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JPM: ¿Fue Jesús discípulo de Juan? (Sobre el origen del bautismo cristiano)

El pasado 12 presenté un post titulado Antes que Cristo, Jesús fue Bautista (Jn 3, 22-25; 4 1-2). Como es normal, algunos lectores no especializados se sintieron sorprendidos por mi planteamiento, atreviéndose a emitir juicios que provienen de su falta de conocimiento (no de su mala voluntad). Como se sabe, en ciertos tema se puede opinar, en otros hay que aprender primero.

Por eso he querido ofrecer hoy el “status quaestionis”, es decir, la visión fundamental del tema, escrita por el mayor especialista, en un libro de texto, reconocido y alabado por el mismo Papa Benedicto XVI (Jesús de Nazaret 1, Madrid 2007, 414).

Es evidente que no todas las razones de JPM tienen igual valor, ni el mismo fundamento, pero son hoy aceptadas por la inmensa mayoría de los investigadores, creyentes o no creyentes, católicos, protestantes, judíos o agnósticos:

a) Jesús fue bautizado por Juan Bautista, habiendo sido por un tiempo discípulo suyo.

b) Durante un tiempo, Jesús asumió la misión de Juan Bautista, colaborando con él en su mensaje y bautizando como él, en la hoya del Jordán.

c) Jesús fue creando un movimiento propio, pero en relación con Juan Bautista, de manera que sus primeros discípulos habían sido antes “compañeros” suyos, discípulos del Bautista.

d) Como es lógico, a través de un proceso más o menos largo, surgieron divisiones entre los discípulos de Juan y los de Jesús, entre Jesús y Juan, de manera que Jesús acabó separándose de Juan, pero conservando siempre una gran veneración por su maestro.

Éstos son los temas principales del argumento de JPM que he tomado de su libro de texto (tomo II, 1, págs. 159-175). Como es obvio, no he podido reproducir sus notas críticas. Quien quiera leerlas y ver la justificación de lo aquí dicho deberá acudir a su texto.

El lector atento advertirá que mi postura (tal como la presenté en el post anterior) no es idéntica a la de JPM. Tres son los puntos básicos en lo que discrepo, en cuestiones que aquí no puedo desarrollar:

a) JPM ha criticado, a mi juicio, demasiado duramente a P. Hollenbach por su manera de presentar a Jesús como un “apóstata” de Juan Bautista. Tampoco yo sigo a Hollenbach, y, ciertamente, el apelativo “apóstata” me parece fuera de lugar, pero de algún modo han de precisarse las relaciones entre Jesús y Juan.

b) JPM cree que Jesús siguió bautizando tras separarse de Juan (en su misión de Galilea). En contra de eso, estoy convencido de que, tras dejar a Juan, viniendo a Galilea, para anunciar el Reino de Dios, Jesús dejó de bautizar. Su mismo mensaje de Reino (con sus curaciones) excluye el bautismo "de conversión" de Juan.

c) Pienso que la forma en que JPM vincula el bautista de Juan con el bautismo cristiano requiere mayor estudio, pues no es la adecuada. JPM es quizá, hoy por hoy, el mejor investigador católico (y cristiano...) de la vida de Jesús. Pero su opinión en este campo me parece menos adecuada. Cuando culmine su estudio y nos ofrezca las bases del surgimiento de la Iglesia, tras la muerte de Jesús, con un bautismo cristiano, que puede tener relaciones con el de Juan, pero que es muy distinto, podremos opinar sobre el tema. Por ahora, en este campo, su postura me parece menos adecuada

A pesar de ello, sigo pensando que JPM ofrece una de las mejores síntesis del tema, en clave de “libro de texto”. Y así he querido presentarla a los lectores que estén interesados por el tema. El post es algo largo, habrá que leerlo hasta el final para opinar, pero creo que merece la pena. Buen comienzo de semana para mis lectores.

JPM: ¿Fue Jesús discípulo de Juan?

La pregunta de si Jesús fue discípulo del Bautista genera inmediatamente

otra: ¿qué se entiende por discípulo?

Por definición, el simple hecho de que Jesús dejase Nazaret, fuese a la región del Jordán para escuchara Juan y aceptase su mensaje hasta el punto de recibir su bautismo significa que, en el sentido amplio de la palabra, se hizo discípulo suyo.

Además de ser un profeta escatológico, y precisamente por ello, Juan era un

maestro y guía espiritual que enseñaba un particular rito de observancia

como señal del comienzo de una vida nueva.

En tal medida, al someterse a su mensaje y bautismo, Jesús se convirtió

en discípulo, en alumno de ese profeta llamado Juan.

Hasta aquí no suele haber grandes discrepancias. Lo verdaderamente

Controvertido es si Jesús fue "discípulo" en un sentido estricto.

Después de su bautismo, ¿permaneció integrado durante algún tiempo en el círculo

Intimo de los bautizados que seguían a Juan en sus recorridos bautismales

por el valle del Jordán (cf. Jn 1,28.35-37; 3,23), lo ayudaban en sus predicaciones

y bautismos (3,25) , recibían de él una enseñanza más pormenorizada

de su mensaje (3,26-30) y compartían su espiritualidad ascética

concretada en el ayuno (Mc 2,18), la oración (Lc 11,1) y quizá (al

menos temporalmente) el celibato?

Inmediatamente debemos ponernos en guardia, ya que la información sobre los discípulos de Juan ofrecida en los Evangelios y en Hechos es escasa e indirecta

y puede reflejar las prácticas de los seguidores del Bautista no en vida de éste,

sino en los primeros tiempos de la Iglesia.

Sin embargo, a juzgar por los pasajes recién citados

del cuarto Evangelio, de Marcos y de la tradición especial de Lucas,

el testimonio múltiple hace probable que Juan tuviese

verdaderos discípulos durante su ministerio.

No hay indicio, en cambio, de una comunidad estructurada en vida

del Bautista ni, de hecho, después de su muerte. Siguió habiendo discípulos

suyos a lo largo del siglo 1, como Hch 19,1-7 muestra y el Evangelio

de Juan insinúa con su blanda polémica; pero, a pesar de pretendidas

conexiones posteriores con la secta de los mandeos, en los siglos siguientes

no parece haber sobrevivido ningún grupo identificable de discípulos

en continuidad con el Bautista histórico, aunque sí subsistieron otras sectas

baptistas.

Parte de la dificultad de hablar sobre los discípulos de Juan

radica en su falta de estructuración como grupo, especialmente en vida de

él. Jesús, Andrés y Felipe (Jn 1,35-37.40.43-44) probablemente no eran

los únicos judíos que dejaron al Bautista después de haber estado en su entorno.

