Pregón 3. Judit, navidad de muerte
Judít significa la judía, la mujer valiente, que seduce sexualmente y mata al enemigo de Israel, engañándole, emborrachándole y cortándole la cabeza.
El libro de Judit, guerrera judía implacable y vengadora, que seduce y decapita al enemigo Holofernes, dirigente del “eje del mal”, es un texto tan duro que los rabinos judíos no aceptaron en su Biblia. Los cristianos, en cambio, lo aceparon en la Biblia (LXX, Vulgata…) para aviso de mareantes, para distinguir las dos navidades.
La navidad de Judit, la judía vengadora, consiste en seducir, cegar y enloquecer a los enemigos, cortándoles la cabeza, a todos los que forman parte del pretendido ·eje del mal”. Esa sería la navidad de Judit la judía. Matar a todos los adversarios, celebrando así la muerte de los enemigos.
No todos los judíos son Judit, no todos quieren celebrar la Navidad (nacimiento del Dios verdadero, rl nuestro, matando enemigos…Los mejores judíos son contrarios a Judit, contrarios a su libro….contrarios al Dios de la Espada y de las bombas contra los enemigos.
Los cristianos ortodoxos y católicos conservamos el libro de Judit en la Biblia, pero no para celebrar la venganza de Judit, ni su engaño, ni su fiesta… sino para superarla con la Navidad de María…
Judit celebra la navidad matando al enemigo malo (Holofernes). En esa línea, Herodes matará a los niños inocentes de Belén (Mt ) ¿Qué parecido y diferencia hay entre Holofernes y Herodes, entre la Navidad de Judit y la Navidad de la Virgen María? ¿Se puede celebrar la Navidad matando a los “malos” como hace Judit?¿Se debe celebrar la Navidad perdonando a todos como María.
Para responder a estas preguntas:
1. ¿Leer en la Bibli el libro de Judit?
2. ¿Leer mi reflexión que ahora sigue?
Responda el lector y vea… Yo me he esforzado por presentar a continuación algunos rasgos de la Navidad de Judit. Buen domingo a todos.
Reflexión. La anti-navidad de Judit (=sólo los judíos pueden salvar el mudo?
El libro de Judit nos sitúa simbólicamente. El general supremo de los asirios y babilonios (de los territorios actuales de Siria, Irak y Persia, con sus talibanes varios) está a punto de conquistar el mundo entero. Han caído y se rendido todos los reinos del mundo (de la India a Roma, de USA a México, de Europa al África Tropical. Ante la ruina final de la humanidad sólo queda un pueblo que resiste: Los Judíos de Israel.
En esta situación, allí donde los restantes países han cedido y los reinos de la tierra se han postrado ante el falso dios de la guerra, se mantienen los judíos, pequeña comunidad de montañeses, representantes de verdadera humanidad, portadores de salvación para lo humano.
Pero también ellos se encuentran a punto de rendirse. No pueden defenderse en plano militar y deciden entregarse al guerrero universal, con lo que ello implica de sumisión bajo el dios imperial perverso (Nabucodonosor), que triunfa sobre el mundo por la espada de su general Holofernes). En esa situación, cuando todo se encuentra perdido, emerge Judit, la judía, protagonista de esta guerra de esperanza para el pueblo elegido y, de una forma más extensa, para el conjunto de la humanidad (que se librará de esa forma de Holofernes).
En esta situación, cuando sacerdotes y generales judíos van a firmar la rendión, se levante una mujer, Judit, la judía.
Judita es israelita cumplidora de la ley y sólo toma alimentos kosher, no se sienta en la mesa de un gentil impuro, ni se acuesta en su lecho, según ley Israelita; pero le puede atraer, engañar, emborrachar y matar al enemigo, en un relato “ejemplar, destacando la “moralidad” de la heroína y la torpeza del enemigo.
