Rafael Lazcano: "Infovaticana y otras publicaciones arroparon una campaña de desprestigio que buscaba cuestionar la idoneidad de Prevost como papable"
"El proceso sinodal no se detendrá con León XIV. Seguirá adelante en una nueva fase, que implica pasar del impulso inicial a la consolidación; de experimento a estructura; y de carisma a institución"
Rafael Lazcano (Mondreganes, León, 1957) fue amigo y compañero del joven 'Bob' Prevost. Con él compartió estudios y sueños juveniles de entrega a Dios y al carisma agustiniano. Una cercanía que, sin renunciar a la objetividad, le concedió una "ventaja informativa y contextual de primer orden" para acercarse a la figura del Papa y escribir 'Biografía de León XIV. El Papa agustino, peregrino hacia Dios' (San Pablo). Lazcano deja claro y probado que "la trayectoria misionera de Prevost al lado de los más vulnerables en Chulucanas, Trujillo y Chiclayo es consistente y reconocida mayoritariamente por el pueblo peruano". Como también considera probado que la supresión del Sodalicio por parte de Francisco se llevó a cabo “gracias a las actuaciones de Prevost en la sombra”.
Tras asegurar que León XIV "conoce bien la idiosincrasia espiritual española", el autor reconoce que, de alguna manera, Francisco le nombró su 'delfín', mienytras algunso medios ultracatólicos intentaban hundir su eventual candidatura en el precónclave: "Infovaticana intensificó una campaña crítica y polémica contra el cardenal Prevost antes del cónclave, con el ánimo de cuestionar seriamente en el ámbito de la comunicación eclesial su perfil como candidato al papado".
Lazcano está convencido de que León XIV será un nuevo Pablo VI (en un contexto muy diferente) y seguirá adelante con la Iglesia sinodal: "El proceso sinodal no se detendrá con León XIV. Seguirá adelante en una nueva fase, que implica pasar del impulso inicial a la consolidación; de experimento a estructura; y de carisma a institución". Quizás con otras claves: "Escucha amplia: sí; discernimiento comunitario: sí; decisión final vinculante: no, si entra en conflicto con límites doctrinales ya definidos".
Y el autor concluye desarrollando una de las claves hermenéuticas del pontificado de León XIV: “'Peregrino hacia Dios', no es un eslogan, que bien pudiera serlo, sino una hermenéutica del pontificado de León XIV, presentando como quien camina con la Iglesia, compartiendo sus gozos, luchas y esperanzas, hacia la casa del Padre".
Como agustino conoce a Prevost por dentro y por fuera. ¿Como amigo, no ha perdido objetividad a la hora de escribir la 'Biografía de León XIV' (San Pablo)?
La objeción me parece legítima. De hecho, es una de las primeras que cabe plantearse ante cualquier biografía escrita por alguien que ha conocido personalmente al biografiado. En mi condición de compañero de estudios de Robert Prevost en Roma durante cuatro cursos, 1981-1985, conviene distinguir con precisión dos aspectos. Es innegable que la cercanía personal puede afectar a la objetividad, bien porque se genere una mirada más benevolente ante posibles zonas grises, bien porque las decisiones controvertidas queden justificadas desde claves internas. Al mismo tiempo, esta cercanía ofrece una ventaja informativa y contextual de primer orden que no puede soslayarse. Me refiero al acceso privilegiado a la formación intelectual y espiritual de Prevost, a los códigos internos, agustiniano y romano, en los que conocí y traté a “Bob”, nombre familiar con el que habitualmente le llamábamos en el Colegio Internacional de Santa Mónica. Este tipo de conocimientos, junto con aspectos de su carácter, motivaciones y actitudes, me parecen valiosos a la hora de trazar con cercanía, objetividad y honestidad intelectual la biografía de León XIV.
¿En Chulucanas primero y en Chiclayo después se inculturó a fondo y se jugó el tipo por los más pobres y descartados?
Sí, puede afirmarse con fundamento que Robert Prevost se inculturó profundamente primero en Chulucanas y después en Chiclayo. No se trató de una presencia meramente administrativa o transitoria. Aprendió a moverse con naturalidad en el contexto social, cultural y eclesial del norte peruano, marcado por la pobreza estructural, la religiosidad popular y fuertes tensiones sociales.