Según los datos disponibles, nadie que recibiese el bautismo de Juan

estaba obligado por ello a quedarse a su lado, ni nadie que se quedase estaba

obligado ipso facto a hacerlo de modo permanente. Parece, pues, cuestionable

llamar "defección" o "apostasía" al abandono del círculo íntimo

de Juan, cuando en buena medida ese grupo era de carácter amorfo y no

permanente.

Tras todas estas salvedades y advertencias, podemos formular nuestra

pregunta con mayor conocimiento de lo que inquirimos con ella: después

de su bautismo

¿estuvo Jesús algún tiempo en el círculo más íntimo de los discípulos de Juan?

¿Se hizo discípulo suyo en el sentido estricto de lapalabra?

Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre el asunto. Becker

y Hollenbach sostienen enérgicamente que Jesús fue discípulo de Juan en

el sentido estricto. Otros, como Ernst, muestran gran reserva al respecto,

mientras que Gnilka rechaza la idea. Naturalmente, la cuestión no está

tan clara como algunos pretenden, y por eso es preciso señalar dos puntos

iniciales.

1) EN PRIMER LUGAR, conviene advertir la ironía de que el único dato,

aunque indirecto, de que Jesús fue discípulo de Juan proviene del muy

difamado cuarto Evangelio. A veces se invoca como prueba el material Q

de Mt 11,2-19 par.; pero allí no se da a entender sino que Jesús y Juan

eran predicadores populares similares, aunque diferentes en sus ministerios,

y que por eso Jesús creyó necesario definir su posición con respecto

a Juan

A fotrtiori, el relato de la controversia sobre la autoridad de Jesús

con la pregunta sobre el bautismo de Juan (Mc 11,27-33 parr.) no

prueba que Jesús hubiera sido discípulo del Bautista en el sentido estricto.

Sin los capítulos 1 y 3 del cuarto Evangelio, dudo que a nadie se le hubiese

ocurrido ver en esas tradiciones Q y marcana un indicio de que Jesús

había sido discípulo de Juan.

La estructura narrativa de los sinópticos sugiere una rápida sucesión de acontecímientos:

Jesús es bautizado por Juan

e, inmediatamente después, pasa cuarenta días en el desierto (el relato

de las tentacíones); a continuación se produce el arresto del Bautista

y, acto seguido, Jesús va a Galilea a emprender su propio ministerio

De tener algún propósito esa línea narrativa marcana es precisamente el de

excluir cualquier momento en que Jesús pudiera haber estado en el círculo

íntimo de los discípulos de Juan. Irónicamente, la clarificadora idea

de un posible aprendizaje de Jesús en la "escuela" del Bautista se la debemos

al Evangelio normalmente considerado no fiable para reconstruir al

Jesús histórico.

En este caso concreto, muchos críticos no tienen inconveniente

en decir, al menos sotto voce, que el cuarto Evangelio acierta y

los sinópticos yerran.

2. EN SEGUNDO LUGAR, pese a negarme a desechar a priori el Evangelio de

Juan como ahistórico, reconozco que es recomendable una especial cautela

en lo referente a su tratamiento del Bautista. Por de pronto, al depender

exclusivamente de este Evangelio, se pierde el beneficio del testimonio

múltiple. Luego está el hecho de que, si bien no se puede rechazar

por las buenas ese documento como posible fuente del Jesús histórico.

3. FINALMENTE, aunque aceptemos como esencialmente históricos los relatos

de sus capítulos 1 y 3, debemos ser sinceros: en ningún lugar de ellos

se describe explícitamente a Jesús como discípulo de Juan.

Ese discipulado se infiere

a. de que Jesús aparece en el círculo del Bautista,

b. de que proceden de ese entorno sus primeros seguidores

c. y de que, aparentemente, Jesús imita la práctica

de Juan de bautizar a los discípulos, imitación que creó

cierta rivalidad.

Son indicios interesantes, pero indicios al fin; y entre ellos

y cualquier conclusión hay mucho que argumentar. Es oportuna, pues, la

llamada de Ernst a la prudencia sobre lo que debe quedar en el terreno de

la especulación. Teniendo presente esa advertencia, echemos un vistazo

a cada uno de los indicios.

1) JUAN COMPARTE UN INDICIO CON LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS Y HECHOS:

la profecía del Bautista de Jn 1,27 sobre "el que viene detrás de mí"

Quienes piensan que Jesús fue discípulo de Juan mantienen que,

en otros lugares de los Evangelios, erkhein opsisô expresa

siempre la idea de ir detrás de un maestro como discípulo y nunca tiene

sentido temporal.

Pero, aunque se admitiese esta afirmación en la medida en que lo permiten las posteriores etapas de la tradición y redacción cristiana de los Evangelios,

la idea del discipulado no representa, con toda probabilidad, el sentido original del dicho de Mc 1,7 ni menos aún el de Jn 1,27.

Como hemos visto en el capítulo 12, si se admite que este logíon procede

del Bautista histórico, es preciso entenderlo dentro del contexto del

ministerio independiente de Juan, sin ninguna referencia a Jesús. De ahí

que, al tratar de averiguar quién es "el que viene", los especialistas le atribuyan

identidades dispares: desde Dios hasta un celestial Hijo del hombre,

pasando por un Mesías terreno y un profeta similar a Elías.

Cualquiera que sea la identidad correcta, ninguna de estas figuras habría sido

designada jamás por el Bautista como uno de sus discípulos . En boca de

Juan, el dicho original habría tenido un sentido temporal, como "el que

aparecerá poco después de mí". Es posible, sin embargo, que la tradición

cristiana posterior viese en erkhetai opisô una referencia al discipulado.

Pero, dado que los autores del NT tienden a presentar cada vez más

subordinada la figura de Juan a la de Jesús, y no a la inversa, me parece

más probable que incluso en los actuales Evangelios el sentido sea temporal:

Jesús adulto entra en la escena de la historia después que Juan y, a pesar

de ello, no es un simple seguidor o sucesor suyo, sino que está por encima

de él.

La situación no es, pues, comparable a la de Moisés y Josué ni

a la de Elías y Eliseo. En suma, Jn 1,27 parr., el indicio que el cuarto Evangelio

comparte con sinópticos y Hechos, queda descartado como prueba

de que Jesús fue discípulo de Juan en el sentido estricto de la palabra.

2) NOS QUEDAMOS, POR TANTO, CON LOS INDICIOS QUE APARECEN EXCLUSIVAMENTE EN EL EVANGELIO JOÁNICO.

