Roberto Cabral 6. SANGRANDO A BORBOTONES

No es cómodo ser poeta. No lo es, al menos para Cabral del Hoyo que, con 67 años, así proclamaba su credo lírico: “ARTE POÉTICA. / El poema se escribe verso a verso; / cada verso, palabra por palabra; / la palabra, por sílabas; / la sílaba, por letras. / El poema se escribe letra a letra. / Cada letra con sangre.” Por esta sola vez, signaremos la página con sangre, que el poeta, como la mujer en el parto, siente dolores de alumbramiento...

Otro importante ejemplo se inicia con los siguientes versos: “Por merecer la gracia y el milagro / todo serán ofrendas...” Los tercetos finales se abren al sacrificio, a la entrega noble: ”Desolado, desnudo, persevero. / Si la norma del arte es inflexible, / guardo su ley y su justicia quiero. / No hay tributo pesado ni temible. / Dime si algo no hicieras, jardinero, / por lograr una rosa inmarcesible.”

Y SE QUEDA SANGRANDO A BORBOTONES

El poeta lírico es un ser de experiencias espirituales, acaso místicas, intensas; su problema suele ser traducir a vulgares palabras la rica floración de su privilegiada intimidad. Con esta desazón el escritor creyente se angustia porque vive la Belleza como gracia de Dios, regalo de su bondad misericordiosa, y en silencio le adora y agradece. Mas no se atreve a ensuciar de tinta y rústicos pensamientos los corporales blancos de unas silenciosas cuartillas.

DE LA BELLEZA

A solas uno va buscando, lento,

en cadencias y símbolos extraños,

su desnuda expresión, y con los años

concertando la voz al sentimiento.

En las estrofas que se dan al viento,

golondrinas de luz, ya ni desmaños

ni circunloquios hay. Son los huraños

vocablos nuestro dócil instrumento.

Y la más honda angustia nos embarga,

porque, inefable, la Belleza brilla,

como cosa de Dios, entre renglones.

Y frente a certidumbre tan amarga

uno rompe la cándida cuartilla,

y se queda sangrando a borbotones.

A MÍ ME LO CONFIARON, ADOLESCENTE APENAS...

No nos equivoquemos pensando que padres y mayores solo pueden aconsejar, desde su experiencia, a los niños: también pueden aprender mucho de ellos. De ellos y de los adolescentes, revolucionaria edad de altos ideales éticos. Palabras como sinceridad, ecología, pacifismo, igualdad, voluntariado, amor, justicia, creatividad... no son ajenas a su vocabulario. No es una etapa inferior la adolescencia, ni han madurado más los adultos de realista vuelo bajo. Han madurado menos. Han olvidado, quizás demasiado pronto, aquel alegre descubrimiento del Ser con su dinamismo de altos ideales hacia la verdadera vida...

EL MENSAJE PERDIDO

Para mi nieta Laura

Y yo tenía un mensaje

que dar.

Era un mensaje muy sencillo.

Su evidente verdad traspasaría

el apretado corazón del hombre.

¿En qué siniestra esquina,

en qué desfiladero de tinieblas,

no sin darme por muerto, me quitaron

aquel mensaje luminoso?

Mi voz, en lo más hondo de la noche

bajo mi propia lengua amordazada,

se maldijo, si no llamó a los hombres

a rescatar su herencia.

Niéguenme el sol, el sueño, las caricias,

la música, el contacto con la tierra;

condénenme al tomento y al escarnio,

hasta que logre recordar aquellas

pocas palabras verdaderas.

A mí me lo confiaron adolescente apenas

en tanto que en la sombra –termitas insaciables–

el odio, la mentira,

la vanidad, la muerte devoraban

lentamente los muros de mi casa.

Y SE ME FUE LA VIDA

Servidor, con 80 años a mis espaldas ya, me identifico con el poeta mexicano que a sus 67 años escribe estos dolientes versos de manos vacías y tiempo que se escapa. Reconoce, reconocemos, los deseos vivos de amor y felicidad que encendieron el brasero, la hoguera de nuestros ideales hacia la tiera prometida. Anhelábamos darnos a los demás en cada momento; pero, al fin, entre promesas y pobres realizaciones, se nos fue, se nos fue yendo la vida...