De esa forma, en intriga vengadora, Judit mata y degüella en la intimidad de una tienda preparada para el amor (como Yael) al general opresor, mientras vigilan inútiles los guardas y duermen los soldados. Ella es nuevo David (que mata y decapita a Goliat) y nuevo Judas Macabeo (que decapita a Nicanor, general enemigo).
Judit forma parte de un arquetipo triunfal israelita, como luchadora que derrota y degüella al representante del mal. Realizada su tarea, llevando en su zurrón tapada la cabeza del malvado, sale de la tienda, con la excusa de cumplir sus ritos religiosos, atraviesa las líneas de frontera y vuelve a la ciudad judía, con el trofeo de Holofernes (cf. Jud 10-13)[1], para inaugurar la fiesta israelita.
Donde han fallado soldados (y sacerdotes) triunfa ella, encarnación femenina del pueblo que recibe la ayuda de Dios con la que vence al enemigo. Lógicamente, la victoria se traduce en canto, en palabra de bendición que entona Ozías, jefe de Betulia, que enaltece a Judit con palabras que retoma simbólicamente el evangelio:
Bendita Judit entre todas las mujeres
y bendito el Señor Dios (Jud 13, 18; Lc 1, 42:
Allí donde fracasan los ejércitos de Israel, allí donde magistrados y sacerdotes estaban a punto de rendirse, ha realizado ella su gesta, matando, como nueva Yael, al enemigo. Por eso es gloria de Jerusalén, honor de Israel, orgullo de nuestra raza (Jud 15, 5). Esta viuda guerrera, mujer de inteligencia que confía en Dios y engaña al general demente, excitando su deseo de sexo (cf. Jud 16, 6-9).Ella representa el Israel eterno, el γέvoς o raza que Dios protege y defiende, mientras destruye a los “enemigos”[2]. A diferencia de Judit, María, madre de Jesús, mujer central del NT no vencerá a los enemigos matando con su espada al general malvado, sino compartiendo la espada de dolor de Jesús por su pueblo (cf. Lc 2, 35).
Judit representa el modelo femenino de guerrero vencedor israelita, que derrota y corta la cabeza del “malvado” Holofernes, como David degolló a Goliat y como Judas que degolló también a Nicanor (libro de los macabeos).
Realizada su tarea de murte, llevando en su bolso la cabeza del violador Holofernes, Judit sale de la tienda y, engañando a los soldados de guardia del campamento, la excusa de cumplir sus ritos religiosos, acompaña de su sierva, ella atraviesa las líneas de frontera y entra en la ciudad israelita de Betulia con el trofeo cortado del general enemigo (cf. Jud 10-13).
Donde han fallado los soldados (y sacerdotes) de Israel, incapaces de vencer a los enemigos en guerra abierta, triunfa ella, Judir (la judía), encarnación femenina del pueblo que recibe la ayuda de Dios y decapita al opresor de los judíos (a diferencia del canto de María, que no decapita gentiles, sino que ofrece salvación a todos los oprimidos y hambrientos, judíos y/o gentiles.
Como David, bello muchacho (cf. 1 Sam 17, 42), venció con su honda a Goliat, fuerte guerrero filisteo, cortándole la cabeza con su espada (la de Goliat), Judit, viuda bella “pero” honrada (cf. Jud 8, 7-8), derrotó con su seducción y atracción femenina (no con la piedra de la honda de David) al nuevo Goliat, general invencible asirio, en el momento de suprema confusión del pueblo, cuando las autoridades de Israel (Betel/Betulia/Jerusalén) habían decidido entregarse al enemigo (Jud 7). En ese momento de máximo riesgo, Judit arranca la espada de manos del enemigo Holofernes borracho y le decapita con ella, como indica su canto (equivalente y opuesto al Magníficat de María):
Oración de Judit. La Navidad del exterminio
Señor Dios de mi padre Simeón a quien pusiste en la mano la espada,
para vengar a los extranjeros que violaron la matriz de una virgen (Dina) …
que desnudaron sus caderas para vergüenza
y profanaron su seno para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace»,
y ellos lo hicieron…. Por eso entregaste a sus jefes a la muerte.
