Breve visión crítica de la anunciación a María según el Pseudo  Lucas 1,26-38

Seguimos con temas navideños  y año nuevo. 

Escribe Antonio Piñero

Otro suceso notable antes del nacimiento de Jesús fue el anuncio angélico de Gabriel a María, según el Pseudo Lucas. He aquí el texto:

«Al sexto mes (del embarazo de Isabel) fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

28 Y entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. 29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 30 El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. 34 María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”. 35 El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37 porque ninguna cosa es imposible para Dios”. 38 Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel dejándola se fue».

Este relato parece un producto literario más que histórico, puesto que el evangelista Lucas se nutre de tradiciones literarias anteriores a él. Las principales son las “anunciaciones” en el Antiguo Testamento de héroes o santos, en especial de los nacimientos de Moisés y de Samuel. Por tanto, una comparación detenida entre los relatos veterotestamentarios y este fragmento del Evangelio de Lucas –como se hace en los comentarios especializados— demuestra sin lugar a dudas que su autor se inspira más en la literatura sagrada del pasado que en tradiciones orales que podría haber albergado su comunidad.

Que María estuviera “desposada” o prometida con José debe entenderse a la luz de lo que sabemos de los desposorios judíos en aquellos tiempos. Los matrimonios estaban normalmente preparados por la familia. Una vez decidido, el primer acto era la prestación del consentimiento mutuo de los cónyuges, ante testigos. El segundo era la llegada de la novia a casa del esposo. Las mujeres en Israel se casaban muy jóvenes, entre los doce o trece años, lo que era también usual en el mundo grecorromano.

Una vez otorgado el consentimiento mutuo, el matrimonio era legal, aunque normalmente tardaba un cierto tiempo en ser consumado, más o menos un año. Al parecer la ausencia de contactos sexuales en esta tiempo era norma común, especialmente en Galilea donde se era muy rígido al respecto. En ese tiempo la esposa era preparada por su madre para la vida en común, se reunía la dote que debía entregársele y se consideraba que ambos debían ya guardarse mutua fidelidad. Un fallo en este ámbito podía considerarse como un adulterio. Y pasado el tiempo consensuado, la novia era traslada a la casa del novio y se consumaba el matrimonio.

Por tanto, la situación que se deduce de los relatos de Mateo y Lucas es la del espacio de tiempo que media entre un acto y otro del matrimonio. María es la mujer de José, pero aún debía de ser virgen…, por lo menos según las costumbres de Galilea.

Nada se dice en los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas sobre si María era también de la familia y linaje de David, pero para un lector antiguo este dato no tenía trascendencia alguna. Lo que si importaba, fuera o no José el padre biológico de Jesús, era su adopción por parte de aquel. La adopción legal tenía tanta fuerza o más que la generación física. Un caso parecido al de Jesús en el mundo greco-romano es el de Augusto, hijo adoptivo, no biológico, de Julio César. Cuando César tras su muerte fue declarado divino, es decir, que u alma residía en el empíreo junto con los dioses, Augusto fue designado inmediatamente como “divi filius”, es decir, “hijo de un dios” y, por tanto, divino él también. Antes de los evangelios, en torno a los años 57-58, Pablo de Tarso había escrito al inicio de Carta a los romanos (1,1-3) que Jesús era “hijo de Dios”, pero que había nacido del linaje de David “según la carne”.

Como es muy probable que esta afirmación sobre el linaje davídico de Jesús fuera tomada por el Apóstol del fondo común de las creencias tradicionales judeocristianas, queda garantizado que la filiación davídica fue una postulado muy antiguo entre los seguidores de Jesús.

Para el pueblo judío de la época ser el “hijo de David”, es decir, el Mesías – rey, conllevaba normalmente expectativas de liberación y salvación de Israel incluso por la fuerza de las armas humanas ayudadas por el brazo divino. Ello suponía que todos los enemigos de Israel serían literalmente barridos a la llegada del reino teocrático, un reino lleno de bienes materiales y espirituales en el que gobierna de verdad es Dios mismo a través del rey Mesías. El Reino supondría que Israel sería el centro del mundo y que el resto de las naciones se convertirían en parte a Yahvé como Dios principal, o al menos, lo respetarían con sumo temor. El rey Mesías príncipe reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.

Obsérvese que el ángel Gabriel está repitiendo casi a la letra la antigua promesa de Dios a David por medio del profeta Natán, que se halla en la base de todas las esperanzas mesiánicas de los judíos de todos los tiempos:

«Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. 13 El constituirá una casa para mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre… 16 Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme, eternamente”. 17 Natán habló a David según todas estas palabras y esta visión» (2 Samuel 7,12-17).

Por tanto, Lucas está pensando que Jesús será el Mesías de Israel y que su mesianismo no será diferente al davídico: una monarquía sobre un reino terreno, en la tierra de Israel.

Un lector de la época podría deducir fácilmente que este reinado del “hijo de David” no casaba nada bien con la situación de Israel durante el gobierno de Herodes el Grande, y mucho menos, con el reinado de los emperadores romanos, quienes eran en verdad los verdaderos “reyes” de Israel y ejercía su poder omnímodo a través de sus procuradores o delegados. Es evidente que el lector podía pensar que el enfrentamiento futuro de Jesús con el Imperio estaba predestinado a ocurrir. Y no podía ser pacífico puesto que Tiberio no estaba dispuestos a compartir la soberanía con nadie.

Además, Lucas insiste (1,35) en que ese Mesías será “santo” (es decir “elegido y apartado para el servicio de la divinidad”) y que será denominado “Hijo de Dios”. Si Jesús, ya adulto, ejerciera esta prerrogativa, dentro del Imperio habría dos “Hijos de Dios”, el emperador y él mismo. Naturalmente uno de los dos estaría de sobra en Israel a los ojos de los espectadores, tanto judíos como romanos, normales, cada uno desde su punto de vista.

El ángel prescribe que María ponga a su hijo un nombre determinado, “Jesús”. En hebreo la forma de este nombre helenizado, igual a Josué, es Yehoshúa, que significa “Yahvé ayuda”, de la raíz hebrea shw‘. Sin embargo, entre el pueblo de la época se solía entender el nombre como “Yahvé salva” porque lo relacionaban con la raíz ysh‘. Esta es la razón por la que en el texto semiparalelo de Mateo, que veremos (“Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”) el “porque” causal refleja la mente del evangelista que entiende a Jesús más como “salvador” que como mero ayudador”.

La pregunta de María (¿Cómo ocurrirá esto, pues no conozco varón” (v. 34), similar a la de Zacarías, pero que no es interpretada mal por el ángel, como generada por la desconfianza, no recibe castigo alguno. Simplemente es respondida por el ángel indicando el cómo de esa concepción maravillosa.

Seguiremos

Saludos cordiales de Antonio Piñero

NOTA

Enlace a una entrevista sobre temas polémicos entre comentaristas de los evangelios confesionales e independientes acerca del Jesús histórico:

https://youtu.be/ndfQyX155Gw?si=gZySkP-t4Ky5Lg47

Volver arriba