Hazte socio/a
Última hora
Sánchez anuncia 'medidas' si los obispos no cumplen con las víctimas

Cuaresma en guerra.

Una cuaresma que nos ponga a tono

Este es el ayuno que quiero

INRI | Alejandro Fernández Barrajón

¡Cuántas veces nos decimos una y otra vez que el tiempo pasa! Recordamos con frecuencia acontecimientos del pasado que permanecen en nuestra memoria y nos parece que fue ayer. El tiempo es un camino que nadie puede detener y por él caminamos nosotros buscando un sentido a nuestra propia vida.

Ahora estamos en esta estación, en esta fonda, a la que llamamos Cuaresma. Venimos cansados de tantos pasos inútiles, de tantas sensaciones amargas, como nos ha deparado el camino. El tiempo, además de las canas, va dejando en nosotros alguna que otra arruga en el corazón. Parece que hemos perdido la ingenuidad de la niñez, el ímpetu de la juventud y nos adentramos en el realismo cruel de la monotonía. Parecemos a las agotadas madres que cruzan Ucrania hacia la frontera de Polonia o Rumanía, buscando un lugar más seguro para ella y para sus hijos con la angustia de haber dejado atrás a sus esposos y padres, sin la seguridad de poder volver a verlos. La humanidad, lejos de avanzar está retrocediendo con la amenaza de la guerra. Cuesta entender que estemos en manos de un solo hombre con rasgos psicopáticos. Hemos avanzado menos de lo que pensábamos. Necesitamos una Cuaresma con urgencia que nos ponga a tono y nos devuelva la esperanza pascual hacia donde nos dirigimos.

Queremos, en esta fonda de la gracia, aprovisionarnos de nuevo, reponernos del cansancio, descubrir el gozo de sabernos vivos y en camino con el deseo manifiesto de encontrar algo nuevo que nos reanime, que nos cure, que no empuje a vivir la vida con más gozo.

Pues Dios nos lo regala. Sólo es necesario que miremos con ojos de fe para que él pueda hacer en nosotros el milagro del perdón y de la curación:

Estamos de oportunidad para disfrutar de una gracia abundante que nos haga ver la vida de una forma más esperanzada.

La iglesia, que es madre de todos los creyentes, nos ofrece su ayuda amorosa para hacernos más feliz el camino. Y nos dice todo esto:

1.- Que la Palabra de Dios es como el agua fresca en el desierto de la sed.

2.-Que la Eucaristía para un cristiano es como el agua para el pez.

3.- Que el ayuno y la penitencia no son una bobada.

4.- Que la oración no es cosa de curas, frailes, monjas y beatas.

5.- Que la limosna sigue siendo un gesto cristiano impresionante.

Poema de Martín Descalzo:

.......................................................

¿Y qué has hecho de mí, pues a desierto

me sabe todo amor cuando te has ido?

Tú lo sabes muy bien: yo siempre he sido

un mendigo de amor en cada puerto.

Tendí mi mano en el camino incierto

de la belleza humana: cualquier nido

podía ser mi casa; y he pedido

tantos besos que tengo el labio muerto.

Y ahora todo es sal. Me sabe a tierra

el pobre corazón. Estoy vacío.

El calor de un abrazo es calor frío,

pues tu amor me redime y me destierra.

Y sé que mientras tú no seas mío,

hasta la paz va a parecerme guerra.

También te puede interesar

El Adviento de la oportunidad, también para Belorado

Exclarisas, un poco de prudencia por favor

Un extraño silencio

Navidad y genocidio

Lo último