Nosotros los mayores, y la Poesía 45. AVÍSAME, SEÑOR

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Fernando Díaz–Plaja, en su inteligente y divertido ensayo “El arte de envejecer” (Nobel, 1995), refiere la historia del devoto católico que le pide a Dios que le avise cuando se acerque la muerte, para poder prepararse para ella. El Señor, en sueños, le concede la súplica, y se dispone a vivir confiado en la promesa divina. Y va y, de pronto, se muere. Al presentarse frente al Sumo Hacedor, le reprocha amargamente:

Señor: prometiste avisarme de la llegada del fin, y no lo has hecho...

–¿No?, le pregunta Dios extrañado. ¿Y la caída del cabello? ¿Y la de los dientes? ¿El lumbago, la sordera creciente, la próstata? ¿Eso qué era?


En imagen, al fondo, unos jubilados realizando ejercicios de mantenimiento, previniendo discapacidades (entre ellos se encontraba servidor tomando la fotografía). En primer plano, un anciano con su bastón y su fatiga, retrato de otros tiempos, o de otro enfoque de la senescencia...

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LA ANCIANIDAD ES LA VERDADERA CULMINACIÓN DE LA VIDA

¡Es tanto lo que ha mejorado la salud de los mayores! Frente a cataratas, sordera, artritis, úlcera..., la nueva medicina facilita remedios eficaces. Prolongamos asombrosamente la vida, pero, al tiempo, mitigamos, en lo posible, discapacidades y sufrimientos.

Me gustaría cerrar esta breve introducción con una lúcida reflexión de Goethe, que destaca con sensibilidad ciertas bondades de la vejez:


“La ancianidad es la verdadera culminación de la vida, el tiempo del descanso y la reflexión, el de la sapiencia y la verdad; sin ilusiones y con un toque aceptable de religiosidad previa, el anciano está cerca de Dios.”

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TÚ ME HAS ABIERTO LAS DEMÁS VENTANAS

A solo tres meses de su operación de la vista, valora Ramón de Garciasol positivamente la experiencia de la temporal ceguera: “Tú me has abierto las demás ventanas / que dan al mundo externo”. Se van recorriendo algunos sentidos, como el olfato y el oído (la alusión al sonido de campanas parece evocar religiosidad). Por las manos se enciende la luz del tacto... La frase final es un pensamiento muy garciasolar: “¡En ti comienza, / herido ver, el claro entendimiento!” Nos encontramos frente a una poesía de experiencia, sí, pero también de conocimiento.

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HERIDO VER

Tú me has abierto las demás ventanas
que dan al mundo externo y sin sentido.
Aire, consciente olor. Por el oído
me significa el ritmo, las campanas

sé dónde tocan y me sabe el nombre
en la boca a respuesta del destino,
y un oleaje de alas, un divino diálogo
de contornos hasta el hombre

que soy llega en el tacto, y en las manos
puedo pesar la luz y la simienza
percibir en la carne, y por los llanos

de mi Castilla agraria andar el viento
de tomillo en canción. ¡En ti comienza,
herido ver, el claro entendimiento!


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LA MANO EN ESTA FRENTE QUE TE SUEÑA...

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Imaginamos que compuso el artista plástico Luis Álvarez Lencero los presentes versos en la etapa desgarrada y reflexiva de su convalecencia a raíz de alguna de sus operaciones de cáncer de pulmón, causado probablemente por los traidores gases del soplete que utilizaba con demasiada profusión al no disponer de fragua. Nos encontramos frente a una oración con cierta voluntad testamentaria, de despedida hasta el definitivo encuentro.

Escribe Luis a un amigo, probablemente desde una habitación de hospital: “El toro de la vida ha vuelto a cornearme. Esta vez ha sido en el pecho. Bendito sea Dios que me regala dolores. La pena que tengo es grande, pero es más grande mi corazón y más grande la hombredad que heredé de mi padre. No tengo nada que daros. Vacío los bolsillos del alma. Sólo tengo las manos llenas de mucho amor.”

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ENFERMO

Hoy siento que tu mano está conmigo
en esta habitación pobre y pequeña.
Te respiro y te vivo y me acompaña
olor de ti. Mi corazón te besa.

No sé cuándo has venido por el aire
o si la luz me trajo tu presencia.
Pero desde mi cama yo te toco
con esta mano que te busca cerca.

Enfermo estoy, lo sé. Qué poca cosa
es un hombre caído en la cuneta.
Qué largo es el cuchillo de la noche.
Y aquí, en el hospital, cuánto se piensa.

Menos mal que la fiebre es un milagro
para verte, Dios mío, a mi manera.
Quédate aquí en mi pecho y no te vayas.
Mira mi soledad que huele a tierra.