Tú has hecho las cosas anteriores, las de entonces y las posteriores;
tú dispones lo de ahora y lo que va a venir y sucede lo que dispusiste…
Aquí están los asirios, crecidos en su fuerza,
orgullosos por sus caballos y jinetes, ufanos con el vigor de su infantería
Confiados en sus escudos, lanzas, arcos y hondas.
No reconocen que tú eres el Señor que pones fin a las guerras.
Tu Nombre es Señor: ¡Destruye su poderío con tu fuerza,
aplasta con tu cólera su dominio. Porque han decidido
profanar tu santuario (=como los cananeos profanaron a Dina),
manchar el tabernáculo donde descansa tu nombre glorioso,
echar abajo con la espada los cuernos de tu altar.
Mira su arrogancia, descarga tu ira sobre sus cabezas,
pon en mi mano de viuda la fuerza para hacer lo que he pensado.
Aplasta por la seducción de mis labios
al esclavo con el señor y al señor con su criado,
quebranta su altivez por mano de una mujer…
Sí, oh Dios de mi padre y dueño de la heredad de Israel.
Haz que mi palabra y engaño sean lesión y herida para aquellos
que han tramado planes crueles contra tu alianza,
tu Santa Morada, el Monte Sión y la Casa que ocupan tus hijos.
Haz que todo tu pueblo y todas las tribus conozcan y sepan
que tú eres, el único Dios, Dios de toda fuerza y poder,
y que no hay nadie que proteja a la raza de Israel fuera de ti.
Haz que todo tu pueblo y todas las tribus conozcan y sepan
que tú eres el único Dios, Dios de toda fuerza y poder
y que no hay nadie que proteja a la raza de Israel fuera de ti
(Judit 9, 2-3. 5. 7-10. 14).
Simeón y Leví, los antepasados judíos de Judit
Eran hijos de Jacob,extranjeros en la tierra de Canaán, habían vengado antaño la afrenta de Dina, su hermana, presuntamente “violada” por Siquem cananeo, propietario de la tierra, matando a los varones del lugar, después de haberlos engañado y debilitado con astucia (haciendo que se circuncidarán, en los dolores de la operación…).El gesto de Simeón, guerrero vengador, había sido acogido con recelo por Jacob, deseoso de mantener la paz con los pueblos del entorno (cf. Gen 34, 30-31; 49, 5-7).
Parece que Dina (hija de Jacob, hermana de Simeón y Leví) había aceptado la propuesta “matrimonial” de Siquem, el cananeo, para iniciar una simbiosis entre autóctonos cananeos e israelitas extranjeros, como en el fondo quería el mismo acob, pero a ello se opusieron de un modo violento Simeón y Leví, hermanos de Dina, hijos del mismo Jacob, que habían optado por matar con engaño a los cananeos (como matará con engaño Judit a Holofernes. Primero excitándole sexualmente, luego emborrachándole y finalmente cortándole la cabeza).
En contra de Dina y de su padre Jacob, una nueva teología judía del tiempo de Jesús (cf. Jub 30; Test Leví) había rehabilitado a Simeón (y Leví), afirmando que es bueno vengar con sangre la afrenta de sangre (la presunta violación de Dina, que se compara aquí con la violación de Israel y de su templo que esá preparando Holofernes).
En esa línea se sitúa la oración de Judit, que asume y reelabora la dura ideología de guerra y venganza, enlazando con la ideología de la tribu de Simeón, extinguida y/o dispersa hace tiempo, como supone el oráculo de Gen 49, 5-7, vinculada a las tribus violentas de Leví yJudá. En esa perspectiva, Judit la triunfadora, retoma la acción de Simeón, como vengadora de sangre. Ella es ahora signo de la raza judía a la que, a su juicio, había querido violar y destruir el durísimo Holofernes. De esa forma, ella (con Simeón) se sitúa en la línea de la guerra santa de los antiguos israelitas (cf. cap 1).
