizadora de los grupos fundamentalistas… (además del dinero, por cierto; ¿cuánta gente de nuestros barrios pobres pudo ir? ¡ninguna! Ciertamente ¡ninguna!). Solo el hecho de saber que más del 10% de ese millón eran del Camino Neocatecumenal ya invita a la preocupación. Hay decenas de otros grupos del estilo que también movilizaron gente, ¡mucha gente! Un millón de jóvenes, pero ¿qué jóvenes? Y, creer que eso es signo de la presencia del Espíritu Santo, y signo de esperanza, pues me genera exactamente lo contrario. Y, en ese contexto, lamento decirlo, las palabras del obispo de Roma no me dan ningún aliento.

Afortunadamente no creo que el futuro de las “cosas de Dios” ni el de la Iglesia dependa del número ni del Papa. El Espíritu Santo no suele ser ni medible ni ordenado ya que sopla donde quiere y hacia donde quiere. Buscar discernir ese soplo es el desafío. Y no con encuestas ni rating, sino en pequeñas semillas, levadura escondida o un “pequeño rebaño” … eso me parece bastante más coherente con el Evangelio del Reino. Y, de paso, en el mensaje a los jóvenes, no hubiera estado mal, al menos, usar una vez la palabra “reino”, ¿no? ¡Una pena! Un millón de jóvenes se quedaron sin escuchar lo fundamental.

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