El problema de las grandes palabras es que pueden corromperse, no tanto por la firmeza con que se defienden, sino cuando se utilizan para atacar o descalificar a otros.
Una Iglesia en salida, al encuentro de las personas, una Iglesia que escucha, que conoce los problemas, es una Iglesia que se enriquece, porque descubre nuevas virtualidades del evangelio y nuevas posibilidades de hacer el bien
La Asunción de la Virgen María apunta al destino al que todos aspiramos. Recordar la meta ayuda a soportar las dificultades que encontramos en el camino.
Con motivo de la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, que se celebra el 8 de agosto, ofrezco una reflexión sobre el modo como hoy debe anunciarse el Evangelio. No por imposición, tampoco desde un pedestal.
El reconocimiento de la dignidad de la persona debería inspirar todas las leyes y disposiciones de los Estados. Hay unos derechos y valores fundamentales que no son creados ni otorgados por el legislador, sino que son propios de cada uno.
Hace 700 años, el 18 de julio de 1323, fue canonizado Tomás de Aquino, buscador de la verdad, hombre de estudio, pero sobre todo hombre de profunda fe.
Por ser imagen de Dios, todo ser humano posee un valor absoluto e incondicional, un valor que va más allá de su aparente caducidad, un valor que va más allá de lo que tiene o de su mayor o menor utilidad.
Dios se refleja en cada ser humano; más aún, Dios comparte algo de sí mismo con la criatura, de modo que un atentado contra el ser humano es un atentado contra Dios.
Para cumplir el consejo de Jesús de tratar al padre, al hijo, a la madre, a la esposa, al esposo, al compañero de trabajo, al jefe o al mandamás, no como nos trata, sino como quisiéramos que nos tratara, hay que pasar por la puerta estrecha.
La fe como creencia no comporta la fe como encuentro; la fe como encuentro comporta la fe como creencia. No son dos concepciones opuestas, pero es necesario distinguirlas.
Después de Pentecostés la liturgia presenta cuatro fiestas que recuerdan distintos aspectos del misterio de Cristo: Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, Santísima Trinidad, Corpus y Sagrado Corazón.
La primera obra del Espíritu es santificar a la Iglesia. La Iglesia, formada por personas pecadoras, pero muy amadas por Dios, necesita ser purificada constantemente por el Espíritu, que perdona los pecados.
La Ascensión no es el final de la historia de Jesús de Nazaret, sino el punto de partida de la misión de la Iglesia. La Ascensión no es tampoco la ausencia de Jesús. Es su nuevo modo de presencia.
La figura del padre terrestre no es adecuada para entender la paternidad divina. El Padre celestial es instancia crítica de todas las paternidades (y de paso de todas las maternidades) humanas.
La muerte ha dejado de ser muro, para convertirse en puente por donde se entra en la vida eterna, acompañados por el que murió por nosotros y resucitó para nuestra salvación.
Es posible decir que Jesús es Señor, pero no confesar que Jesús es Señor. Decir es fácil, es pronunciar una palabra. Confesar es algo más serio: es jugarse la vida por lo confesado, es poner la vida en lo que se dice.