Son especialmente sugestivos porque el autor

parece tener entre sus oponentes -aunque no los más duros- a los "sectarios

bautistas", es decir, aquellos que durante todo el siglo 1 continuaron

venerando a Juan, y no a Jesús, como la figura religiosa importante (quizá

como el Mesías). De ahí que el evangelista haga todo lo posible por eliminar

cualquier vestigio de un papel independiente desempeñado por

Juan y ni siquiera lo llame "el Bautista", título que expresaba la unicidad

de su situación y praxis. La única función que le asigna es la de dar testimonio

de Jesús.

Tras rechazar en el relato inicial del Evangelio (1,19-22)

diversos títulos veterotestamentarios, Juan sólo acepta una designación: la

"voz" de Is 40,3, el modesto pero perfecto vehículo de la "Palabra" eterna

hecha carne (1,23; cE 1,14). Todo el papel del Bautista en el cuarto Evangelio

queda resumido en las últimas palabras suyas citadas directamente

(3,30): «A él [a Jesús] le toca crecer, a mí menguar». Sin embargo, nada

de esto proviene de una postura de oposición contra el propio Juan, que

en este Evangelio es elogiado como el primer gran testigo humano de Jesús,

sino contra una excesiva exaltación de Juan por parte de aquellos seguidores

suyos que posteriormente rehusaron hacerse cristianos.

Cuando se conoce esta tensión subyacente al tratamiento de Juan y Jesús

en el cuarto Evangelio, algunas afirmaciones sobre la relación entre

ambos son como notas discordantes, ya que van contra la intención redaccional

del autor.

Al parecer, esas afirmaciones estaban tan profundamente

arraigadas en la tradición especial joánica que no fue posible eliminarlas,

pese a lo embarazosas que eran (algo así como el bautismo de Jesús

en la tradición sinóptica).

– La causa de su profundo arraigo podría residir

en que algunos de los primeros cristianos de la comunidad joánica

procedían realmente del círculo del Bautista y llevaron esas tradiciones

consigo al adherise a Jesús (o a la Iglesia primitiva)

– Otra razón podría ser que, conociendo también los sectarios bautistas la antigua pertenencia de Jesús y sus primeros discípulos al grupo de Juan, no permitían, en sus

polémicas con los cristianos joánicos, que tan incómodo hecho quedase

olvidado. Echemos un Vistazo a los tres pasajes del cuarto Evangelio que

pueden reflejar esa situación 67.

A) EL PRIMER GRUPO DE AFIRMACIONES RELEVANTES SE ENCUENTRA EN JN 1,29-45.

Ya hemos visto que en el cuarto Evangelio se omite deliberadamente

el bautismo de Jesús recibido de Juan; por lo que a ese documento

respecta, nunca ocurrió tal acontecimiento. De ahí lo extraño de que, al

presentar a Jesús por vez primera, el evangelista lo sitúe de improviso en

el ámbito de la gente que rodeaba al Bautista, personas que eran adversarios

(1,19-28) o discípulos de éste (1,35-37).

Así pues, sin explicación,Jesús de Nazaret (su origen geográfico es subrayado poco después, en 1,45-46) hace su aparición en la narración evangélica no en Belén, ni en

Nazaret, ni en Jerusalén, sino en las proximidades de Betania, al otro lado

del Jordán, donde Juan estaba bautizando (1,28). Como Jesús difícilmente

puede ser uno de los adversarios de Juan y no ha acudido a ser

bautizado, el sentido natural de la narración sugiere -aunque, por supuesto,

la sugerencia nunca se haga explícita- que Jesús está entre los discípulos

del Bautista.

En el relato subsiguiente, varios discípulos de Juan (por lo menos Andrés

y Felipe 68, aunque probablemente habría que incluir también entre

esos discípulos a Pedro y Natanael) transfieren a Jesús su adhesión. Dado

el programa teológico del cuarto evangelista, cuesta imaginarlo ideando la

especie de que algunos de los más importantes discípulos de Jesús habían

elegido como maestro primero al Bautista y luego gravitaron espontáneamente

hacia Jesús.

Huelga decir que el texto donde Juan reconoce a Jesús

como el preexistente cordero de Dios que quita el pecado del mundo es

teología cristiana de cuño joánico, como también lo es la exhortación a seguir a Jesús que dirige Juan a sus discípulos. Sin embargo, una vez suprimida

la teología joánica, queda al descubierto el hecho sorprendente y embarazoso

(imposible de adivinar a través de los sinópticos) antes señalado:

algunos de los principales discípulos de Jesús pertenecieron primero al círculo

del Bautista y luego dieron su adhesión a Jesús, al que habían conoCIdo

en ese entorno.

Es en este punto donde los sinópticos suministran el eslabón fundamental

que falta en la narración joánica . La razón por la que Andrés y

los otros conocieron a Jesús en el ámbito del Bautista es que Jesús, como

ellos mismos y otros discípulos de Juan, fue bautizado por su común

maestro.

Antes de acudir a Juan en busca del bautismo, Jesús era un perfecto

desconocido. SI ALGUNOS DISCÍPULOS, ESTANDO AÚN EN LA ÓRBITA DE JUAN,

LE TRANSFIRIERON SU ADHESIÓN,

ES LÍCITO SUPONER QUE JESÚS LLEVABA EN ESA ÓRBITA

EL TIEMPO SUFICIENTE PARA QUE LOS DISCÍPULOS DEL BAUTISTA PUDIERAN CONOCERLO Y SENTIRSE IMPRESIONADOS POR ÉL.

Los pormenores de cómo sucedió esto se hallan fuera de nuestro alcance, obviamente, el relato de Jn 1 cubre en lo posible con colores cristianos los acontecimientos narrados. No obstante, prescindiendo de los detalles,

las más antiguas tradiciones subyacentes a Jn 1,28-45 sugieren que

Jesús permaneció algún tiempo en el círculo de Juan tras su bautismo.

No podemos ser más precisos sobreesto 70.

B) EL SEGUNDO GRUPO DE AFIRMACIONES FIGURA EN JN 3,22-30

• Después del famoso encuentro entre Jesús y Nicodemo (3,1-21),

Jesús y sus discípulos fueron al campo de Judea,

donde él estuvo algún tiempo con ellos, y bautizaba» (v. 22).

Destaco algunas palabras para poner de relieve la cuidadosa

distinción entre los sujetos:

– en la primera oración, desempeñan esa

función tanto Jesús como sus discípulos, que van al campo de Judea;

– pero en la oración siguiente, "él estuvo algún tiempo con ellos", él único sujeto

es Jesús, mientras que los discípulos pasan a ser una mera circunstancia.

ASÍ QUEDA DESPEJADO EL CAMINO PARA LA ABIERTA AFIRMACIÓN DE QUE JESÚS (Y, POR INFERENCIA, SÓLO ÉL) BAUTIZABA, UNA VEZ DESCARTADOS LOS DISCÍPULOS COMOSUJETOS AGENTES.

