Roberto Cabral 4. Y PLENAMENTE AÚN ENAMORADO

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
04 may 2015 - 09:07
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Dedicamos el espacio de hoy a un tema muy sugerente: el apasionado amor del poeta zacatecano, de edad provecta, a la mujer, a una muy especial mujer que le acompañó inseparable durante los últimos años de su fecunda y generosa trayectoria vital . Pero será justo escuchar, de primera mano, la confesión personal del lírico, entrevistado en 1997, dos años antes de su definitiva y llorada ausencia:

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"A principios de los 70, recibí una llamada de Selecciones. Era la directora del departamento de libros, Julia Ortiz, y en tres años hicimos el libro La fuerza de las palabras. Nos entendimos tan bien que nos casamos. Pero siempre he sido libre, hasta donde se puede ser libre en este mundo, tal vez por mi temprana orfandad, no sólo por temperamento. Todavía hice tres o cuatro cosas más para Reader's Digest. La verdad es que los últimos 24 años han sido los más felices de mi vida. Gracias a Julia, mi vejez ha sido muy feliz.

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Y PLÉNAMENTE AÚN ENAMORADO

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El escaparate de hoy lo componen tres exquisitos poemas sobre el amor, tres sonetos, la figura estilística predilecta de Roberto Cabral, en la que fue consumado maestro: reserva para el final, según costumbre, en los presentes versos, el inesperado regalo de una genial pirueta sin red. En el poema “Enamorado”, fechado a sus 72 años, confiesa con alegría estar plenamente enamorado y feliz en un mundo que le ha hechizado. Pero que, creyendo en un más allá, sin miedo o dudas se aviene a morir, a regresar al infinito mar de sus orígenes.

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ENAMORADO

De mí, que estoy en plena edad provecta

y plenamente aún enamorado,

sólo diré que el mundo me ha hechizado,

que nada en contra del amor me afecta.

Que, ante lo inevitable, se proyecta

mi vida a un más allá, donde, confiado,

espero dar amor y ser amado

en una forma menos imperfecta.

Que como para arder y consumarme

tengo la eternidad, sin un adarme

de miedo o dudas, a morir me avengo.

Y a fuerza de morir he de perderme

desnudo, elemental, humilde, inerme,

en el inmóvil mar de donde vengo.

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EN TU ESPLÉNDIDO OTOÑO...

La declaración de amor”, fechada seis años previos al último viaje, se dirige a una destinataria muy concreta, pareja del oficiante, que proclama otoñalmente bella, amorosa, tranquila, inteligente, amigable, colaboradora... El último terceto, referido a las manos de ambos, sugiere la celebración de gestos sagrados (pan y vino) en la intimidad del hogar, doméstico templo.

(Lamento haber apenas conseguido, por Internet, fotografías del poeta y su pareja, que sustituyo en el blog lo mejor que me ha sido posible.)

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LA DECLARACIÓN DE AMOR

Más aún que en tu clara primavera

eres ahora bella, amada mía:

en tu espléndido otoño, se diría

madura en ti la humanidad entera.

Amo tu cuerpo hermoso y tu alma austera,

tu sien surcada de sabiduría,

y te amo al saber tu compañía

para todo y en todo compañera.

Así te quiero, mar de aguas tranquilas,

con tu diáfano ayer, y en las pupilas

la luz de los crepúsculos dorados.

¡Manos dichosas con que compartimos

nuestro pan amoroso y los racimos

a las viñas celestes arrancados!

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NADIE ADVIERTE LA FLECHA DEL AMOR...

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Delicioso poema, con notables observaciones de alta sensibilidad, compuesto por un poeta que no había llegado a cumplir 50 años. Un joven, o una joven, recibe el flechazo de Cupido y modifica su rostro, su mirada, su corazón que late más aprisa, su fantasía se escapa por cielos de arco iris, siente modificada toda cosa a su alrededor. La muerte se declara en retirada... “Y nadie ha visto nada. Nadie advierte / la flecha del amor. Nada ha pasado.” (Sinceramente, pienso que Quevedo, por ejemplo, podía haber firmado honorablemente este pedazo de soneto.)

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EL MILAGRO

Si no ha pasado nada. Todo ha sido

una sonrisa sólo, una mirada;

y en torno toda cosa está cambiada;

y no queda noción de lo vivido.

Ya palpa el corazón, recién nacido,

su dicha, que construye de la nada;

rubios tintes estrena la alborada;

capta músicas nuevas el oído.

Han lavado la luz; la flor existe;

sufrir estuvo bien; la tarde triste,

como un niño abandona su cuidado.

A su antiguo no ser huye la muerte.

Y nadie ha visto nada. Nadie advierte

la flecha del amor. Nada ha pasado.

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ROBERTO CABRAL DEL HOYO

Insigne poeta, formó parte del histórico

grupo Ocho Poetas Mexicanos

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1. Nuestras dos gravideces

LOS ESPOSOS

ALABEMOS

SE DIJO QUE UNA MADRE HA MUERTO

2. Me prestaste tus ojos para verme

HASTA QUE TÚ, SONRIENTE

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TE QUIERO PARA TI

ESAS COPLAS

3. Siempre que logro darme por entero

EN LAS MANOS DE DIOS

LA FELICIDAD

MIENTRAS TÚ TE ILUMINAS

4. Y plenamente aún enamorado

ENAMORADO

LA DECLARACIÓN DE AMOR

EL MILAGRO

5. La sonrisa de Dios

LA SONRISA DE DIOS

TRÓPICO

EN LAS IGLESIAS OPULENTAS

6. Sangrando a borbotones

DE LA BELLEZA

EL MENSAJE PERDIDO

POLVO Y SUEÑO

7. Tal vez como a los pájaros me asistes...

DICHO CON ROSAS

UNA VEZ MÁS

PREMONICIONES

y8. Dos importantes poemas, para finalizar

PECADOS

AGUZO LOS SENTIDOS

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