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Llega la Navidad... ¿a todo el mundo?

Misa con pan-vino, mosto, pescado, leche-miel, queso, legumbres, aceite (elementos y alimentos)

Iglesia pide más atención sobre el pan y el vino para las misas ...

Conforme al ritual, las comidas fundamentales de la misa son el pan y el vino, con posibles variantes (pan de arroz o maíz, mosto, sidra etc.). Pero en la Iglesia primitiva hubo al menos trece alimentos “sagrados”, que quiero recodar, tras aludir primero a los cuatro elementos. Este es un tema clave, en un momento en que muchos plantean preguntas como éstas:

- ¿Por qué siempre pan y vino, y no otras comidas y bebidas más propias de cada cultura y de cada tiempo? ¿Por qué siempre el vino con su riesgo de embriaguez? ¿Qué hacer con celíacos, abstemios, alcoholizados...? Lea quien quiera plantear mejor el tema en estos días de preparación del Corpus.

(a)Elementos de la eucaristía (son 4):

  1. Acción de Gracias a Dios (eucaristía, eulogía ). No hay eucaristía sin dar gracias a Dios o bendecirle.
  2. Recuerdo de Jesús (anamnesis) . No hay eucaristía si no se “recuerda” a Jesús, su vida y mensaje, su muerte y las comidas (la cena final) que él celebró con sus discípulos.
  3. Invocación del Espíritu Santo (epíclesis). La eucaristía es una experiencia “carismática”, invocación y presencia del Espíritu Santo..
  4. Comida compartida (koinonia, synesthiein) . No hay eucaristía sin comunión con Cristo, tampoco sin comunión entre los hermanos.

(b) Trece alimentos o comidas (especies sacramentales).

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Recojo los doce fundamentales tal como los ha estudiado Harnack, indicando que no todos son igualmente importantes (los básicos son el pan y el vino). Debo recordar que en contra de los puristas bíblicos nunca se pone como central el cordero sacrificado… La eucaristía no es comida de “cordero”, como la pascua judía… El único “cordero” es Jesús, expresado en la palabra y en los alimentos compartidos por la comunidad, en su nombre, en su recuerdo. Éstos son los fundamentales:

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(cf. A. von Harnack (1851-1930), Brot und Wasser. Die eucharistischen Elemente bei Justin, Texte und Untersuchungen 1891, VII, 2. 117‒142, )

(c) Ampliación

El Nuevo Testamento no ha resuelto el ritmo de celebración de la eucaristía, sino que deja abiertos gozosamente unos caminos, que la iglesia debe explorar y recorrer: la fijación eucarística depende de la tradición antigua y la creatividad actual de la iglesia, llamada a re-fundar la eucaristía.

Hechos recuerda sólo la fracción del pan y la presenta como signo distintivo de la primera comunidad de Jerusalén y de los cristianos posteriores (Hech 2, 42.46; 20, 7.11; 27, 35). Es claro que no niega la posibilidad de que los creyentes tomaran igualmente vino, aunque destacaran la fracción del pan, por su valor simbólico de participación alimenticia. Pero es más probable que estemos ante una eucaristía de cada día, celebrada con el alimento normal de los creyentes, que recuerdan a Jesús en la comida.

En esta línea avanza el relato pascual de Emaús: Jesús “toma el pan y partiéndolo” se lo ofrece a los discípulos, de manera que ellos le reconocen “en la fracción del pan” (Lc 24, 30-31.35). Podría afirmarse que no ha sido una eucaristía estricta o que el vino se encuentra presupuesto, pero es más normal suponer que estamos ante un signo eucarístico centrado sólo en el pan.

Desde esta perspectiva puede interpretarse la famosa variante “occidental” de los manuscritos de Lc 22, 20: los textos que siguen la línea D (Codex Bezae) no incluyen la referencia al vino. Es probable que la redacción primera de Lucas sólo conociera una eucaristía del pan compartido; la referencia al vino sería añadidura posterior, a partir de las tradiciones paulinas.

Es evidente que Lucas conoce la referencia escatológica del vino, que está en el centro del logion de la invitación al reino (Mc 14, 25 par). Ella constituye el punto de partida de su relato de la Cena: Jesús empieza tomando el vino y ofrece la copa a sus discípulos, diciendo que participen de ella y beban “pues no beberá más del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios” (Lc 22, 17-18). Habría pues dos eucaristías: la del pan, celebrada cada día, en el camino de la historia; la del vino, que es objeto de esperanza y sólo podrá celebrarse de verdad en el reino de los cielos. Pues bien, anticipando de algún modo esa eucaristía celeste, las comunidades paulinas y luego todas las cristianas habrían introducido en la Cena de Jesús la referencia al Vino de su Entrega redentora.