- Dina había sido prototipo de Israel, amenazada por pueblos enemigos, que quisieron violarla y, según la opinión de los hermanos, la violaron, en gesto de afrenta deshonrosa, a pesar de que ellos, Siquem y los cananeos eran los dueños de la tierra, mientras Dina era sólo una extranjera, sin derecho prpio en la tierra.
- Judit, en cambio, a diferencia de Dina, será muy activa, como un nuevo Simeón y Leví (formando un trío con Judá), capaz de engañar y destruir no sólo a los violadores antiguos de Dina sino a Holofernes, general asirio. El Dios de su padre le guiará, dándole fuerzas y astucia para realizar su acción de guerra, como ejecutora de la justicia vengadora de Dios, en la línea de Simeón, su antepasado. Ejecutor de esa justicia a favor de todo el pueblo.
- Holofernes y los asirios son para Judit y los judíos de Betel/Betulio y Jerusalén, un Anti-Dios satánico que pretende volverse absoluto. Estrictamente hablando, ellos son el ídolo supremo, signo del hombre que quiere volverse “dios” (cf. Gen 3), una especie de pecado original personalizado, tomando el lugar lugar de Dios y queriendo destruir su santuario-tabernáculo-altar, signos de presencia divina en el mundo. Pero Judit sabe que sólo el Dios de Israel es el Yaahvé, Kyrios de la historia, y con su ayuda logrará matar a Holofernes.
Conforme a la experiencia de la guerra santa (con cita de Ex 15,3 LXX), sólo un Dios como de Judit puede poner fin a toda guerra. Ella no necesita luchar con un gran ejército; no se apoya en soldados y en armas propias, como los asirios. El Dios verdadero demuestra su poder por medio de una “simple” mujer como Judit, pobre viuda (9, 9), que parece sometida a la violencia o prepotencia de holofernes y los asirios. Pues bien, Dios no necesita un ejército como el de David o el de Judas Macabeo para vencer a Holofernes, sino que le vencerá (degollará por medio de una mujer, que puede compararse con Ester, que no vence a sus enemigos con espada de guerra, sino con un complot palaciego de tipo sexual).
La misma Judit empuñará la espada del enemigo de Dios para matarle, como había hecho David, matando a Goliat cortándole el cuello (cf. 1 Sam 17, 51).Presentándose con engaño, como si fuera mujer de paz, confiada en la protección de Dios y en su “bella seducción”, Judit abandona la ciudad sitiada, fingiendo que huye de su próximo desastre, pues la conquistarán los enemigos, en quienes ella dice confiar, y así, Holofernes, engañado la recibe en su tienda de general supremo y se deja seducir por ella:
Entrando (en la tienda), Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó fascinado por ella y su alma turbada y experimentó un violento deseo de unirse con ella… buscando ocasión de seducirla. Díjole Holofernes: «¡Bebe, pues, y comparte la alegría con nosotros!». Judit respondió: «Beberé señor; pues nunca, desde el día en que nací, nunca estimé en tanto mi vida como ahora». Y comió y bebió, frente a él, pero sirviéndose de las provisiones que su sierva le había preparado.
Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió vino tan copiosamente como jamás en los días de su vida. Cuando se hizo tarde, sus oficiales se fueron a dormir, fatigados por el exceso de la bebida. Quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino... Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en el dormitorio. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo en su corazón:
«¡Oh Señor, Dios de toda Fuerza! Pon los ojos, en esta hora, en la empresa de mis manos para exaltación de Jerusalén...». Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, tomó de allí su espada curva, y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos y dijo: ¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!
Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza. Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva, que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos juntas a hacer la oración, como de ordinario; atravesaron el campamento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y se presentaron ante las puertas de la ciudad» (Jud 12, 16-20; 13, 1-10).