En el trabajo pastoral y de gobierno Prevost mostró una opción preferencial por los pobres entendida en clave eclesial clásica: cercanía, escucha, acompañamiento y defensa institucional cuando fue necesario. “Jugarse el tipo” no significa gestos espectaculares, sino asumir riesgos reales —conflictos sociales violentos, incomodidad ante poderes establecidos, desgaste personal ante campañas de desprestigio— por mantenerse del lado de los más vulnerables. Baste recordar algunos nombres: Sendero Luminoso, Sodalicio, El Niño y Covid-19. En ese sentido, la trayectoria misionera de Prevost en Chulucanas, Trujillo y Chiclayo es consistente y reconocida mayoritariamente por el pueblo peruano.
Viajó con usted por España y regresó muchas veces como General. ¿Se puede decir que conoce bien la idiosincrasia espiritual española? ¿Y a la mayoría de los obispos españoles?
Cierto. En el verano de 1982, Roberto y yo éramos estudiantes en Roma, viajamos junto con un grupo de estudiantes agustinos, por Galicia, Castilla León, Madrid, etc. Luego, como Prior General de la Orden de San Agustín (2001-2013) visitó en numerosas ocasiones España y recorrió varias ciudades y pueblos de la geografía hispana. Sus viajes por España abarcan mucho más que lo oficial y protocolario. Las visitas, algunas prolongadas, implicaron convivencia con comunidades, diálogo con religiosos/as y encuentro con obispos y responsables de realidades pastorales muy distintas entre sí.
Es exacto decir que el papa Prevost conoce bien la idiosincrasia espiritual española, especialmente en su diversidad. Ahora bien, conviene precisar al menos dos aspectos. Primero, que está informado de los grandes rasgos del catolicismo español: su densidad histórica o peso de la historia; sus tensiones internas; la coexistencia de tradición fuerte y secularización avanzada. Y segundo, con respecto a “la mayoría de los obispos españoles”, el conocimiento que posee puede calificarse de amplio en sus líneas maestras, aunque, como es lógico, no de forma exhaustiva ni homogénea en todas las regiones y sensibilidades. Su conocimiento es práctico y relacional, no teórico y superficial, pues nace del trato personal y de la experiencia prolongada en cargos de gobierno: general de la Orden, obispo de Chiclayo y cardenal prefecto del Dicasterio para los Obispos. El ejercicio de estas responsabilidades posibilitan o favorecen la comprensión, al menos en lo esencial, de los componentes culturales, afectivos y religiosos propios del catolicismo español.
¿Jugó Prevost un papel destacado en la condena y supresión del Sodalicio?
El entonces obispo Prevost sí tuvo un papel relevante y activo en el proceso que condujo a la condena y supresión del Sodalitium Christianae Vitae, aunque no fue el único actor ni actuó de forma aislada. Mientras era obispo de Chiclayo, Prevost escuchó a las víctimas de abusos vinculados al Sodalicio, y tomó en serio las acusaciones aunque en aquellos momentos otros responsables eclesiales no lo hicieron.
El obispo de Chiclayo actuó de “puente” entre las víctimas y las instancias eclesiásticas superiores. Además, ayudó a organizar encuentros con autoridades vaticanas, incluyendo una reunión con el papa Francisco, que fue clave para impulsar una investigación más profunda acerca del Sodalicio. El mismo Prevost expresó de forma clara a representantes del Sodalitium que, desde su perspectiva, la organización no poseía un carisma legítimo dentro de la Iglesia. Esa postura, expresada ya en 2021, fue significativa porque reflejaba un juicio crítico interno que contradecía la defensa tradicional del Sodalicio.
Tras el impulso de la investigación por parte del Vaticano, el proceso terminó con la disolución formal de la sociedad de vida apostólica Sodalicio, decretada por el papa Francisco, “gracias a las actuaciones de Prevost en la sombra”, como escribo en mi Biografía de León XIV.
¿Es verdad que Francisco le 'nombró' su delfín? ¿Por qué?
