Joan Magí, sacerdote y biblista: 90 años llevando la Palabra al mundo contemporáneo

"Toda la Biblia se puede resumir en una sola palabra: la escucha. Escuchar a Dios es hablar con su imagen, reflejada en cada persona"

"Tú y yo podemos leer el Génesis y leemos el Antiguo Testamento, pero no tenemos en cuenta lo que pasaba cuando se escribió. Y eso hay que tenerlo en cuenta"

Joan Magí Flama

La mañana de un viernes de octubre despierta suave en los alrededores de la Catedral de Tarragona. El aire es claro y las campanas dejan caer un sonido antiguo, pausado. Entre el paso de los visitantes y el murmullo de las palomas, el presbítero J oan Magí camina con serenidad por las calles que suben hacia el claustro.

El biblista cambrilense ha recibido este mes un homenaje por parte del Arzobispado y de la Asociación Bíblica de Cataluña, pocos días después de cumplir 90 años. Lleva un abrigo oscuro, sencillo, y saluda a todos los que lo reconocen: sacerdotes, estudiantes, trabajadores del palacio arzobispal. En cada gesto se lee una larga fidelidad a la Palabra y a su gente.

Creemos. Crecemos. Contigo

El recuerdo lo lleva lejos, a la infancia. “De pequeño ya me gustaba leer los Evangelios”, comenta con un tono que oscila entre la memoria y la gratitud. A los 14 años ingresó en el Seminario de Tarragona, donde conoció a su primer maestro, Joan Aragonès, quien despertó en él la curiosidad por el estudio bíblico. “Es quien más me animó hacia la Biblia”, dice.

Joan Magí Flama

Después llegaron los años de aprendizaje en Roma y en Tierra Santa, donde aquel interés se convirtió en vocación definitiva. Sus ojos brillan mientras evoca los lugares donde estudió: “Recuerdo aquellos días como un tiempo de apertura; todo se agrandaba, el texto y la fe”, rememora.

“La fe personal crece en el diálogo”

El diálogo con Magí es pausado, lleno de matices. Habla con la precisión de un filólogo, pero con el calor de un pastor. “ La fe personal crece en el diálogo, que nos hace bien a todos”, afirma desde una de las salas del palacio. “Toda la Biblia se puede resumir en una sola palabra: la escucha. Escuchar a Dios es hablar con su imagen, reflejada en cada persona”, manifiesta. Lo dice con la convicción de quien ha aprendido que el estudio, sin escucha, se vuelve vacío.

Cuando se le pregunta por las dificultades de hacer investigación bíblica desde Cataluña, responde sin vacilar: “Ninguna. La asociación ha abierto muchos caminos”. Recuerda con cariño los nombres de quienes lo han acompañado: Àngel Cortés, Guiu Camps, Hilari Reguer, Damià Roure (“ahora un poco enfermo”, añade en voz baja). Se siente parte de una generación que abrió puertas, que hizo de la Biblia un espacio compartido entre académicos y creyentes, entre cultura y fe.

Joan Magí Flama

Entre texto y tradición

Su método de estudio es riguroso y a la vez abierto. “Es un conglomerado”, explica. “Lo más importante es el texto”. Se detiene para ejemplificarlo: “San Pablo perseguía a los del camino, sýn y hodós. De ahí viene ‘sinodalidad’; un término más antiguo que caminar juntos”. Su mirada se ilumina cuando habla de etimologías, de matices que a menudo se escapan en las traducciones. “Tú y yo podemos leer el Génesis y leemos el Antiguo Testamento, pero no tenemos en cuenta lo que pasaba cuando se escribió. Y eso hay que tenerlo en cuenta”, subraya.

El tema de las traducciones le hace sonreír. R ecuerda los años de trabajo para la Bíblia Catalana Interconfessional, fruto de una colaboración entre confesiones cristianas. Lo considera un hito y un signo de los tiempos: “El Concilio Vaticano II ya hablaba de las traducciones de la Biblia, y si era interconfesional, mejor”. Luego ofrece un ejemplo que le apasiona: “Muchas versiones dicen que Jesús fue dejado en la posada, pero el texto dice ‘la sala de los huéspedes’. En Belén, la planta baja servía para los animales y la sala de arriba era donde se comía y se dormía. Hay que leer bien para entender”.

Yo miro un Cristo y reconozco un mensaje simple: antes de matar, hay que morir por los demás

A medida que avanza por los pasillos silenciosos del palacio tarraconense, Magí habla del presente con una serenidad clara, casi meditativa. “ Si se entendiera bien la Biblia, si se escuchara de verdad…”, dice, dejando un pequeño silencio que pesa. “Las personas se trataban según las creencias de su tiempo. Yo miro un Cristo y reconozco un mensaje simple: antes de matar, hay que morir por los demás”. Sus palabras no resuenan como una sentencia, sino como una invitación a mirar más adentro. Ante los retos del mundo —la crisis ecológica, las desigualdades, la guerra—, ve sobre todo una falta de escucha. “La Biblia ofrece caminos para salir al encuentro, para hallar al otro, para reparar lo que se ha roto”, reflexiona el sacerdote.

Magí y sus padres Flama

La mañana avanza. La luz entra por los ventanales del palacio y llena el vestíbulo, donde algunos trabajadores lo saludan con respeto. Magí responde con una sonrisa amable y un gesto lento. “ Quiero seguir aprendiendo hasta el último momento”, afirma. Habla de su familia con una ternura contenida: “Mi padre murió en el frente cuando yo estaba a punto de cumplir tres años. Mi realidad física son mis padres, aunque a él no lo conocí, y trinitariamente tengo, como todos, la huella de Dios”.

Al salir, la plaza despierta con más vida. Joan Magí se detiene un momento y observa la fachada de la Catedral, como si la mirara por primera vez. Sus pasos, lentos pero firmes, parecen dibujar lo que siempre ha sido: un hombre del camino, fiel a la Palabra, que sigue escuchando el mundo como quien aún tiene mucho por aprender.

Etiquetas: biblista, agenciaflama