Judit, judía “limpia” según ley, se abstiene de comer alimentos impuros y no duerme con un incircunciso, porque quiere mantener la pureza nacional (Jud 13,15-16) y de esa forma, siendo expresión de la pureza israelita de Dios, puede engañar/seducir al brutal Holofernes y matarle, cumpliendo asi de nuevo, en otras circunstancias, aquello que había realizado Simeón, su antepasado que se vengó de la violación de su hermana Dina matando a esclavos y señores de Siquém (Jub 9,3), engañándoles también, en medio de dolores haciendo que se circuncidaran.
De esa manera, la débil Judit hizo que murieran señores y criados (soldados) de Holofernes, que perdieron su ánimo al ver muerto a su general (9,10). De esa manera, una mano de mujer (kheir theleias) vino a presentarse como revelación sagrada (Jud 15,9-10), matando con la espada enemiga al enemigo de Dios, convirtiéndose así en liberadora de su pueblo, en una historia que, de alguna forma, puede compararse con la del Apocalipsis de Juan, 12-20, donde los poderes enemigos matan a la Prostituta de Roma, que es un tipo de nuevo Holofernes, destructor de los pobres de Israel..
Judit apeló a la ayuda de Dios y a su “astucia seductora” para vencer a los asirios Ella no tenía soldados, no podía vencer con armas propias, sólo tenía fe en Dios y un “cuerpo atractivo”, que le permitió seducir y matar a Holofernes, invencible en el campo de batalla, pero muy vencible como varón a quien pueden subyugar las mujeres.
De esa forma, la misma Judit, una mujer en apariencia inofensiva, actúa como representante de la línea dura de las guerras de Israel, heredera de Simeón y del Dios de venganza. Los asirios eran para ella un ídolo, signo de la humanidad que se eleva contra Dios y oprime a los restantes hombres y mujeres, en este caso a los israelitas, queriendo destruir su santuario, tabernáculo y altar, tres signos privilegiados de su Presencia.
En ese contexto, en contra de los fuertes guerreros, invencibles en el plano militar, aparece y actúa Judit, signo del pueblo judío, mujer débil, simple viuda (Jd 9, 9), que cuenta con la protección de Dios y de esa forma, sin espada ni ejército propia, decapita a los enemigos de Dios, opresores de su pueblo. Así lo proclama Ozías, gobernador de Betulia, al recibirla como vencedora, con la cabeza cortada de Holofernes en su bolo.
¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres…!
Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra,
que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos.
Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres
que recordarán la fuerza de Dios eternamente. Que Dios te conceda,
para exaltación perpetua, el ser favorecida con todos los bienes,
porque no vacilaste en exponer tu vida
a causa de la humillación de nuestra raza.
Detuviste nuestra ruina procediendo rectamente ante nuestro Dios (13 18-20).
Esta bendición puede compararse al Benedictus de Zacaaría (Lc 1, 68-79), pero con una diferencia. La Bendición de Zacarías no es un canto de guerra, sino de transformación de la humanidad, y no culmina con la muerte sangrienta del enemigo, sino con un camino de paz abierto a todos los pueblos, en la línea del canto de Simeón (Lc 1, 79 y 3, 32-35). En contra de eso conforme al nuevo pasaje, Dios se ha manifestado como fuente de bendición (victoria militar) por medio de una mujer, que empuña la espada del enemigo para decapitarle con astucia sangrienta. Allí donde fracasan los ejércitos de Israel, allí donde magistrados y clérigos estaban a punto de rendirse al enemigo, Dios ha realizado por ella su gesta, matando al enemigo. Por eso la bendice también de un modo oficial el Sumo Sacerdote, con los ancianos del Consejo de Jerusalén, que vienen a Betulia y proclaman la victoria de la mujer de la espada:
Tú eres la exaltación de Jerusalén,
tú el gran orgullo de Israel, la gloria suprema de nuestra raza.
Al hacer todo esto por tu mano has procurado la dicha de Israel
y Dios se ha complacido en lo que has hecho.