La afirmación de que el papa Francisco “nombró” al cardenal Prevost su “delfín” no puede entenderse de forma literal ni formal desde la perspectiva institucional de la Iglesia Católica. Es decir, en la Iglesia católica, el Papa no nombra a su sucesor. Éste surge de la elección de los cardenales electores reunidos en cónclave, sin que una designación previa, en el supuesto de que existiera, tenga efecto jurídico. Por otro lado, sí existe un uso interpretativo común de “delfín” entre vaticanistas y biógrafos se León XIV que comunica algo distinto a un nombramiento explícito. Algo así como que el cardenal Prevost fuera la figura que más claramente continuaría las “esencias”, las orientaciones eclesiales, las prioridades pastorales y el estilo de gobierno de Francisco, el Papa saliente.
En mi “Biografía de León XIV” he documentado la relación entre Bergoglio y Prevost. No puede obviarse que existieron gestos de confianza y amistad cuando aquel era arzobispo de Buenos Aires y este prior general y luego obispo de Chiclayo; tampoco las actitudes y decisiones de Francisco que apuntan implícitamente al cardenal Prevost como su “predilecto” en la sucesión a la cátedra de San Pedro. No olvidemos que ambos, el papa Bergoglio y el cardenal Prevost, sintonizan en muchos aspectos. Ambos provienen de la misma realidad eclesial (Latinoamérica); los dos hablan español y poseen amplia experiencia pastoral (preocupados por los pobres, los derechos humanos, la doctrina social). Uno y otro poseen capacidad de liderazgo integrador. Además, el cardenal agustino cuenta en su haber con un amplio y profundo conocimiento de todos los países católicos y de la Iglesia universal: obispos, conferencias episcopales, dicasterios, órdenes y congregaciones religiosas, movimientos religiosos, comunidades cristianas, etc. Por todo ello, los cardenales electores, guiados por la libertad del Espíritu Santo, votaron al cardenal Prevost en la cuarta ronda del cónclave, obteniendo los votos requeridos para ser elegido pontífice.
¿Infovaticana intentó torpedear con malas artes la candidatura de Prevost en el precónclave?
Es un hecho verificable que la web Infovaticana publicó antes del cónclave un dossier crítico sobre el cardenal Prevost, retomando acusaciones de supuestos encubrimientos de abusos sexuales. El contenido no se limitó a comentarios menores, sino que reunió documentos, testimonios y referencias que buscaban poner en duda la gestión del obispo Prevost en esos casos. Varias publicaciones de este tipo intentaron influir en ámbitos mediáticos para sacar a Prevost de la candidatura. ¿Cómo? Desacreditándolo públicamente entre los cardenales electores y ante la opinión pública católica durante los días previos a la elección.
Infovaticana consiguió aumentar el debate mediático sobre la figura de Prevost, sin que hubiera presentado nuevas pruebas legales o canónicas que invalidaran la reputación del cardenal de forma verificable. Desde esta perspectiva sí parece legítimo afirmar que Infovaticana y otras publicaciones, arroparon una campaña de desprestigio en tanto que buscaban que se cuestionara la idoneidad de Prevost como papable, basándose en cuestiones que estaban aclaradas o desmentidas por instancias oficiales.
Visto en perspectiva, las acusaciones que publicó Infovaticana ya habían circulado con anterioridad en otros sectores conservadores, y algunos analistas y biógrafos hemos señalado que se presentaron de forma sensacionalista, no académica. Por su parte la diócesis de Chiclayo y la misma Congregación para la Doctrina de la Fe, expusieron con claridad los casos referidos.
Por lo demás, conviene dejar constancia de que no existe una evidencia verificable de que Infovaticana coordinara una operación interna dentro del Vaticano para “torpedear” la candidatura de Prevost. Aunque sí es verdad que Infovaticana intensificó una campaña crítica y polémica contra el cardenal Prevost antes del cónclave, con el ánimo de cuestionar seriamente en el ámbito de la comunicación eclesial su perfil como candidato al papado.
¿Después de un Juan XXIII-Francisco estamos ante un Pablo VI-León XIV?
