objetividad cristiana es la perspectiva de los que sufren, como Jesús Adviento es la Esperanza de un Mañana para las Víctimas
Adviento es la Esperanza de un Mañana para quienes han sido sometidos a la noche de las opresiones, para las víctimas del mundo y de la Iglesia. Es una esperanza que no se limita a una promesa futura, sino que nos desafía a hacerla presente hoy, en cada gesto de solidaridad, en cada acción de justicia, en cada palabra de consuelo dirigida a los heridos.
La esperanza del Adviento se pone al lado de los sufrientes, desde la perspectiva de las víctimas como Jesús. Todo depende del lugar donde se vea, ésa es la objetividad cristiana que escandaliza a quienes están tan preocupados por el “relativismo” desde sus cómodas poltronas existenciales.
Adviento es más que poesía; tiene una dimensión social y política. Esperar al Mesías complica con la transformación del pecado corporativo de las estructuras injustas. La Iglesia debe ser levadura de liberación para que los excluidos sean acogidos en estructuras de Gracia. Es un llamado a la conversión subversiva, a construir el Reino de Dios desde los márgenes, no desde el supuesto centro de los que mandan.
Adviento es más que poesía; tiene una dimensión social y política. Esperar al Mesías complica con la transformación del pecado corporativo de las estructuras injustas. La Iglesia debe ser levadura de liberación para que los excluidos sean acogidos en estructuras de Gracia. Es un llamado a la conversión subversiva, a construir el Reino de Dios desde los márgenes, no desde el supuesto centro de los que mandan.
El Adviento, lejos de ser una espera pasiva y aislada, debe ser comprendido como una espera activa, una invitación a vivir la solidaridad con las víctimas del mundo y de la Iglesia. Es el tiempo en que, al acercarse la Navidad, los cristianos son llamados a romper las fronteras del confort y la indiferencia, a salir al encuentro de aquellos que son sistemáticamente marginados:
las mujeres pisoteadas por todos los patriarcalismos, los pobres usados de harina para que otros amasen fortunas, los niños estupidizados por una sociedad que ya no les transmite ninguna sabiduría, los ancianos abandonados por sus familias y la sociedad, los migrantes culpabilizados por nacionalistas cerrados que se olvidaron que también fueron migrantes, los enfermos que no son atendidos por no disponer de medios, los sacerdotes casados excluidos por el sistema clericalista que ha hecho del celibato una idolatría y otros heridos de la historia, frutos de nuestro egoísmo congénito individual y grupal.
El Adviento, en su esencia, es la esperanza de que habrá un Mañana en el que Dios se hará uno de ellos. Pero este mañana no es excluyente. También brillará en los austeros samaritanos que ponen sus talentos al servicio de un mundo mejor, que tienen compasión y se hacen compañeros de los desafortunados de esta vida, que siempre son más que quienes están bien. Esto se llama Pueblo de Dios, que peregrina y trasciende toda realidad política, económica o religiosa, pero que es levadura nueva de todas ellas.
Que los pobres "Lázaros" van al Cielo y los ricos "Epulones" al infierno es un dogma de Jesús. De lo que se trata, la vida en este mundo, es lo que pedimos en el Padrenuestro: "que venga Tu Reino", que ya nos comprometamos ahora con los Lázaros de este mundo.
La Espera Activa: Una Solidaridad con los Heridos
El Adviento es un tiempo de vigilancia, pero no de una que se limita al simple conteo de días. Es una espera que involucra una acción transformadora. La venida del Cristo esperado, que se hace niño en la fragilidad de un pesebre, no se limita a un futuro utópico, sino que debe transformar el presente.
Este presente es un mundo marcado por la injusticia, el sufrimiento y la desigualdad. Las víctimas del sistema económico, político y eclesial se ven reducidas a los márgenes de la sociedad, mientras que los que disfrutan de privilegios y poder prefieren no verlos. El mensaje de Jesús es bienaventuranza para los pobres y condena para los que ahora ríen a costa de ellos, entretenidos en sus Happycracias obscenas. (Lc 6, 20-26)
El cristiano, durante el Adviento, es invitado a salir del confort de su mundo para entrar en la experiencia de la injusticia como Jesús. Esta espera activa, entonces, se convierte en una solidaridad con las víctimas de la historia. Jesús no vino a reconocer a los justos ni a tranquilizar la conciencia de los que están bien, sino a curar a los heridos de la historia, a los excluidos de la vida social y eclesial, a los “nadies” (Galeano).
