La Biblia, los pobres y Gustavo Gutiérrez
la perspectiva dentro de la que nos ubicamos es, por un lado, la de aquella que intenta leer "desde el reverso de la historia", desde los pobres, y a veces con un acercamiento a aquella que se ha llamado "teología de la cultura" o "teología del pueblo" y que algunos han llamado, creemos que erróneamente, "teología argentina".
De Gustavo me atrapaba su centralidad de la Biblia y de los pobres (un oído en el pueblo y otro en el Evangelio). La insistencia en la teología como acto segundo por ser espiritualidad. La presentación de la Gratuidad de Dios.
En su libro póstumo Vivir y pensar el Dios de los pobres, "todo Gutiérrez" está allí.
En su libro póstumo Vivir y pensar el Dios de los pobres, "todo Gutiérrez" está allí.
| Eduardo de la Serna
La Biblia, los pobres y Gustavo Gutiérrez
Eduardo de la Serna
Me encontré con Gustavo Gutiérrez en algunas ocasiones, y, además, mantuvimos una ocasional correspondencia. No es el caso destacarla más que en función de él mismo.
En mis estudios, en la Facultad de Teología, jamás oímos hablar de la teología de la liberación (es bueno señalar que casi toda ella transcurrió durante la dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica lo cual aporta comprensibilidad). Sólo Lucio Gera nos habló de la centralidad del Reino de Dios. Debo confesar que en un encuentro con Gera (1990) él nos dijo, “no hay teólogo del que me sienta más cerca que de Gustavo Gutiérrez”; le comenté esto a Gustavo y dijo: “yo digo lo mismo”, e incluso acotó que él sabía que en Puebla, donde Gera fue perito y Gutiérrez tenía la entrada vedada, que Lucio dijo en un momento: “¡Acá falta Gutiérrez!” Fue recién después de cinco años de cura (1987) que, en lo que yo he llamado mi “viaje iniciático” a Bolivia, pude encontrar “otra iglesia”. Escuché hablar (más que de papeles, me refiero) de las Comunidades Eclesiales de Base, de los mártires latinoamericanos y de la teología de la liberación. Esto motivó a que me fuera adentrando en ella. Así llegué a Gustavo.
Debo decir – sin dar nombres – que me fui formando diferentes opiniones de distintos teólogos, que fui leyendo con más pasión a unos que a otros, que me fui identificando más con algunos que con otros. Así lo digo en mi tesis doctoral:
la perspectiva dentro de la que nos ubicamos es, por un lado, la de aquella que intenta leer "desde el reverso de la historia", desde los pobres, y a veces con un acercamiento a aquella que se ha llamado "teología de la cultura" o "teología del pueblo" y que algunos han llamado, creemos que erróneamente, "teología argentina".[1]
Es desde entonces que, particularmente inspirado por Gustavo Gutiérrez, pretendí – y pretendo – pensar y escribir “desde el lugar del pobre”.
Debo señalar que, siendo profesor de Biblia, desde el principio, esta fue un motivo particular de mi acercamiento a su teología. Si hacer teología es “hablar de Dios” no entendía ni entiendo que se pueda pensar teológicamente sin escuchar, sin contemplar al Dios que se revela en la Escritura. Desde su libro fundacional la Biblia y los buenos estudios nutren cada página de Gustavo. Si la Biblia es (o debiera ser) el alma de la teología, ciertamente, eso recibimos de la Teología de la Liberación. Gustavo sabe tener un oído en la Biblia y otro oído en el pueblo. [2]
Gustavo Gutiérrez era de “escribir poco”, según él mismo lo decía. De hecho, muchos de sus libros fueron originalmente artículos o conferencias, luego ensayos y finalmente una obra acabada (o nunca acabada, como puede verse en el extensísimo prólogo de 36 páginas que hace a la 14ª edición de Teología de la Liberación (1990). Tanto Teología de la Liberación como Hablar de Dios y En busca de los pobres de Jesucristo, fueron originalmente artículos, además de varias obras que no son sino una recopilación de textos. Se puede decir que son pocas las obras que Gustavo pensó y escribió como libro.
Otro elemento que me atrapaba de la teología de Gustavo Gutiérrez fue la centralidad de Dios del que constantemente destaca su gratuidad. Incluso en una carta me decía que “de Teresa de Lisieux recibí la gratuidad” y, más tarde, volviendo sobre el tema me precisó: Teresa me la mostró y de Agustín aprendí a teologizarla. Es cierto que la insistencia en la gratuidad – que se destaca desde Teología de la Liberación y se refuerza más en las siguientes obras – fue mal interpretada en ocasiones, pero eso no quita nada de la importancia de la gratuidad. Cuando Gustavo señala la preferencia de Dios por los pobres lo remarca claramente: no es por mérito alguno, es por gratuidad, porque “así es Dios”; Dios no los prefiere porque sean solidarios o porque sean más religiosos… Si lo son, ¡mejor para ellos!, los ama, “¡porque así es Dios!” Gratuidad y espiritualidad entendidas desde su precisa lectura y sentido bíblico.
Que la teología de la liberación se presente como “acto segundo” refuerza un planteo inicial: la teología de la liberación es “espiritualidad”. Es un caminar según el espíritu; recién después se reflexiona sobre ese camino de la fe vivida.