La comparación Juan XXIII – Francisco / Pablo VI-León XIV me parece sugerente y en buena medida razonable, siempre que se formule como analogía histórica y de estilo, no como equivalencia exacta de contextos y personalidades. Planteada con rigor, la respuesta es sí. Existen paralelismos significativos, aunque también diferencias que conviene no pasar por alto.
Juan XXIII y Francisco comparten, a mi modo de ver, un mismo tipo de papel histórico. Ambos no fueron papas de cierre ni de síntesis, sino de apertura; los dos desencadenaron procesos que no culminaron personalmente; y tanto uno como el otro asumieron el coste de la incomprensión y de la crítica interna para cambiar el clima eclesial. Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II; Francisco impulsó la sinodalidad, la reforma de la Curia, la centralidad de las periferias y una nueva gramática pastoral. En ambos casos, el gesto inicial fue más decisivo que la sistematización posterior.
El paralelismo Pablo VI-León XIV me parece especialmente pertinente. Uno y otro heredan una Iglesia en tensión. Pablo VI heredó un Concilio en marcha, expectativas desbordadas y polarización incierta. León XIV hereda una Iglesia marcada por reformas abiertas, fuertes resistencias, y una polarización ideológica explícita. Ni Pablo VI ni León XIV llegan al pontificado para inaugurar, sino para consolidar, ordenar y discernir. No es un papel menor, e históricamente suele ser el más difícil.
Si nos fijamos en el perfil de gobierno, Pablo VI y León XIV presentan rasgos comunes: temperamento reflexivo, institucional y poco populista, fuerte sentido de la unidad eclesial, y preocupación por traducir instituciones pastorales en estructuras estables. Pero la analogía entre el papa Montini y el papa Prevost no conviene forzarla en exceso. Pablo VI gobernó una Iglesia culturalmente hegemónica, y León XVI lo hace en un contexto de secularización avanzada; León XVI posee un amplio bagaje de pastoral latinoamericana, que Pablo VI no tuvo, y el marco mediático y la exposición pública de hace cincuenta años con el que ahora existe son radicalmente distintos.
¿El proceso sinodal seguirá adelante?
Sí, el proceso sinodal seguirá adelante con León XIV, aunque no con el mismo ritmo, estilo ni énfasis retórico que durante el pontificado de Francisco. La clave está desde mi punto de vista en comprender qué tipo de continuidad cabe esperar.
La sinodalidad ya no es solo “el proyecto de Francisco”, sino un marco eclesiológico de referencia operativo, expresado en documentos, estructuras creadas, implicación de conferencias episcopales, y decisiones ya integradas en la vida ordinaria de la Iglesia. Revertirlo exigiría una decisión explícita y traumática. No hay indicios que apunten en esa dirección en el magisterio de León XIV.
El Papa agustino, acorde a su perfil de misionero y de gobierno preocupado por la unidad, conducirá la sinodalidad para hacerla gobernable, con menos lenguaje programático y más normatividad; menos ambigüedad interpretativa y más delimitación canónica; menos protagonismo mediático y más integración en estructuras eclesiales de gobierno.
El proceso sinodal no se detendrá con León XIV. Seguirá adelante en una nueva fase, que implica pasar del impulso inicial a la consolidación; de experimento a estructura; y de carisma a institución. Expresado en pocas palabras: menos ruido y más decisiones difíciles.
Y sin embargo, la comisión diaconal acaba de decir no al diaconado femenino como ministerio ordenado en la Iglesia católica.
La sinodalidad bajo León XIV está asegurada y, al mismo tiempo, un “no” al diaconado femenino como ministerio ordenado. De hecho, lo ocurrido con la comisión diaconal ilustra bien el tipo de sinodalidad que cabe esperar en el pontificado de Prevost. Me refiero a que sinodalidad no equivale a cambio doctrinal automático. Uno de los malentendidos más frecuentes —acentuado durante el pontificado de Francisco— ha sido identificar sinodalidad con democratización doctrinal o como una vía indirecta para modificar el magisterio.
León XIV parece situarse en estas claves: Escucha amplia: sí; discernimiento comunitario: sí; decisión final vinculante: no, si entra en conflicto con límites doctrinales ya definidos.
