Escuché con emoción la sentencia de la Audiencia Nacional que condena a Inocente Orlando Montano a 133 años de prisión como culpable de los asesinatos de Ignacio Ellacuría y de sus compañeros jesuitas españoles
Se hizo justicia pero no completa, ya que quedaron impunes los asesinatos de los salvadoreños el jesuita Joaquín López y López, la trabajadora doméstica Julia Elba Ramos y su hija Celina, de 15 años
Ellacuría es uno de los más cualificados creadores y cultivadores de la teología y de la filosofía de la liberación en América Latina
Su honestidad intelectual le llevó a ser fiel a la realidad, una realidad transida de muerte, pero abierta a la esperanza de vida; una realidad aparentemente plana y opaca, pero cargada de potencialidades ocultas que él quiso sacar a la luz
El acto primero de su teología fue el pueblo crucificado de El Salvador, su lucha histórica por vencer a la muerte provocada por el triángulo oligarquía-ejército-gobierno, su compromiso por la vida
Encarnó la máxima del filósofo griego Epicuro: "Vana es la palabra del filósofo (y yo añado: del teólogo) que no sirva para curar algún sufrimiento de los seres humanos"
La lectura de su obra y el conocimiento más preciso de su actividad política y universitaria nos permiten valorar en sus justos términos el sentido crítico de su pensamiento, la autenticidad de su experiencia religiosa, su vocación pacificadora
El desarrollo y la profundización de de estas ideas se encuentran en mi libro, escrito en colaboración con José Manuel Romero, Ignacio Ellacuría. Teología, filosofía y crítica de la ideología (Anthropos, Barcelona, 2019)