Roberto Cabral 7. TAL VEZ COMO A LOS PÁJAROS ME ASISTES

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
04 may 2015 - 09:12
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La imagen que preside el post de hoy representa una mano extendida que alimenta a un goloso y necesitado pajarillo. En los emocionados versos de “Humildemente”, integrados en el cuaderno “Del milagroso amor, del tiempo y muerte” (1996), el lírico zacatecano, presintiendo más que nunca la proximidad de su adiós al mundo, ocurrido en 1999, nos regala los siguientes cuartetos, encendidos de amor, de misticismo, de sencillez, de trasparencia: “Dios de mis padres, ¡Ya no sé si existes! / Humildemente a tus altares vengo / para ofrendarte todo cuanto tengo: / mi incierta voz, mis esperanzas tristes. / Tal vez como a los pájaros me asistes, / pues dormido en las ramas me sostengo / y subo libre al aire, y me mantengo / del oro de tus mágicos alpistes...

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CULTURA INDÍGENA Y CULTURA CRISTIANA DE LA MUERTE

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Reservamos el espacio de hoy a tres sonetos que fulgen en la galaxia de la temporalidad y de la muerte, temas, quizá, los más reiterativos y lúcidos de toda la obra poética del autor de "Casa sosegada". No podemos olvidar que Roberto Cabral del Hoyo es hijo de su tiempo, pero, sobre todo, de su tierra y de su gente. Sigue siendo México, también hoy, el país de mayor familiaridad con la muerte, una muerte vestida de vivos colores, celebrada con canciones y corridos, tragos de tequila, pulque, cervezas..., altares de muertos con ofrendas, calaveras de dulce, panes de muerto, flores...

Curiosamente, se fundieron en una sola la cultura precolombina del mundo indígena, alegre porque la muerte es tránsito a la vida (el muerto se transforma en dios), y la cultura cristiana, en la que toda la vida es preparación para el momento de la muerte, suceso doloroso y trascendente, con temor a ser juzgado desfavorablemente. Ambas concepciones coinciden, probablemente, en la creencia de vida más allá de la muerte (resurrección se llamaría en el cristianismo). Conozcamos ya los tres importantes poemas del escritor del amor, de la vida, de la muerte...

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AL PASO DE LAS ROSAS INMORTALES...

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La evolución de una bella y perfumada rosa, de rosa viva a rosa mustia, reproduce simbólicamente, a nivel vegetal, las edades del hombre: hoy en la flor de la vida, mañana en flor de destrucción. En el mundo vegetal, o animal no humano, la apoteosis de la vida no se detiene, y a base de semillas reproductoras, la cadena de vida se prolonga en el tiempo. La diferencia con nosotros es que el hombre sabe que va a morir y es único, y la rosa no. Un pensamiento que alivia la conciencia de desaparición de uno de nosotros es la buena noticia de la supervivencia en los hijos, que prolongan genética y educacionalmente la existencia y apellidos de sus padres...

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DICHO CON ROSAS

La gala del rosal, ayer erguida

y alta en su tallo, ahora se deshoja;

pero otra nace ya, tan blanca o roja,

y no menos en trance de partida.

Es tan fiel copia la recién nacida

de la que languidece, que se antoja

que son la misma flor hoja por hoja,

sangre las dos o nieve desvalida.

Y heredándose perlas a corales,

siempre la muerte quedará burlada

al paso de las rosas inmortales.

¡Ay, pero este morir es de otro modo,

rosa ideal, belleza entresoñada,

porque soy uno y moriré del todo!

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ME APLAZAS EL MOMENTO PARA EL VIAJE...

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En humilde actitud de aceptación de la voluntad divina, Cabral del Hoyo, que redacta estos conmovedores versos con 77 años (consigna con precisión la fecha: 15 de enero de 1991), confiesa sentirse aliviado por una nueva mejoría de salud (“me vuelves la vida”), y encontrarse dispuesto a continuar realizando en la tierra la misión que Dios le tenga encomendada.