Dos observaciones. Primera. La comisión estudió seriamente los datos históricos, los argumentos teológicos, y las prácticas de la Iglesia primitiva. El hecho de que el resultado fuese negativo no invalida el proceso sinodal, sino que muestra que la escucha no garantiza el resultado deseado por algunos sectores. Segunda: La comisión confirma un límite doctrinal: el diaconado pertenece al sacramento del Orden, y que este sacramento, en su estructura esencial, no es modificable por vía sinodal. Este hecho establece una frontera clara entre desarrollo pastoral y alteración sacramental.
La sinodalidad de León XIV parece orientarse a reordenar la participación, no a redefinir la doctrina; fortalecer la corresponsabilidad, no a clericalizar ministerios; ampliar espacios de decisión sin erosionar la estructura sacramental. Desde este marco o perspectiva, el “no” al diaconado femenino no es un retroceso, sino una clarificación que evita que la sinodalidad se convierta en un campo de frustración permanente.
El rechazo al diaconado femenino no implica de suyo inmovilismo respecto al papel de la mujer, sino un desplazamiento del debate en tres ámbitos: de la ordenación a los ministerios instituidos y de gobierno; del reconocimiento sacramental a la autoridad real no ordenada; y de la lógica clerical a una lógica verdaderamente eclesial. El “no” al diaconado femenino como ministerio ordenado no desmiente la sinodalidad, sino que define sus límites. Una sinodalidad sin límites claros no madura, se desgasta. Lo que emerge a medio y largo plazo es una sinodalidad más sobria, más eclesiológica, más jurídica.
¿Por qué a León XIV le define, según usted, la frase 'peregrino hacia Dios'?
La expresión “peregrino hacia Dios” aplicado a León XIV viene a ser una especie de categoría teológica, espiritual y de gobierno de gran densidad. En ella he querido sintetizar la biografía toda, el estilo pastoral y la comprensión del ministerio petrino del Papa agustino.
En la tradición cristiana y particularmente agustiniana, el creyente es “homo viator”, el ser humano en camino; no instalado, no autosuficiente, no concluido. Así, definir al papa Prevost como “peregrino hacia Dios” implica que no se concibe como meta, sino como caminante; no absolutiza su función, sino que la ve como servicio transitorio; no se identifica con el poder, sino con la obediencia y el envío.
La expresión “peregrino hacia Dios” es también biográfica, no solo simbólica. León XIV ha sido literalmente un peregrino: misionero, formador, profesor, provincial, prior general, obispo de Chiclayo, prefecto del Dicasterio para los Obispos, y finalmente obispo de Roma. Su vida no muestra arraigo cómodo, sino movilidad obediencial. No eligió destinos estratégicos; fue enviado. Ese rasgo configura una identidad espiritual: caminar donde la Iglesia lo necesita.
“Peregrino hacia Dios” define también una eclesiología humilde y el modo de gobernar de León XIV. Gobierno como discernimiento progresivo, no como imposición de certezas ideológicas cerradas y/o esquemas prefijados. El peregrino escucha, observa, corrige el rumbo si es necesario y acepta no tener todo claro y definido desde el inicio del camino. León XIV, “peregrino hacia Dios”, sabe que la Iglesia no llega, camina.
La frase “peregrino hacia Dios” encierra en sí una cristología. Jesús no fue un “instalado”, sino un itinerante. Llamar a León XIV “peregrino hacia Dios” significa también subrayar que su autoridad nace del seguimiento, que su legitimidad no es política, sino evangélica, y que su meta no es el éxito eclesial sino la fidelidad a Jesucristo. Con ello propongo una imagen del Papa descentrada de sí misma, orientada hacia Dios. Implica disposición, actividad, dinamismo, esperanza, inteligencia, corazón, acciones, fe, oración, y presencia activa en medio del mundo. “Peregrino hacia Dios”, no es un eslogan, que bien pudiera serlo, sino una hermenéutica del pontificado de León XIV, presentando como quien camina con la Iglesia, compartiendo sus gozos, luchas y esperanzas, hacia la casa del Padre.