Veremos la importancia de esto al tratar de Jn 4,2.

Que el autor pensaba en Jesús como el único bautista de la referida

frase lo confirma el versículo siguiente (v. 23), donde súbitamente es reintraducido

Juan, de quien se dice que estaba bautizando en Ainón, cerca

de Salín.

Esta yuxtaposición de Jesús y Juan como los dos administradores

del bautismo prepara aparentemente la escena para una discusión sobre

la pureza ritual entre algunos discípulos de Juan y un judío innominado(v. 25)

El relato da a entender QUE LA DISCUSIÓN GIRABA EN TORNO A

LOS RESPECTIVOS MÉRITOS DE LOS BAUTISMOS DE JUAN Y JESÚS, PORQUE LOS DISCÍPULOS DE JUAN ACUDEN A SU "RABÍ" A QUEJARSE DE JESÚS.

Juan ha dado, por así decir, el "empujón" inicial a Jesús, quien, con deplorable ingratitud, se ha puesto a bautizar, haciendo la competencia a su bienhechor (v. 26).

El sentimiento de enojo y rivalidad es evidente en esa presentación del "advenedizo".

Reflejando el pensamiento del cuarto evangelista, el Bautista

responde que ya advirtió a sus discípulos desde el principio que él mismo

no era el Mesías (1,20), sino el enviado a prepararle el camino (cf.

1,23.27.30), y que el Mesías es el novio a quien corresponde su novia, lsrael,

mientras que Juan es simplemente el amigo que se alegra en la boda,

pero debe hacerse a un lado para que el novio ocupe el centro de la escena (cf. 3,28-30).

En el cuarto Evangelio, el Bautista es el Juan perfectamente joánico.

E) TRAS UNA REFLEXIÓN SOBRE JESÚS COMO EL HIJO DEL HOMBRE QUE VIENE"DE LO ALTO",

pero no es aceptado por los incrédulos aquí abajo

(3,31-36 esuna inclusión que recuerda y redondea algunos temas del episodio de Nicodemo),

EL EVANGELISTA REANUDA EL RELATO DE 3,22-30 EN 4,1:

«Los fariseos se enteraron de que Jesús ganaba

y bautizaba más discípulos que Juan».

La posición de Jesús como el único administrador de su bautismo queda afirmada

de nuevo, y de hecho confirmada, en la frase "ganaba y bautizaba más

discípulos". En el cuarto Evangelio, durante la vida pública de Jesús, únicamente

él hace discípulos. A diferencia de los sinópticos, donde el círculo

íntimo de los discípulos de Jesús es enviado en misión durante su ministerio

terreno, en el Evangelio de Juan ese envío misional no se produce

hasta después de la resurrección, y por eso ellos nunca hacen discípulos antes

de los acontecimientos pascuales.

Es perfectamente lógico, por tanto, que en 4,1 ganar discípulos y bautizar

se predique únicamente de Jesús.

Sólo después de haber examinado el flujo de la narración desde 3,22

hasta 4,1 podemos apreciar plenamente

EL PAPEL CONTRADICTORIO QUE DESEMPEÑA,ACTO SEGUIDO, LA AFIRMACIÓN DE 4,2:

«Y, sin embargo, no bautizaba

el mismo Jesús, sino sus discípulos».

Este versículo destroza la imagen de contraste y conflicto, celos y humildad que el Evangelista creó con tanto cuidado al comparar la actividad bautismal de Jesús con la de Juan (comparación repetida, para los distraídos, en 4,1). Cuando nos damos cuenta

de que 4,2 no sólo contradice la idea principal que el evangelista se ha esforzado

en elaborar desde 3,22, sino que además la breve extensión de este

versículo encierra un rasgo estilístico no presente en todo el resto del

griego joánico, nos vemos forzados a concluir, junto con C. H. Dodd,

que, si en alguna parte del cuarto Evangelio ha intervenido la mano del

siempre vigilante "redactor final", es aquí.

• Al parecer, encontró inconveniente la idea de un Jesús bautista

y mecánicamente, como era habitual en él, incluyó una "aclaración"

para corregir toda falsa impresión que el relato pudiera producir.

Así, el redactor final nos ha brindado quizá el mejor

ejemplo neotestamentario de cómo funciona el criterio de dificultad o

contradicción. Porque, precisamente aquí, entra en juego una vez más ese criterio.

Si el Jesús histórico bautizó realmente, tal hecho de la vida pública de Jesús

habría causado un embarazo tan grande en la tradición sinóptica que lo

habría eliminado sin más (al igual que el cuarto evangelista suprimió el

acto del bautismo de Jesús). De ser correcta esta hipótesis, el redactor final

del cuarto Evangelio habría compartido -independientemente- la reacción

negativa de la tradición sinóptica. Y se comprende por qué.

Un Jesús que, habiendo surgido de la órbita del Bautista -ya sea en el sentido

de que figuró entre los discípulos de Juan (como en el cuarto Evangelio)

o en el de que fue bautizado por él (como en los sinópticos)-, emprende

su propio ministerio con un bautismo tan similar al de Juan como para

suscitar comparaciones y celos

ES UN JESÚS SITUADO DEMASIADO PERMANENTEMENTEA LA SOMBRA DEL BAUTISTA,

DE QUIEN EMPIEZA A PARECER DISCÍPULO (¿DESAGRADECIDO?), IMITADOR Y RIVAL.

En cierto sentido, el redactor final responde a una preocupación del

evangelista al negar una tradición que podía hacer el juego a los sectarios

bautistas. No parece muy probable que el mismo evangelista conservase

de buena gana esa tradición, que convierte a Jesús en un imitador o suplente

de Juan. De hecho, trata de arreglar las cosas lo mejor posible, ofreciendo

una ocasión adicional para que el Bautista declare su inferioridad

y transitoriedad con respecto a Jesús.

Pero, como sucede con algunos textos

del capítulo 1 del cuarto Evangelio y con otros casos en que es aplicable

el criterio de dificultad, la principal razón de que la imagen de Jesús

bautizando aparezca en este Evangelio es que se hallaba tan arraigada en

la tradición joánica y era tan conocida por adeptos y adversarios que no

hubo posibilidad de eliminarla. En una etapa posterior de la composición,

el torpe redactor final consideró el dato demasiado peligroso para dejarlo

tal cual y por eso, de un modo no del todo convincente, intenta "justificarlo".

Pero es interesante observar que ni siquiera él se atreve a

suprimir del Evangelio la embarazosa tradición.