En el terceto final expresa su temor a nuevas recaídas, más dramáticas, más dolorosas... Y lo que es más angustioso, confiesa su miedo, su terror a que el tribunal divino dicte sentencia de culpabilidad, y le cierre, en hora final, las puertas de su amor. Me estremece anotar este comentario, pero sospecho que se corresponde con una presentación catequética, en los primeros años, que exaltaba, en el Señor del Evangelio, la justicia y la ley sobre el amor y la misericordia...

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UNA VEZ MÁS

Me aplazas el momento para el viaje

una vez más, me vuelves a la vida

cuando juzgar pudiéramos cumplida

la mínima misión que al mundo traje.

Hágase pues tu voluntad, y baje

tu bendición sobre la interrumpida

labor; he de volver a la partida

con la misma paciencia y el coraje.

Procuraré seguir dando la cara

a cuantos avatares la tercera

trágica edad me tenga condenado.

Y no me encuentre lo que me depara

el azar o tu ira justiciera

de tu mano, Señor, abandonado.

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EN UNA INMENSA PAZ DESCONOCIDA...

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Observad primeramente la fecha que elige Cabral para firmar estos versos: el 21 de marzo de 1990 (primer día de Primavera, cumplidos ya el poeta 76 años). Un señalamiento obligado: su identificación con Jesucristo en su agonía sobre la cruz (“clavos y espinas. / Acíbar a tomar...”).

Aunque inicialmente parece celebrar el escritor de Zacatecas la actitud establecida para el puro macho mexicano, frente a la muerte: despreciarla, burlarse de ella, presumir de valiente (“Hacerte / como que nada importa: Bah, pamplinas...”), a la hora de hablar desde el corazón, nada de bromas: “súbitas ganas de llorar...”, “Y el pavor a dormirte y perderte”. Y la emoción, a ratos, de haber desperdiciado “acaso lo mejor de nuestra vida”. El terceto último sugiere, antes de cerrarse definitivamente los ojos, detenerse el corazón, dormirse el pensamiento, la misteriosa llegada de un dulce y definitivo sentimiento de “bienestar”, de “paz” inmensa...

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PREMONICIONES

Presiento cómo llegará la muerte:

Hospitales. Doctores. Medicinas.

Lecho para yacer, clavos y espinas.

Acíbar a tomar, áspero y fuerte.

Súbitas ganas de llorar. Hacerte

como que nada importa: Bah, pamplinas.

Sopor. Debilidad. Quejas mezquinas.

Y el pavor a dormirte y a perderte.

Sentir, a ratos, que desperdiciamos

acaso lo mejor de nuestra vida.

Molestar y reñir a los que amamos.

Y un vago bienestar convaleciente

muy poco antes de hundirte, dulcemente,

en una inmensa paz desconocida.

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ROBERTO CABRAL DEL HOYO

Insigne poeta, formó parte del histórico

grupo Ocho Poetas Mexicanos

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1. Nuestras dos gravideces

LOS ESPOSOS

ALABEMOS

SE DIJO QUE UNA MADRE HA MUERTO

2. Me prestaste tus ojos para verme

HASTA QUE TÚ, SONRIENTE

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TE QUIERO PARA TI

ESAS COPLAS

3. Siempre que logro darme por entero

EN LAS MANOS DE DIOS

LA FELICIDAD

MIENTRAS TÚ TE ILUMINAS

4. Y plenamente aún enamorado

ENAMORADO

LA DECLARACIÓN DE AMOR

EL MILAGRO

5. La sonrisa de Dios

LA SONRISA DE DIOS

TRÓPICO

EN LAS IGLESIAS OPULENTAS

6. Sangrando a borbotones

DE LA BELLEZA

EL MENSAJE PERDIDO

POLVO Y SUEÑO

7. Tal vez como a los pájaros me asistes...

DICHO CON ROSAS

UNA VEZ MÁS

PREMONICIONES

y8. Dos importantes poemas, para finalizar

PECADOS

AGUZO LOS SENTIDOS

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