Bendita seas del Señor Omnipotente por siglos infinitos ¡Amén! (15, 9-10)
El Sacerdote canta la grandeza del Dios guerrero que ha realizado su acción salvadora a través de una mujer que corta con engaño el cuello de Holofernes, de manera que los asirios quedan sin ánimo y se rinden, mientras los judíos de Betulia/Jerusalén recogen el botín de la victoria. Judit ocupa así el lugar de Moisés (que dirige a los israelitas por el Mar Rojo), pero, sobre todo, el de Myrian, su hermana, que había entonado el himno supremo de victoria israelita de Ex 15.
Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las mujeres que estaban a su lado. Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después, dirigiendo el coro de las mujeres, Judit se puso danzando a la cabeza del pueblo, entonando en medio de todo Israel, este himno de acción de gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:
¡Alabad a mi Dios con tambores, elevad cantos al Señor con címbalos,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su Nombre!
Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras…
porque me liberó de la mano de mis perseguidores.
Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa innumerable;
su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos cubrían las colinas.
Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada,
de estrellar contra el suelo a los lactantes,
de entregar como botín a mis niños y de dar como presa a mis doncellas.
El Señor Omnipotente por mano de mujer los anuló… (vf. Jud 15, 8 – 16, 5)[3].
El libro de Judit recoge y reproduce así el tema de la guerra y victoria de Israel, conseguida a través de una mujer. A lo largo de su desarrollo y, de un modo especial, en el canto final (Jd 16, que sólo hemos citado en parte), el libro de Judit asume y recrea en forma parabólica la historia de los héroes de Israel (Simeón y Moisés, David y Judas Macabeo), haciendo que las guerras de Israel culminen por obra de una mujer que así aparece como portadora de la victoria de Dios para el pueblo.
Los judíos rabínicos del II-IV d.C. no se atrevieron a incluir este libro de guerra y victoria de mujer en el canon de su Biblia Hebrea, quizá porque les parece apocalíptico y legendario, contrario al principio de la prioridad de la ley. Por eso, como he destacado en cap. 2, la Biblia hebrea sólo acepta en perspectiva de guerra femenina el libro complementario de Ester, con astucia y atracción femenina, pero sin guerra.
A diferencia de eso, desde su perspectiva mesiánica, los cristianos han aceptado en su canon (LXX y Vulgata) no sólo el libro de Ester, sino éste de Judit, y debemos interpretarlo desde el mensaje de los evangelios y de Pablo, completándolo e interpretándolo no sólo desde el Benedictus de Lc 1, 68-79, sino especialmente desde el canto de María (Lc 1, 46-55) y con la profecía de Simeón (Lc 2, 34-35), donde María, madre de Jesús, no aparece como nueva Judit (en contra de cierta liturgia superficial católico-ortodoxa), sino como anti-Judit, que no engaña en la cama a Holofernes, ni le le decapita con su espada, sino que comparte la espada del amor doloroso de Jesús, su hijo, en nombre de toda la humanidad. Desde ese fondo han cantado simbólicamente los cristianos
Tota pulchra es, Maria,
et macula originalis non est in te.
Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri.
O María, virgo prudentissima, mater clementissima,
ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.
Traducción:
Eres toda hermosa, María
y el pecado original no está en ti.
Tú, gloria de Jerusalén, tú, alegría de Israel, tú, honor de nuestro pueblo,
Oh María, virgen prudentísima, madre clementísima.
Ruega por nosotros, intercede por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo.
[1] Cf. Dios judío, Dios cristiano, EVD, Estella 1996, 290-295, con cf. A. Lacoque, Subversives, ou un Pentateuque de Femmes, Cerf, Paris 1992, 45-62.
[2] Cf. P. W. Skehan, The Hand of Judith, CBQ 25 (1963) 94-110; T. Graven, Artistry and Faith in the Book of Judith, SBLDS 70, Chico CA 1983.
[3] Cf. Lectura cristiana de salmos