ASÍ PUES, CON ESE RAZONAMIENTO SE POSTULA COMO HECHO HISTÓRICO QUE JESÚS PERTENECIÓ POR ALGÚN TIEMPO AL CÍRCULO ÍNTIMO DE LOS DISCÍPULOS DEL BAUTISTA

Y LUEGO EMPRENDIÓ SU PROPIO MINISTERIO CON VARIOS DISCÍPULOS

ATRAÍDOS DE ESE ENTORNO Y PRACTICANDO EL RITO BAUTISMAL DE JUAN.

Tal razonamiento descansa casi por completo en el criterio de dificultad, pero podría encontrar un apoyo complementario en el de coherencia. Es decir, si

se admite que aceptar el mensaje de Juan y someterse a su bautismo fue

un acontecimiento capital en la vida religiosa de Jesús, entonces tiene perfecto

sentido que Jesús pasara algún tiempo con Juan después de ser bautizado

y que, al partir para emprender su propia misión, llevase consigo

no sólo algunos discípulos de Juan con ideas próximas a las suyas, sino

también la práctica del rito que tanto había significado para él.

Ahora bien, es preciso advertir que esos argumentos, basados tanto en

el cuarto Evangelio como en los sinópticos, sólo pueden proporcionar

cierto grado de certeza, y, comprensiblemente, los críticos no se ponen de

acuerdo sobre cuál deba ser ese grado. En mi opinión, la hipótesis más

probable es que Jesús estuvo algún tiempo con Juan como discípulo, se

hlevó consigo algunos miembros del círculo de Juan y continuó el rito del

bautismo en su propio ministerio; más probable, digo, que la idea de que

todo eso fue inventado (¿en razón de qué) por el cuarto evangelista o por

los anteriores transmisores de la tradición.

Aun así, estoy dispuesto a admitir que los argumentos que he utilizado

son complicados e indirectos. Coincido con Ernst en que la cuestión debe

ser tratada con gran cautela y comprendo que Gnilka, a diferencia de mí,

sostenga que Jesús no fue discípulo del Bautista en sentido estricto.

Lacompleja naturaleza del asunto se revela en el hecho de que incluso

Gnilka, aun descartando al mismo Jesús como discípulo del Bautista, cree

que algunos discípulos de Jesús (p. ej., Andrés y, posiblemente, Pedro) pertenecieron

antes al círculo de Juan. Además, no rechaza la posibilidad de

que Jesús bautizase personalmente durante su ministerio.

Por eso, aunque me inclino a creer que Jesús fue discípulo de Juan en sentido estricto y que tal hecho ayuda a entender por qué Jesús continuó en su propio ministerio

la práctica bautismal de Juan, no me atrevería a considerar esta idea

igual de probable (o generadora del mismo grado de certeza moral) que la

opinión de que Jesús fue bautizado por Juan.

De hecho, cabe diferenciar incluso dentro de mi posición. Me siento

más seguro afirmando "Jesús practicó el bautismo durante su ministerio

público" que "Jesús estuvo algún tiempo en el círculo de discípulos de

Juan". La segunda afirmación sólo es inferida, puesto que ningún versículo

del NT dice tal cosa directamente. En cambio, Jn 3,22.26 y 4,1 manifiestan

de modo explícito que Jesús bautizó; y si el redactor final interviene

con tanta violencia en 4,2 es precisamente por la claridad con que se ha

expresado el evangelista.

Por eso, como Gnilka, tiendo a considerar histórica

la práctica bautismal de Jesús y la pertenencia de algunos de los primeros

discípulos de Jesús al círculo de Juan. En cambio, a diferencia de

Gnilka, tiendo a ver como hipótesis más probable la breve estancia de Jesús

en ese entorno.

Si se acepta esta hipótesis -o siquiera la parte más plausible de ella, es

decir, la práctica del bautismo por Jesús durante su ministerio-, ¿a qué

Conclusiones se llega? Entiendo que, en particular, a dos.

1. JUAN BAUTISTA, SU MENSAJE, SU VIDA Y SU BAUTISMO DEBEN CONSIDERARSE GLOBALMENTE

COMO EL ORIGEN VITAL E INDISPENSABLE DEL MENSAJE Y DE LAPRAXIS DE JESÚS. 1)

Pese a lo discutibles que puedan ser otras opiniones expuestas

por Jürgen Becker en su libro sobre Juan Bautista y Jesús, dicho

autor ha sabido captar este punto fundamental. Cuando Jesús inicia su ministerio público, proclama un mensaje escatológico concerniente al fin inminente

de la historia como la ha conocido Israel hasta entonces; exige a

sus compatriotas judíos un cambio radical en el corazón y en la conducta,

con vistas al fin que se avecina; subraya la urgencia de la opción a que insta

a sus oyentes describiendo las terribles consecuencias de no aceptar su

mensaje; reúne discípulos en torno a sí, incluido un círculo más íntimo

que permanece a su lado y comparte su vida; simboliza la aceptación de

su mensaje confiriendo a sus discípulos una lustración ritual o bautismo;

dirige su ministerio a todo Israel, pero no emprende ninguna misión dirigida

claramente a los gentiles; difunde su mensaje mediante un ministerio

itinerante y, en consecuencia con ese estilo de vida itinerante, practica

el celibato.

Todo estos elementos -la mayor parte de los cuales serán examinados

con más detalle en subsiguientes capítulos- reflejan la vida, la

predicación y la praxis del Bautista. Difícilmente puede sorprender que un

judío que recientemente se ha tomado la molestia de viajar hasta el Jordán

para escuchar a Juan y aceptar su bautismo adopte como modelo de su

vida religiosa -al menos hasta cierto punto- la de su mentor. Sería la línea

de actuación contraria la que habría que explicar detenidamente.

Nada de esto trata de negar que Jesús, ya fuera inmediatamente o al

cabo de algún tiempo de ministerio, introdujo notables cambios de

acento en su predicación y en su praxis.

En vez de llamar a la gente a que

se reúna con él en el desierto, Jesús toma la iniciativa de recorrer Galilea

y Judea y permanecer cierto tiempo lo mismo en localidades pequeñas

como Cafarnaún que en la capital religiosa de su pueblo, Jerusalén.

Sumensaje se convierte en un anuncio mucho más alegre de la oferta y la experiencia

de salvación en el presente, aunque de ninguna manera deja de

recordar la plenitud -junto con la posible perdición- en el futuro.

A su paso va asombrando con sus abundantes curaciones, exorcismos y otros

milagros. Su consciente apertura a los "pecadores" provoca escándalo, y

sus ideas sobre aspectos de la ley mosaica escrita, de la tradición oral y del

templo de Jerusalén lo enzarzan en discusiones y conflictos con varios grupos

influyentes dentro del judaísmo palestino. Jesús no era, por tanto, un

calco de Juan.

Sin embargo, en el ministerio de Jesús quedó un firme sustrato

del mensaje y de la vida del Bautista y, por lo que sabemos, subsistió

a lo largo de todo ese ministerio.