Triste no estoy, pero miro al techo
–cuadrado cielo sin ninguna estrella¬
y me ahogo en sudor y sé que tengo
tu mano en esta frente que te sueña.

Mi corazón es tuyo, bien lo sabes,
humano ruiseñor que se me vuela
para en tus manos de amoroso nido
descansar para siempre cuando muera.


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ME AMENAZAN DESDE EL DESIERTO DEL OCASO

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Manso sol, “como un perro de luz”, acompaña la soledad del poeta de Moguer que, enfermo, guarda cama. Y se deja lamer por su amigo el sol, en silencio y beatitud. Pero, al anochecer, se apoderan las sombras de la alcoba y el corazón de Juan Ramón Jiménez, y amenazan al fracasado soñador. (Os facilitará pistas de reflexión pulsar aquí.)

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CONVALECENCIA

Sólo tú me acompañas, sol amigo.
Como un perro de luz, lames mi lecho blanco;
y yo pierdo mi mano por tu pelo de oro,
caída de cansancio.
¡Qué de cosas que fueron
se van… más lejos todavía!
Callo
y sonrío, igual que un niño,
dejándome lamer de ti, sol manso.
…De pronto, sol, te yergues,
fiel guardián de mi fracaso
y, en una algarabía ardiente y loca,
ladras a los fantasmas vanos
que, mudas sombras, me amenazan
desde el desierto del ocaso.


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BIENAVENTURANZAS DEL HOMBRE QUE SUFRE

El dolor sale a nuestro encuentro y experimentamos en nuestras propias vidas el ahogo de sus brazos de hierro. Presentamos, a toda página, con imágenes y sonido,seis poemas sobre el sufrimiento, de María Luisa Mora, Francisco Garfias, Joaquín Benito de Lucas, Carlos Bousoño, Antonio Colinas y otro más de quien esto escribe. Pulsar aquí.

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NOSOTROS LOS MAYORES,
y la Poesía

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36. Regresar a ese limpio manantial

EL MANANTIAL, de Eloy Sánchez Rosillo
LA ESCONDIDA FUENTE, de Eloy Sánchez Rosillo
EL VIAJE, de Eloy Sánchez Rosillo
ÍNDICE DEL 25 al 36


37. Miro mis manos...

MEDITACIÓN SOBRE UNAS MANOS, de Eloy S. Rosillo
CERTIDUMBRE QUE QUEMA, de Eloy Sánchez Rosillo


38. El efecto mariposa

LA REPERCUSIÓN, de Leopoldo de Luis
VISITA AL MERCADO, de Leopoldo de Luis


39. Agnosticismo, viejo perro...

SANTOS RECINTOS, de Leopoldo de Luis
LOS AMANTES, de Leopoldo de Luis
POEMA DE AMOR LEYENDO A MACHADO, de L. de Luis


40. ¡Cómo amaba la vida!

ATARDECER EN BARAÑÁIN, de Jesús Mauleón
PISA ESTE PARQUE, de Jesús Mauleón
NUEVO EPITAFIO, de Jesús Mauleón


41. Con esta dicha de sentirme vivo

GRACIAS, GRACIAS, de Jesús Mauleón
PLAZA DE LOS CASTAÑOS, de Jesús Mauleón
YO PONDRÉ SOL, de Jesús Mauleón


42. Pero ésta no es mi casa

PERO ÉSTA NO ES MI CASA, de Jesús Mauleón
ESPERO, de Jesús Mauleón
ESTE POEMA NO FUE NUNCA ESCRITO, de Jesús Mauleón


43. Cuando mueren los otros

ESA MUERTE PEQUEÑA, de José María Fernández Nieto
RUDA FAENA, de Daniel de la Vega


44. Vendrás de noche o de mañana

CIRIOS, de José Emilio Pacheco
SÉ QUE VENDRÁS, de Joaquín Antonio Peñalosa
A VOCES, de Joaquín Benito de Lucas


45. Avísame, Señor

HERIDO VER, de Ramón de Garciasol
ENFERMO, de Luis Álvarez Lencero
CONVALECENCIA, de Juan Ramón Jiménez


46. El rostro que conjura ver al final

EL ROSTRO QUE CONJURA, de José Agustín de Goytisolo
ANNE MARIE, de Ricardo Paseyro
VER LLEGAR LOS INVIERNOS..., de Fernando Fortún


47. Descifrando sentidos a la muerte

SERÁN CENIZA, de José Ángel Valente
MUERTE VENIDERA, de Joaquín León


48. Amaré y amaré hasta el final

APRESURA, SEÑOR, TIENDE TU MANO, de T. Luca de Tena
ENAMORADO, de Roberto Cabral
LA MUERTE COMO EL AMOR, de Victor Manuel Arbeloa


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