Pero, hemos de reconocerlo, la teología de la liberación “molestó” (y molesta). No faltan algunos con poco vuelo teológico que parecen más sociólogos que teólogos (nada en contra de la sociología en esta nota, solo señala que la sociología no es teología) y entendieron “el pobre” desde una perspectiva exclusivamente socio-económica, cuando ya desde Teología de la Liberación el planteo fue bíblico. Toda víctima, todo insignificante, desvalorado por la hegemonía o los poderes fácticos, puede verse claramente como “pobre” bíblicamente. Cuando se ponía en paralelo, como planteando otro horizonte, las teologías india, feminista, negra, y, luego desde otras situaciones de marginalidad, no resultaba difícil entender que todas ellas, y otras que pudieran surgir, se leen perfectamente desde la perspectiva bíblica de los pobres. Pero también molestaba (y molesta) a los acomodados, a los que se han desentendido y se desentienden de la vida y muerte de los pobres. Así, fue habitual escuchar y leer que, desde la caída del Muro, la teología de la liberación había muerto (o estaba agonizando), lo que era una manera obvia de decir que era una teología marxista y que, así como murió el comunismo, con él sus “intelectuales orgánicos”. Recuerdo en un encuentro en Brasil en 2001 que Gustavo, con ese fenomenal sentido del humor que lo caracterizaba, dijo que si la teología de liberación había muerto le llamaba la atención que no lo hubieran invitado al velorio.
En otro encuentro más tarde, supimos que Gustavo estaba escribiendo un nuevo libro. Creo recordar que el título que se insinuaba era “cerca de los pobres, cerca de Dios” o algo semejante. Gustavo todavía estaba en Notre Dame donde bautizó a la hija de unos amigos. Dos veces le pregunté, en sendos encuentros, por el libro que imaginaba sustancioso y, por tanto, lo esperaba con ansias. La última vez (2019) dijo que seguía retocando cosas y nuevos aspectos. Yo no sabía que ya había renunciado a seguir escribiendo y había dejado la edición en manos de Leo Guardado (quien, a su vez, en un encuentro, tampoco me dijo nada al respecto, lo cual es obvio). Yo, simplemente, sospechaba que Gustavo pretendía presentarlo como una obra póstuma.
Ahora se ha presentado Vivir y pensar el Dios de los pobres (Lima: CEP, 2025). Y debo decir que creo que “todo Gustavo Gutiérrez” está allí. Desde el título que presenta la teología como un acto segundo, la insistencia, persistencia y resistencia en partir “desde el lugar del pobre” (pocos textos de Gustavo no tienen la palabra “pobre” en su título).
En lo personal creo que ya ha pasado la “primavera bíblica” del inmediato post-concilio, y los estudios bíblicos están ausentes de congresos y de documentos eclesiásticos (vaticanos incluidos); la Biblia se ha constituido una suerte de adorno que embellece lo que ya se ha decidido decir. Partir de la Biblia es algo inexistente. Pero, ver que desde la primera a la última página de “Vivir y pensar…” la Biblia esté presente y sea criterio hermenéutico, no puede menos que alegrarme. Y mi primera alegría (que me hizo exultar intuyendo que mis expectativas con el libro se verían realizadas, es que la primera palabra de Gustavo de todo el libro es “La Escritura…”
La Biblia y los pobres, los pobres y la Biblia están desde la primera a la última página del texto. Los que hemos leído a Gutiérrez podemos ver referencias o reminiscencias a sus obras por doquier, como si de una obra síntesis se tratara. Casi podríamos decir – algo irónicamente – que Vivir y pensar el Dios de los pobres es una suerte de Teología de la liberación 2.0. Y, en lo personal, como cuando logré “entrar” en este hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, porque es un Dios de la Vida, y un Dios del que podemos hablar después de beber de nuestro propio pozo y haber estado en busca de los pobres de Jesucristo, para hablar desde la fuerza histórica de los pobres porque la verdad nos hará libres, como en ese entonces (o “esos entonces”) celebro que Gustavo siga abriendo caminos para que quien quiera oír, que oiga. Así, Gracias a Gustavo, con un oído en el Evangelio y otro oído en el pueblo sabemos que “hay que seguir andando, ¡nomás!” (Enrique Angelelli) [3].
[1] E. de la Serna, Diálogo entre la Biblia y Teresa de Lisieux. Preguntas desde América Latina, Buenos Aires: editorial Docencia 2012, 18-19.
[2] "Con todo, esta realidad compleja debe ser materia de un escrutinio realista y franco para evitar equivocaciones, por un lado, y desalientos, por otro, qué tanto cuestan de modo particular a los más débiles de la sociedad. De esta lucidez crítica depende la identidad de la línea pastoral y teológica que busca estar al servicio del evangelio y del pueblo de este continente. Es necesario, en consecuencia, tener en mente el camino hecho y sobre todo seguir atentamente los nuevos retos. Si lo hacemos así, estaremos en condiciones de responder a las demandas humanas y cristianas qué nos plantean estos días". (G. Gutiérrez, Vivir y pensar el Dios de los pobres, Lima: CEP, 2025, 93-94).
[3] El llamado a una nueva evangelización "es un llamado de envergadura. Se trata, ante todo, de refrescar nuestro contacto con las fuentes bíblicas y la vida cotidiana del pueblo en el que está presente la comunidad cristiana, lo que implica ser consciente de la gravedad y persistencia de una condición inhumana y de sufrimiento para tantos. Todo eso requiere asumir una diversa actitud pastoral y teológica frente a la hondura y globalidad del reto proveniente de la pobreza" (Vivir y pensar, p. 55).