Marcos y Mateo sitúan el relato de la cena en el conjunto de la “biografía kerigmático” de Jesús. Ellos no ofrecen (como 1 Cor 11, 24-25) el texto de un ritual, sino un recuerdo histórico fundante. Por eso, en principio, no tienen necesidad de evocar la repetición ritual: “haced esto”. Las “rúbricas” del rito no resultan necesarias en su texto. Lógicamente, sus relatos de institución eucarística no van contra la celebración eclesial repetida del con pan y vino. Pero, sus textos, y especialmente el de Marcos, podrían interpretarse conforme a este esquema:

(d) Eucaristía de Galilea y eucaristía de Jerusalén

Hay una eucaristía del pan y los peces, propia de la historia de Jesús en Galilea. Esta es la eucaristía diaria de la vida compartida, de la apertura de Jesus hacia pecadores y multitudes, comida de la solidaridad y gozo anticipado del reino, que define a los cristianos, como hemos visto ya y veremos aún en el capítulo siguiente. Ella debe repetirse.

Hay una eucaristía de la Cena de Jesús, que Mc 14, 22.-24 (y Mt 26, 26- 29) concibe de algún modo como única. Es la eucaristía del final de Jesús, la Cena de su entrega. Ella se celebró sólo una vez y expresa el sentido y permanencia de la donación y muerte de Jesús, en favor de todos. Por eso el texto no dice que se repita

Desde ese fondo ha de entenderse la palabra del joven de pascua, que pide a las mujeres de la tumba vacía que vayan a Galilea, donde verán a Jesús (cf. Mc 16, 1-8). Por eso, la eucaristía de la Cena ha de actualizarse en la comida con los marginados y pecadores, en la multiplicación de panes y peces de la vida de cada día, con los hambrientos del mundo. Esta lectura de Marcos (y Mateo) no es del todo segura, de manera que puede, y quizá debe, matizarse desde otros elementos de la misma dinámica interior de su evangelio.

Pero todo nos permite suponer que, según ellos, la eucaristía de Jerusalén, con el pan y vino de la Cena, marca un momento irrepetible en la dinámica del evangelio. Es irrepetible pero, paradójicamente, debe actualizarse en la vida de la iglesia que se inicia en Galilea, en torno a los signos del pan y los peces... Enigmática y gozosamente, el vino está ahí, el vino de la entrega de la vida y de la fiesta de Dios, unido al pan que es “cuerpo” de fraternidad mesiánica. Pero la unión final de pan y vino, con la entrega de la vida, sólo puede alcanzarse y celebrarse donde se reasume, una y otra vez, la eucaristía galilea: el compromiso en favor de los excluidos, las multiplicación de pan y peces. La iglesia posterior ha ratificado la eucaristía del pan y vino de la muerte pascual de Jesús, com único signo de celebración. Sería bueno que explorara más el camino de la eucaristía galilea.

Puede haber una eucaristía diaria de la fracción del pan, acompañado quizá por los peces, en la línea de Hechos. Esta es la eucaristía de la comida fraterna, la comunicación económica, ratificada cada día en el servicio a los pobres.

Puede y debe haber una eucaristía dominical festiva, donde recibe su sentido el doble signo del pan y del vino, celebración gozosa de la vida, en memoria de Jesús resucitado. Esta parece ser la novedad cristiana más antigua, en clave ritual: los seguidores de Jesús han aceptado el ritmo semanal judío, pero han cambiado el día y motivo de la celebración: recuerdan a Jesús cada Domingo (=Día del Dominus o Señor), tomando en su honor el pan y el vino, en comunicación sacral y social. Una eucaristía “dominical” celebrada cada día no tiene sentido.

Desde mediados del siglo II (controversias pascuales), los cristianos comenzaron a celebrar una pascua cristiana anual, en el domingo más cercano al plenilunio de primavera. Esa celebración no añade nada a la eucaristía más antigua de la iglesia, pero sirve para situarla en el trasfondo de las celebraciones anuales del judaísmo antiguo. De esa forma, la liturgia cristiana, que tenía sólo un ritmo semanal, empieza a tener otro anual.

PARA CELEBRAR FIESTA DEL PAN, FIESTA DEL VINO

(texto tomado de Fiesta del pan, fiesta del vino,pags. 214-222)

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