El Buen Samaritano: Una Mirada Crítica al Clericalismo y la Injusticia Eclesial
En la parábola del buen samaritano, Jesús pone el dedo en la llaga al mencionar el poder religioso (fariseo y levita) que pasa de largo ante un hombre herido, pero es socorrido por un samaritano, un descartado de tal poder. El fariseo y el levita pasan de largo, más preocupados por mantener su pureza ritual, una sacralización para dominar, que por hacer justicia en la vida concreta de un ser humano herido. Las instituciones religiosas no son siempre sinónimo de encuentro automático con Dios y, cuando no lo hacen, se convierten en formidables máquinas destructoras de fe y de humanidad. “No todos los que dicen Señor, Señor, entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 7,21)
El clericalismo, esa deformación del poder eclesiástico que absolutiza la autoridad como dueño de la fe, es ciego ante las heridas de los que sufren o las manipula para consolidar aún más su dominación. En lugar de servir humildemente, son guardianes de un sistema que perpetúa su control de las conciencias. Los sacerdotes casados, excluidos por este sistema clericalista, las mujeres marginadas en sus luchas por una plena igualdad, y los pobres que ven sus voces silenciadas por las estructuras que los oprimen, todos ellos quedan fuera del radar de los que están demasiado ocupados con sus proyectos eclesiásticos,estrategias de poder y postureo angelical.
El Adviento nos invita a superar los sesgos del clericalismo y a abrazar a las víctimas, a reconocer que el Reino de Dios se construye no con temores reverenciales que oprimen, sino con solidaridad y compromiso con los oprimidos y las víctimas de abusos.
Los Sesgos de una Vida Cómoda: la Ceguera Ante el Sufrimiento
Los sesgos que producen una vida cómoda y apartada de la realidad de los que sufren se manifiestan no solo en las estructuras de poder, sino también en los corazones de quienes, por la comodidad de su vida, no son capaces de ver las heridas de los demás. Es fácil ignorar el sufrimiento cuando vivimos en un mundo feliz y normal, donde la pobreza, la violencia y la exclusión no nos tocan directamente. El corazón se adormece ante el dolor ajeno y la visión de la realidad se distorsiona.
La vida cómoda y el egoísmo impiden ver la realidad de los que están fuera de nuestra burbuja. Esta desconexión es una de las causas fundamentales de la ignorancia religiosa y la pérdida de la sensibilidad profética.
“La indiferencia ante el sufrimiento es uno de los grandes enemigos de la esperanza cristiana. La verdadera esperanza solo puede nacer desde el sufrimiento compartido” (G. Gutiérrez, Teología de la liberación). La solidaridad activa se pone al lado de los sufrientes, desde la perspectiva de las víctimas como Jesús. Todo depende del lugar donde se vea; esa es la objetividad cristiana que escandaliza a los obsesionados por los relativismos.
Jesús es Solidaridad con los Heridos de la Historia
Jesús es el ejemplo supremo de solidaridad con los más humildes y sufrientes. No se hizo cómplice de los poderosos ni buscó la aprobación de las multitudes, sino que se hizo compañero de los pobres, pecadores y marginados, viendo en ellos el lugar donde el Reino de Dios se manifiesta. Su vida y muerte revelan que la verdadera solidaridad implica estar con los heridos de la historia, mirar la realidad desde allí, compartir y luchar por su dignidad. El Adviento nos invita a vivir esta solidaridad de manera activa, colaborando para que la salvación y justicia lleguen hoy, en el aquí y ahora en nuestros ambientes.
La solidaridad con los pobres es central en la fe cristiana: “La solidaridad no es una opción, es la decisión de ser con el pobre, de vivir y morir con él” (Jon Sobrino, El Salvador). En este sentido, el Adviento nos llama a no esperar una salvación lejana, sino a ser agentes de transformación, impulsando cambios concretos en favor de los más necesitados.
Además, el Adviento es más que poesía; tiene una dimensión social y política. Esperar la venida de Cristo complica con la transformación de las estructuras injustas. La Iglesia debe ser levadura de liberación para que los excluidos sean acogidos. Así, el Adviento es un llamado a la conversión subversiva, a construir el Reino de Dios desde los márgenes, no desde el supuesto centro donde “se manda”.
Conclusión: Adviento es la Esperanza de un Mañana para los sometidos a la noche de las opresiones
El Adviento, en su esencia más profunda, es la esperanza de un mañana para las víctimas del mundo y la Iglesia. Es una esperanza que no se limita a una promesa futura, sino que nos desafía a hacerla presente hoy, en cada gesto de solidaridad, en cada acción de justicia, en cada palabra de consuelo dirigida a los heridos de la historia.
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