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¡Perdidos!

Carta a jóvenes de hoy

Me he acordado de vosotros

cada vez que he oído

en los últimos meses

hablar de la serie Perdidos.

He recordado las veces

que habéis comentado

los vaivenes de los personajes

y lo intrigados que estabais

por su desenlace.

Me llamó la atención vuestro disgusto

y decepción con su famoso final,

ése que os quedasteis a ver

hasta las 5 de la mañana.

¿Por qué tal decepción?

Os invito a que lo repenséis un poco.

¿No será a lo mejor

porque los guionistas

prometían más de lo que podían dar?

Hasta donde me he podido enterar,

la serie trataba de los misterios centrales

de la vida del ser humano:

de la vida y de la muerte,

del sentido de la realidad,

del cielo o infierno que son los demás.

Y el guión prometía

una especie de respuesta final

a todas esas preguntas.

Como si no lleváramos

más de 5000 años volviendo

una y otra vez a ellas.

Lo curioso de todo esto

es que os interesen (nos interesen)

muchísimo más las respuestas

de una serie televisiva

que las que dejaron

los grandes filósofos o teólogos.

Extraña sociedad la nuestra

que busca respuestas profundas

en episodios de media horita

a la hora de cenar.

Se nos caen de las manos la Biblia,

los discursos de Buda

o los libros de Spinoza;

pero nos decepcionamos

porque no ha quedado claro en Perdidos

si hay muerte después de la vida,

y quiénes son, de dónde vienen

y a dónde van los protagonistas

de la isla famosa de la perdición.

En realidad sé que hacemos mal

cuando los adultos despreciamos

estas manifestaciones

que consideramos pseudoculturales,

como pueden ser las series televisivas

o las tendencias musicales de moda,

porque nos están dando pistas

muy interesantes sobre vosotros.

Quizá los adultos cristianos de hoy

debemos revisar por qué bebéis

tan poco de las fuentes de agua buena,

y os conformáis con agua artificial,

adulterada y embotellada.

Porque... sed seguís teniendo,

sed de respuestas a esa hoguera

que tenemos por dentro los humanos,

esa sed que nos deja insatisfechos

cuando reducimos la vida

a comer, dormir, trabajar y divertirnos.

A lo mejor no sois precisamente vosotros

los que andáis perdidos…En cualquier caso,

os deseo que os encontréis…

y nos encontremos.

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