Postular que Jesús primero se adhirió

las ideas de Juan y posteriormente "desertó" o "apostató" es

introducir en las tradiciones evangélicas marcadores cronológicos y cambios

radicales de orientación teológica que no figuran en ellas.

Por supuesto,hubo una clara desviación con respecto a algunas ideas y prácticas

de Juan, una cierta "evolución" espiritual; pero la idea de una ruptura

hostil y total sugerida por palabras como "defección" y "apostasía" carece

de base sólida.

(Contra Hollenbach: Tema que debe ser mejor tratado):

Por las mencionadas razones, no puedo estar de acuerdo con Hollenbach

en su ingenioso intento de reconstruir las distintas etapas de la relación

entre Juan y Jesús.

a. Hollenbach traza una trayectoria que presenta primero a Jesús como penitente (arrepintiéndose de sus pecados de opresión social

y acudiendo a Juan en busca del bautismo.

b. Luego presente a Jesús como Discípulo,

(aprendiendo mas de la visión apocalíptica y de las practicas disciplinares

de Juan, su maestro).

c. Después presenta a Jesús el bautista (ejerciendo un ministerio

similar y simultáneo al de Juan.

d. Finalmente presenta a Jesús como el sanador (rompiendo

con las ideas y la práctica bautismal de Juan por una drástica experiencia

de "conversión").

Según Hollebanch, en cierto momento y con

gran sorpresa, Jesús se sintió capaz de realizar exorcismos y curaciones. Fue

entonces cuando, de predicar arrepentimiento y justicia social a los poderosos

pasó a ejercer un ministerio de curación dirigido incluso a los miembros

más insignificantes de la sociedad.

La reconstrucción de Hollenbach descansa en interpretaciones forzadas

e inverosímiles de textos aislados; pero, de los muchos puntos débiles

que presenta el conjunto de su tesis, no es preciso señalar aquí más que

algunos de los principales. Ante todo, como vimos en el mismo final del

capítulo 11, una vez dejados atrás los acontecimientos iniciales que rodean

el bautismo de Jesús, y hasta llegar al conflicto final en Jerusalén de

ca. 30 d. c., no se puede hablar con propiedad de un antes y un después

en su ministerio público, excepto en muy raros casos; porque, como Karl

Ludwig Schmidt demostró tan convicentemente, el orden de los acontecimientos

en cada Evangelio es creación del respectivo evangelista.

Las cuatro diferentes versiones no pueden ni deben ser armonizadas. Además,

una vez que se aplica la crítica formal y redaccional, borrando así las líneas

de referencia cronológica creadas por los evangelistas, no se dispone

de nada con que reemplazarlas. Para llenar el vacío, Hollenbach considera

lícito usar la "imaginación histórica disciplinada" 80. Como suele ocurrir

en tales ejercicios, su reconstrucción revela mucha imaginación, menos

disciplina y aún menos historia. Para elaborar su esquema de los "cuatro

estadios", Hollenbach maneja los textos y los acontecimientos desentendiéndose

de los datos.

a. Por poner un ejemplo: Hollenbach habla con aplomo de un determinado

punto crítico en el ministerio de Jesús en que el Nazareno dejó de

bautizar y empezó a exorcizar 81. Esta sorprendente afirmación es un caso

manifiesto de armonización acrítica entre los sinópticos y Juan.

De hecho, los Sinópticos presentan a Jesús exorcizando desde el comienzo mismo de

su ministerio (Mc 1,21-28; Mt 4,24; Lc 4,31-36), pero nunca bautizando.

El Cuarto evangelista hace justamente lo contrario: en un momento relativamente

temprano del ministerio (cap. 3) presenta a Jesús bautizando y

nunca dice que dejase de bautizar ni tampoco que ejecutase un solo exorcismo.

Además, en el cuarto Evangelio, Jesús obra varias "señales" (incluso

posibles curaciones) en Jerusalén y en Caná antes de que se haga la menor

mención de su actividad bautismal (2,1-11.23; 3,2). Así, sólo mezclando

y reordenando el material de los sinópticos y Juan, llega Hollenbach a su

modelo de evolución del ministerio de Jesús en cuatro fases, no justificado

por ninguna tradición de esos Evangelios.

b. Por otra parte, Hollenbach comete un error fundamental en cuanto a

la metodología al pasar de la observación general de que Jesús ciertamente

experimentó una evolución en su pensamiento y estrategia a la presunción

de que hoyes posible conocer qué evolución fue y por qué se produjo.

Como vimos al comienzo del capítulo 9, hay una gran diferencia entre

enunciar el hecho evidente de que Jesús, de niño y de adolescente, pasó

por las normales etapas de desarrollo físico y psicológico y afirmar que conocemos

el curso exacto del desarrollo de Jesús y el impacto que produjo

sobre él. Similarmente, cae de su peso que el Jesús adulto evolucionó en

su manera de pensar y actuar en el ámbito religioso; pero tampoco es posible

conocer apriori el curso exacto de esa evolución, y los Evangelios no

ofrecen casi ninguna referencia que permita trazarlo.

Con unas cuantas excepciones posibles

(p. ej., el momento en que Jesús tiene que afrontar la posibilidad

de su muerte violenta), no hay manera de asignar el material

evangélico a etapas tempranas o tardías del itinerario terreno de Jesús, y la

apelación al principio general de que él tuvo que evolucionar no cambia

nuestro estado de ignorancia sobre los detalles. Esto es tanto más cierto en

el caso del ministerio público cuanto que, como vimos en el capítulo 11,

probablemente duró poco más de dos años. Yo no dudo de que en ese

lapso relativamente breve hubiese alguna evolución; pero no sé cómo fue

ésta, ni creo que lo sepa nadie. Por sí mismos, los principios generales no

producen datos específicos.

3. Un tercer problema con que tropieza la reconstrucción de Hollenbach

suele encontrarse en las exposiciones de quienes sostienen que Jesús empezó

su vida pública practicando alguna forma de bautismo. Casi automáticamente

surge en ellas la cuestión de cuándo dejó Jesús esa práctica. Entonces

se procede a ofrecer alguna teoría, normalmente en el sentido de

que Jesús abandonó la actividad bautismal en una fase temprana de su ministerio,

hacia la época de su "ruptura' con Juan 82.

Jesús siguió siendo bautista:

Ahora bien, ¿cómo es posible saber que Jesús dejó de bautizar entonces o en cualquier otro momento de su vida pública?

