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Carta abierta a monseñor Argüello

El credo islámico y la comida prohibida.

Con el estrambote de un chascarrillo gastronómico vivido por “nos”. Es ya de hace tiempo la noticia, pero su actualidad me temo que siga vigente dado el aumento de “elementos” humanos sobrevenidos. Muchos en patera.

Los hechos tal como aparecieron en Internet: un profesor del Instituto “Menéndez Tolosa” (*) de La Línea de la Concepción, explicaba en clase el despiece del cerdo para la elaboración de los distintos productos derivados y el proceso de curación del jamón. Un alumno de 1º de Secundaria –no era tan niño como dicen, sino adolescente que sabe lo que dice— pidió que no se hablara de ello en clase, parece ser porque ofendía a sus convicciones religiosas.

El asunto derivó en denuncia de la familia por xenofobia y algo más. La policía tomó declaración al profesor –en un estado de derecho, la policía no puede hacer otra cosa que seguir el cauce legal--, para quedar todo pendiente de la decisión del juez. Desconozco el final judicial del asunto, supongo que el juez procedería a la desestimación de la denuncia.

El profesor adujo cinco razones de suficiente peso racional como para seguir con sus explicaciones, que citamos porque estamos completamente de acuerdo con ellas, añadiendo todavía alguna consideración más:

  1. Él era el profesor y podía hablar en clase de lo que creyera conveniente.
  2. Los hábitos alimenticios de cada alumno no son relevantes en una clase
  3. Las convicciones religiosas no tienen cabida en una clase de ciencias ni al profesor le tienen que importar.
  4. En una clase de 30 alumnos, debería importar más lo que afecte a 29 que a uno. No son los 29 los que deben acomodarse a creencias irracionales.
  5. Si a pesar de lo dicho, todavía el alumno está incómodo, tiene la posibilidad de elegir otro Instituto. Añadiríamos nosotros que puede elegir un centro islámico –desconozco si los hay-- o estudiar en su país de origen, algo que el profesor no diría.

Si las cosas fueron así y no hay ningún agravante que incidiera en la consideración de los hechos –¿le obligaron a ingerir un trozo de jamón al calenturiento musulmán? -- el hecho se podría calificar de kafkiano, o sea, absurdo.

Políticos y sindicalistas calificaron el asunto de “sorprendente”. ¿Sorprendente? Añado algún epíteto más: irracional, ofensivo, hilarante, desatinado, disparatado, impertinente, inverosímil, inconcebible… Mis consideraciones ante los cerca de 300.000 musulmanes residentes en España:

Termino con un chascarrillo sacado de mi experiencia docente, aunque del mismo me enteré más tarde por no ser agente directo: en el colegio que yo regía, y hará de esto sus más de 20 años, teníamos algunos alumnos de procedencia étnica variada. Los había chinos, marroquíes, sudamericanos… y uno hindú.

Los padres de dicho alumno, muy cortésmente, pidieron “por favor” que a la hora de servir comida a su niño (quizá 5 ó 6 años), no fuera de vacuno. --Muy bien, así será, parece ser que les dijo su profesora. Cuando tal comida se servía a los demás, él recibía un plato aparte… ¡pero de la misma comida! --¿Qué tal te ha sabido tu comida “especial”?, le preguntó alguna vez su profesora. Quizá porque tal sabor no lo había probado nunca, el alumno se relamía de gusto y hablaba maravillas de la comida. Curiosamente o por fortuna, no cayó ningún rayo jupiterino o visnuítico sobre el colegio.

Pues eso.

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(*) No quiero decir muy alto el nombre de tal IS: Camilo Menéndez Tolosa fue un militar (1899-1971), combatiente en el Rif, general franquista, gobernador civil de Santander, Navarra y Campo de Gibraltar, Ministro, etc. Igual se enteran en tal ministerio y lo cambian.

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