29 jun 2022

Hace tanta falta la lluvia...

Hace tanta falta la lluvia...

¡Hace tanta falta la lluvia!

Al menos una llovizna

que descienda leve, persistente,

o un orvallo que vaya calando

hasta empapar de vida

y de luz la mirada

que traspasa el vaho en la ventana.

Necesitamos una tormenta infinita

que desprenda

tanta escara a flor de piel,

tanta polución inhalada,

tanto ardor apagado.

Es apremiante una gran precipitación,

que arrastre por las alcantarillas subterráneas

tanta infamia inoculada en las imágenes,

tanta violencia que circula por las venas,

tanto anhelo despreciado, insatisfecho.

Porque escasea la lluvia en la ciudad,

para que broten flores en el asfalto,

para calmar tanta sed insaciable,

para ahuyentar la soledad y el vacío

con la húmeda tempestad de los besos.

¡Hace tanta falta

que la lluvia desagüe por los canalones

el desamparo y haga germinar

el verde tallo del embeleso…!

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23 jun 2022

Lágrimas

Lágrimas

Hay lágrimas que rocían los recuerdos.

Lágrimas amargas de tristeza.

Lágrimas desbordadas por la ausencia

o que acompañan el dolor y el sufrimiento.

Pero también hay lágrimas de alegría,

lágrimas que cicatrizan heridas,

lágrimas de arrobo ante la belleza,

lágrimas agradecidas por el don de la amistad…

Lágrimas que brotan sin un motivo,

o quizá por puro amor a la vida.

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09 jun 2022

El mar de la sensibilidad

El mar de la sensibilidad

Siempre deseó crear un verso

que ofreciera algún sorbo de belleza

desde el corazón mismo de la vida.

En sus entrañas palpita

un breve, incandescente destello de luz

que renace cada mañana para sobrevivir

a las duras heladas de la intemperie.

Se deja así traspasar por el fulgor

de la presencia que le habita y sostiene,

que le mantiene conmovido,

balbuciendo algo incomprensible

ante el espectáculo de la noche

y sus millones de lejanas nebulosas.

Va apartando las sombras

para que no se apodere de su mirada

la oscura y húmeda sensación del musgo,

que impide que crezca un pétalo

suficiente de felicidad.

Le mueve una pasión interior,

una atención plena hacia la realidad,

al barro y su leve vuelo hacia lo inefable,

esa brasa de esperanza

que siempre permanece prendida.

Aún se deja atrapar

por el espíritu fascinado

que crea la maravilla,

el mar de la sensibilidad

tan dentro de sí.

Y allí se baña cada día,

en las verdiazules aguas

de la clara incertidumbre

en cada paso,

por cada rostro,

de cada alumbramiento,

con la pasión del don

que descorre el telón de la vida.

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