A los 27 años de la muerte de Arrupe



Ayer, día 5 de febrero, se cumplieron 27 años de la muerte de Pedro Arrupe después de nueve años de martirio incruento enfermo de un ictus cerebral en al curia de los jesuitas de Roma. Fui varias veces a verlo y a entrevistarle para mi biografía. He aquí uno de los poemas que escribi entonces.

A LA MANTA DE ENFERMO DE PEDRO ARRUPE

Agazapada y quieta, con la dócil blandura
de un animal querido, ¿qué secretos escondes?
¿Nueve años de enfermo o la gloria perfecta?
Sobre la lana a cuadros dos manos de un amigo,
aquellos dedos largos con palidez de muerte,
dos palomas torcidas por un rayo de sangre
que arrullaban al mundo en su regazo abierto.
Con el cuello quebrado y la mirada ardiente
y la gracia asomada a un rostro en la parálisis,
¿quién dijo que la cruz no puede ser sonrisa?
Tu piel transparentaba, perdida en el vacío,
la blancura sin fin de otras blancas paredes.
Tu corazón latía con el pulso del cosmos.
Oriente y Occidente añoraban tu abrazo,
tu palmada en el hombro, tu voz de compañero.
¡Qué huérfanas las sombras de tu fuerte palabra!
¡Qué habitado silencio se abría en tus pupilas!
Te arrancaron pedazos del alma peregrina,
te dejaron sin nada para llorar a solas...
Y la antorcha de Dios, bajo tanto abandono,
como un ardiente cirio de ti se traslucía.
Poderes de este mundo y púrpuras de Iglesia
ya son sólo cenizas en sombras de Hiróshima.
En Japón te ha añorado, atónito, un nenúfar,
cuando en San Pedro tañen a muerte las campanas.
¡Ay, Pedro, quién pudiera tenderse como un perro
a tu pie de caudillo vaciado del presente
y ser como tu manta, un dócil instrumento,
la “ignaciana librea” de amor a Jesucristo!

Pedro Miguel Lamet
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