Ante esta dificultad se responderá que, en el

cuarto Evangelio, después de 4,1, no hay referencias sobre bautismos realizados

por Jesús. Pero, como tampoco las hay antes de 3,22, ¿debemos

pensar que Jesús no bautizó en el mismo comienzo de su ministerio, sino

únicamente después de una visita a Jerusalén? 0, yendo un poco más lejos

en esa línea de argumentación, ¿debemos suponer que, en la mente del

cuarto evangelista, Jesús no volvió a realizar milagros de curaciones después

de devolver la vista al ciego de nacimiento (cap. 9), simplemente porque a

a partir de ahí el Evangelio no recoge ningún otro episodio de ese tipo?

¿Debemos conjeturar que, porque Jesús no aparece actuando en Galilea después

de 7,9, el evangelista pensaba que desde entonces Jesús no volvió a

ejercer su ministerio en ese territorio?

¿Debemos olvidar, en suma, que el propio evangelista previene en 20,30 sobre el carácter fragmentario de su narración? Dar por supuesto un cese en la actividad bautismal de Jesus únicamente porque el cuarto Evangelio no vuelve a mencionarla después de 4,1 es un curioso argumento a partir del silencio, ya se considere la mente

del evangelista o el desarrollo histórico de los acontecimientos. Especialmente

en el caso de la actividad bautismal de Jesús, el silencio puede no

revelar mucho, puesto que toda la tradición sinóptica logró permanecer silenciosa

sobre este sorprendente aspecto del ministerio de Jesús y nuestra

única fuente, el cuarto Evangelio, ha conservado sólo unas cuantas referencias

hechas de pasada.

Como, en el caso del bautismo de Jesús, el silencio

o reserva de los Evangelios deriva probablemente de un sentimiento

de embarazo en el plano teológico, difícilmente puede constituir un indicador

fiable de cuándo, si alguna vez lo hizo, dejó Jesús de bautizar.

¿Hay alguna otra razón para suponer que, habiendo empezado Jesús a

bautizar en el inicio de su ministerio, posteriormente dejó de hacerlo? Se

podría tratar de construir un argumento general basado en el hecho de que

Juan recibió el título de "Bautista" precisamente por haber destacado

como el único que nunca dejó de practicar el bautismo. Josefa y los sinópticos

reservan el título para Juan; nunca se lo aplican a Jesús. Se podría

concluir, por tanto, que bautizar no era característico de Jesús como

lo era de Juan. Sin embargo, lo más que indica esta observación es

1) que Juan fue el iniciador de esa nueva práctica ritual, la cual Jesús imitó,

y 2) que bautizar no era la característica principal y definitoria del ministerio

de Jesús como lo era del de Juan.

En los capítulos subsiguientes veremos

que, entre los elementos del ministerio de Jesús nuevos con respecto al del

Bautista, figuran el alegre anuncio del reino de Dios como acontecimiento

futuro, pero de algún modo ya presente; la manifestación de esa presencia

en curaciones, exorcismos y convivialidad con pecadores; el enseñar con

autoridad una nueva forma de interpretar y practicar la ley mosaica y la

tradición, y la postura crítica en relación con el templo de Jerusalén.

Era esa novedad alegre y quizá escandalosa lo que definía el mensaje y la actividad de Jesús y los hacía atractivos (o repulsivos). Presumiblemente, el

bautismo conferido por Jesús era el símbolo de que el discípulo bautizado

aceptaba el nuevo mensaje y entraba en la nueva realidad traída por Jesús

~ más concretamente, en el grupo de discípulos que él estaba formando.

No sabemos si ese bautismo tuvo algún significado adicional para su

administrador o para sus receptores; formaba parte del mensaje y la praxis

e Jesús, pero no era su núcleo. Ese rito había sido heredado del Bautista

y no constituía, por tanto, ninguno de los elementos nuevos y sorprendentes

que Jesús introdujo al emprender su propia misión.

Nada tiene de extraño, pues, que fuese Juan, no Jesús, el conocido como el

Bautista, aunqueJesús siguiese bautizando a lo largo de todo su ministerio.

Por supuesto, yo no puedo demostrar que Jesús nunca abandonó su

actividad bautismal, como tampoco Hollenbach puede demostrar lo contrario.

Jesús y Juan

Creo, sin embargo, que el bautismo como simple componente del

ministerio de Jesús concuerda con otros datos, sobre todo de los Evangelios

sinópticos, donde la actividad bautismal queda silenciada. No he querido

utilizar el posterior material de Q o de Marcos que trata de la relación

entre Juan y Jesús (Mt 11,2-19 " Lc 7,18-35; 16,16; cE Mc

11,27-33) como prueba de que Jesús fue discípulo del Bautista y continuó

su bautismo. Pero, una vez que estos puntos se han revelado como probables

desde otras bases, es legítimo hacer constar que se corresponden con

lo que nos indica cierto material Q y marcano. De momento, me limito

a señalar que tradiciones procedentes de otras fuentes (Q y Marcos) concuerdan

con lo que el cuarto Evangelio afirma explícitamente.

Según Q, Jesús tuvo que plantearse durante su ministerio la cuestión

de cuál era exactamente su relación con Juan (Mt 11,2-3 par.). No parece

haber sido fácil para Jesús hallar el adecuado punto de equilibrio. Por un

lado, su propio ministerio es una explosión de poder taumatúrgico sanador

y la proclamación de una buena noticia a los pobres, características

que lo diferencian del de Juan (Mt 11,4-6 par.).

Por otro lado, Jesús ensalza a Juan como un profeta valeroso e incluso más que un profeta: es el hombre más grande que ha existido (I 1,7-11a par.). Intencionadamente,

Mt 11, 11 b-13 1I Lc 7,28b; 16,16 equilibran tan gran elogio señalando las

limitaciones del papel de Juan en la historia de la salvación; pero no está

claro si esos versículos son adiciones parcial o totalmente cristianas. La diferencia

dentro de la similitud de ministerios es subrayada en Mt 11,1619

11 Lc 7,31-35.

El estilo de vida ascético de Juan y su severo mensaje

contrastan fuertemente con las reuniones prandiales de Jesús, que simbolizan

el gozoso banquete al que todos estaban invitados en el reino de

Dios. Sin embargo, tanto Juan como Jesús, la "extraña pareja" escatológica,

encontraron rechazo en su escrupuloso auditorio, aunque por razones

opuestas. A pesar de ese rechazo, la Señora Sabiduría, que envió a Juan

y Jesús (sus hijos), verá su divino mensaje confirmado por el desenlace del

drama escatológico.

Prescindiendo de cuál sea nuestro juicio sobre el auténtico

significado de determinadas palabras que figuran en este "bloque

del Bautista" procedente de Q, el sentido general del pasaje aclara inmediatamente

algunos puntos que despiertan intriga. Debió de existir alguna

razón para que Jesús tuviera que abordar detenidamente la cuestión de su

relación con Juan, pese al hecho de que la zona de actividad, el mensaje y

el estilo respectivos eran tan diferentes.

