Una reflexión que sea capaz de encontrarse con uno mismo y que ese encuentro sea capaz de provocar el deseo y las ganas de hacer las cosas mejor cuando nos equivocamos. Y lo que sea bueno y positivo seguir manteniendo para no caer en la dejadez, la desidia o el desinterés.
Dar gracias a Dios por tanto bien como recibimos de Él nos ayuda a vivir más ágiles y sonrientes, abre nuestros ojos hacia lo que es bueno y positivo para intentar corregir lo malo en la medida en que cada uno somos responsable de aquello que es la negación de bien y por tanto del pecado.
Pero Jesús no queda satisfecho sabiendo lo que la gente opina sobre Él. Ahora les pregunta a ellos directamente ¿y vosotros quien decís que soy? Aquí ya no vale sino dar la respuesta correcta y será Pedro quien, según los evangelios, recoja lo que todos saben y lo explicite en nombre de todos. Él es el Mesías, el Hijo de Dios.
Ya de mayores también en ocasiones nos parece que caminamos sin ver. Seguimos andando, sin conocer exactamente el rumbo, avanzamos hacia una meta que nos parece perdida, y corremos el riesgo de olvidar cual es nuestra única y definitiva Meta.
Si pensamos en nuestro día a día, seguramente encontraremos esas ocasiones en las que omitimos estar más disponibles para los demás y al mismo tiempo dejamos de aprovecharlo nosotros y que tanto bien nos hubiera hecho.
A veces justificamos actos o actitudes escudándonos en que “así se ha hecho siempre”, sin tener en cuenta que este “siempre” no es enteramente presente, sino que se ha ido modificando con el paso del tiempo. Haber hecho algo “siempre” y de una forma determinada, no elimina la exigencia de cambio o por lo menos adecuación al hoy concreto.
Un regalo siempre nos alegrará pero lo que perdura para siempre es un abrazo, un saber estar juntos, la gratuidad de compartir con gusto, ese “perder el tiempo ganándolo”.
¿Pero con esta tendencia actual a querer considerar todos igual, no estaremos perdiendo la riqueza que comporta la diversidad? ¿Si en todo y para todo debemos tender a ser iguales, dónde quedarán las aportaciones individuales que se dan con tanta frecuencia en todos los ámbitos de la vida? ¿Cómo podemos enriquecernos por las diversidades de unos y otros?
Hay personas que se dedican a los otros por puro amor y preocupación, otras que nos hablan de Dios, donde constatamos de dónde viene esa entrega y hay otras que sencillamente no hablan, aunque actúan, por pequeño que sea el gesto.
Cuando confiamos algo en el otro, todo resulta más sencillo y nosotros mismos nos sentimos felices. A veces me pregunto, que, si hemos tenido esta experiencia, ¿por qué nos dejamos llevar más por ese miedo que paraliza? La consciencia de que esto es así, ha de realizar en nosotros un cambio, el de abandonar al miedo para evitar las guerras internas y las que podamos tener con los otros.
Hay fechas que están bien selladas en el corazón, que tienen una impronta que nos aportan algo más, oxigenan un poco más la propia vida que sigue latiendo junto al Señor.
Por el momento tan solo rezar, pidiendo al Señor de todo lo creado el consuelo especialmente para aquellos que teniendo poco han perdido mucho, para que Él devuelva el gusto de la vida a todos aquellos que ahora se preguntan qué comerán mañana.
La luz ha de dejarnos ver quiénes somos y hacia dónde queremos ir, por eso dejemos que el Dios de la luz marque la ruta y guíe nuestros pasos. Procuremos buscar siempre la verdad, porque sólo ella provoca en nosotros la libertad interior, sólo ella deja que veamos la dirección correcta. Que Dios ilumine nuestra vida y sepamos emprender el camino bajo su luz.
Si traspasamos las fronteras de cuanto teje nuestro día a día, hallamos el intento y el ejemplo de muchos hombres y mujeres que más allá de cuanto ocurre a su alrededor encuentran siempre motivos para no perder la esperanza. Quizás están envueltos en la incertidumbre que puede teñir toda vida, o disponen de una escasa luz para evitar escollos o problemas, pero nunca llegan a perder la esperanza de que un día, alguien verá un mundo mejor.
Es necesario aprender constantemente a no juzgar a los demás solamente teniendo en cuenta el resultado de sus acciones, porque cuanto constituye la parte más importante de ellas, el 90%, también nos suele quedar oculto, y quizás nunca podremos llegar a conocerlo.
Quizás hay nuevos propósitos para el nuevo año, algunos se harán realidad, otros quedarán quizás en los buenos deseos pero ojalá que queramos que en nuestro caminar esté el Señor y no como un añadido o fruto de ciertos periodos del año sino en el día a día, cuando tengo la dicha de ver el amanecer, en los momentos menos fáciles, también cuando al atardecer le puedo agradecer lo vivido desde su presencia.
Me llamó la atención su modo de explicar cómo ve dibujado su futuro, él quiere ser un buen profesional para que con cuanto haya podido aprender pueda ayudar a quienes lo necesiten, porque me decía hay gente que solo piensa en poder hacer grandes cosas, y él en cambio desea ayudar en las cosas simples de cada día, o hay quien espera que le den las gracias por sus actos bonitos y se enfada si nadie los reconoce, pero él quiere ser solo “una buena persona”.