Ya hemos señalado que la mera existencia de

dos "profetas escatológicos" populares activos en Palestina

hacia la misma época era razón suficiente para que surgiera esa cuestión,

y con mayor motivo si se sabía que el primero había sido bautizado por el

segundo. Pero plantearla habría sido totalmente ineludible, y Jesús y sus

discípulos se habrían sentido absolutamente compelidos a darle una respuesta

detallada de conocerse que Jesús había permanecido algún tiempo

en el círculo de discípulos de Juan, que había atraído fuera de ese círculo

a algunos de los que ahora eran sus propios discípulos y que, a imitación

de Juan, bautizaba a los adeptos a su mensaje.

Puede set revelador el hecho de que, al ser enumeradas en esos dichos de Q (Mt 11,4-6.7.1213.18-19 par.) las disimilitudes implícitas y explícitas entre los ministerios

de Juan y Jesús, no se mencione el bautismo ni la falta de él, quizá porque

no constituía diferencia alguna.

Por lo que respecta a la tradición marcana, como mínimo la disputa

sobre la autoridad de Jesús (Mc 11,27-33 parr.) confirma -pero desde una

diferente fuente sinóptica- la idea de que, a lo largo de su ministerio, Jesús

sostuvo que el mensaje y el bautismo de Juan eran de inspiración divina.

En Jerusalén, a la pregunta de los sumos sacerdotes y los ancianos

sobre su autoridad, Jesús -al estilo rabínico y, aparentemente, sin ningún

sentimiento de incoherencia- responde con otra pregunta: ¿era el bautismo

de Juan de origen divino o era simplemente humano? Al discutir sobre

su propia autoridad "carismática", carente de toda sanción oficial, con

los dirigentes religiosos de Jerusalén, Jesús se coloca automáticamente del

lado de Juan.

La contrapregunta de Jesús niega de manera implícita que

él haya incurrido en ninguna defección o apostasía con respecto a Juan.

Pero hay algo que hace más al caso: la petición tácita de que los dirigentes

religiosos de Jerusalén reconozcan el origen divino del bautismo de

Juan es especialmente coherente con el argumento de Jesús sobre su propia

autoridad, si tal reconocimiento implica también una tácita aprobación

de la continuación por Jesús de la práctica bautismal de Juan. Admitir

que el bautismo de Juan procedía del cielo (o sea, que estaba inspirado

y autorizado por Dios) haría difícil una evaluación distinta del administrado

ahora por Jesús, un antiguo discípulo suyo.

Conclusiones: Jesús fue discípulo de Juan

Así, por un lado, yo no afirmo que el criterio de testimonio múltiple

apoye la idea de que Jesús fue discípulo de Juan en sentido estricto y practico

el bautismo durante su ministerio (son puntos atestiguados solamente

en el cuarto Evangelio). Pero, por otro lado, creo que el criterio de coherencia

apoya el argumento derivado del criterio de dificultad.

La imagen que presenta el cuarto Evangelio concuerda con lo que las tradiciones sinópticas dicen de Juan y Jesús.

Esto no significa que estemos incurriendo en una armonización acrítica. Una vez que la aplicación del criterio de dificultad al cuarto Evangelio ha revelado como probablemente históricos el período de discipulado y la actividad bautismal de Jesús, consideramos legítimo indicar que estos dos puntos arrojan nueva luz sobre los datos de los sinópticos.

Como un aparte, querría sugerir también que la actividad bautismal

de Jesús, especialmente si se extendió a lo largo de todo su ministerio, podría

explicar un punto sobre el que se ha especulado mucho: los orígenes

del bautismo cristiano. Si Juan bautizó, mientras que Jesús rompió claramente

con esa práctica en algún momento, entonces debemos hacer conjeturas

sobre por qué y cuándo reinstituyó la Iglesia primitiva la práctica

del bautismo de Juan dándole un significado marcadamente distinto.

Noes imposible que ocurriera tal cosa, como lo prueba lo sucedido con el

ayuno voluntario: el Bautista lo practica, Jesús lo abandona y la Iglesia lo

reinstaura. Pero, ante una igualdad de probabilidades en las hipótesis, se

ha de preferir la más simple de ellas que explique todos los datos. En este

caso, si Jesús continuó practicando el bautismo de Juan durante todo su

ministerio, desaparece el problema de cuándo y por qué la Iglesia empezó

a practicar el bautismo. El "problema" era falso desde el principio y surgió

tan sólo porque se pasó por alto o se rechazó lo afirmado en el cuarto

Evangelio, y porque se interpretó el silencio de los sinópticos en el sentido

de que Jesús no había bautizado (un non sequitur patente).

Resumamos lo visto hasta ahora.

a) A mi entender, en toda reconstrucción del Jesús histórico, su bautismo por Juan es uno de los acontecimientos de historicidad más comprobable. A favor de ella abogan poderosamente

el criterio de dificultad, el de testimonio múltiple -aunque con menos fuerza- y, hasta cierto grado, el de discontinuidad.

b) Más difícil resulta discernir exactamente qué significó para Jesús su bautismo; pero ese

evento (junto con otros que lo rodearon) indudablemente hizo que Jesús

rompiera con su vida pasada, se confesara miembro de un Israel pecador

apartado de su Dios, se "convirtiera" a una vida totalmente dedicada a la

herencia religiosa y al destino de Israel, reconociera a Juan como un profeta

escatológico, se adhiriera a su mensaje de escatología inminente y se

sometiera al especial rito lustral administrado exclusivamente por Juan y

considerado parte del camino de salvación.

c) Tan gran impacto produjo el Bautista en el Nazareno que, por algún tiempo,

Jesús se quedó al lado de Juan como discípulo y, cuando emprendió su propio ministerio, continuó la práctica de bautizar a los discípulos. Aunque estos dos últimos puntos

no son tan ciertos como el hecho de que Jesús fue bautizado, creo que el

criterio de dificultad, aplicado al cuarto Evangelio, los hace bastante probables,

sobre todo porque también encuentran apoyo en el criterio de coherencia.

d) Quizá no sea tan seguro que algunos de los primeros discípulos

de Jesús lo fueron antes de Juan; pero, aplicado también en este caso, el

criterio de dificultad parece sugerirlo. Como mínimo, si se admite como

histórico que Jesús fue bautizado, que estuvo un tiempo con Juan y que

continuó la práctica del bautismo en su propio ministerio, entonces se

puede considerar perfectamente probable que algunos de sus discípulos

hubiesen estado antes en el entorno del Bautista.

Admitidos los tres primeros puntos, no parece haber razón para negar este último.

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