Mes del Sagrado Corazón a la luz de Dilexit Nos y la Sinodalidad Un Corazón encarnado en los que buscan el Reino y su Justicia

Un Corazón encarnado en los que buscan el Reino y su Justicia
Un Corazón encarnado en los que buscan el Reino y su Justicia

Francisco vincula la devoción al Sagrado Corazón con una dinámica transformadora en el mundo, generadora de justicia y fraternidad. “El corazón de Cristo es ‘éxtasis, salida, donación y encuentro… Nuestro corazón unido con el de Cristo es capaz de realizar este milagro social” (n. 28)

El Corazón de Jesús no es un "ícono estático de devoción intimista", sino "un fuego sagrado que se expande con cada víctima que clama justicia". Este fuego es, en sí mismo, un torrente profético. Cada herida infligida por quien tiene poder en la sociedad o en la Iglesia, cada abuso encubierto, cada exclusión legitimada por doctrinas deshumanizantes "son lanzas que vuelven a traspasar ese Corazón" 

El Corazón de Jesús no es un amuleto para egos heridos, un mindfullnes para burgueses aburridos o culposos, sino la expresión viva de un Dios que camina con su Pueblo y se compromete hasta la cruz ("hasta el extremo", Jn 13:1)..."un llamado a salir, servir y caminar juntos", un "terremoto" que busca desde una Sinodalidad real, el "caos creador de Pentecostés" (Hch 2).

Frente a la sociedad del like y el selfie, la sinodalidad propone una revolución del amor concreto: donde el "nosotros" prevalece sobre el "yo", y la fidelidad sobre el consumo espiritual. "No se ama con ideas, sino con el corazón... y con los pies" (Papa Francisco).

El Corazón Abierto de Jesús: Reencuentro con un Evangelio que cambia el mundo

La Iglesia contemporánea se encuentra en un kairós, un tiempo crucial que demanda una profunda revisión de su identidad y misión. Los pontificados del Papa Francisco, y el de León XIV, con su insistencia en la sinodalidad y su teología del pueblo, no pretenden un mero ajuste pastoral, sino un llamado radical a la conversión evangélica, una transformación global.

Este artículo sostiene que la verdadera sinodalidad hunde sus raíces en la devoción al Corazón de Jesús, no como un sentimentalismo pietista, sino como la fuente de una eclesiología encarnada, desclericalizada y profética, capaz de desafiar el narcisismo consumista del mundo y las estructuras de poder que aún pervierten el Evangelio. La sinodalidad, en su esencia, es un reencuentro con el Jesús "antisistema", una Misericordia que enfrenta desde los crucificados, todo desorden establecido.

El Corazón de Jesús: Fuente de una Sinodalidad Vulnerable y Misericordiosa

La Carta Apostólica Dilexit Nos (2023) del Papa Francisco eleva la devoción al Sagrado Corazón de Jesús de una piedad individual a la matriz de la sinodalidad. El Corazón de Cristo, "que nos amó hasta el extremo" (Jn 13,1), no es un símbolo de autoridad impuesta, sino de amor que se entrega y "se despojó de sí mismo" (Fil 2,7).

En esta teología, la sinodalidad emerge como un reflejo de la kénosis divina: una jerarquía que no se parapeta en privilegios, sino que sirve desde la fragilidad y la vulnerabilidad, imitando el costado abierto de Jesús (Jn 19,34), la "puerta de una Iglesia sin muros, donde nadie es excluido".

Corazón cercano
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Esta visión rompe con un ritualismo que Jesús mismo confrontó al privilegiar el bien del hombre sobre la ley (Mc 3,1-6). Una Iglesia sinodal, inspirada en este Corazón, debe priorizar el discernimiento pastoral sobre la rigidez legalista, abriendo sus brazos a los heridos del mundo: "los divorciados, los sacerdotes casados, los pobres, los LGBTQ+, y los alejados". Lejos de ser una élite espiritual, la Iglesia sinodal debe ser un "hospital de campaña" (Francisco), donde el amor no es ingenuo y evanescente, sino "valiente ante los conflictos y las estructuras injustas" (Dilexit Nos, 9).

En la visión de Francisco, la comunión impulsa acciones concretas hacia la justicia no solo hacia afuera desde una "sacralizada superioridad moral",  sino también dentro de la Iglesia: “Pido… que su Sagrado Corazón siga derramando esos ríos de agua viva… para inspirarnos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno” (n. 220).

Sinodalidad Encarnada: Un Compromiso hasta el Fin 

El "fuego que se expande" del amor de Cristo, descrito en Dilexit Nos, encuentra su expresión eclesial en la sinodalidad, un dinamismo que transforma la devoción personal en amor comunitario y acción de justicia. La Eucaristía, corazón de la vida cristiana (Dilexit Nos, 6), nos llama a "romper las cadenas de la injusticia". No hay auténtica espiritualidad sin compromiso con la justicia eclesial y social.

Esta sinodalidad encarnada se contrapone radicalmente al emocionalismo narcisista de una sociedad individualista y consumista que reduce la fe a experiencias fugaces y el deseo patológico de consumo descartable. El Corazón de Jesús no es un amuleto para egos heridos, un entretenido mindfullnes para burgueses aburridos o culposos, sino la expresión viva de un Dios que camina con su Pueblo y se compromete hasta la cruz ("hasta el extremo", Jn 13:1).

Frente a las relaciones "líquidas" y las "espiritualidades light", el Corazón de Jesús propone un "pacto de fidelidad" que resiste: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida" (Jn 15:13). La sinodalidad, entonces, no es un workshop de buenos deseos, sino una contracultura de amor que denuncia el consumismo religioso y la injusticia estructural, como Jesús expulsando a los mercaderes del Templo (Jn 2:13-17).

Francisco aprovechaba toda ocasión para criticar las estructuras excluyentes, desde las religiosas“La Iglesia también necesita ese amor, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas… y fanatismos de todo tipo” (n. 219)  hasta las económicas En un mundo donde todo se compra y vende… sólo el amor de Cristo puede liberarnos de una locura donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Su amor puede dar corazón a nuestro mundo” (n. 218). 

Por eso la Sinodalidad exige la conversión de estructuras religiosas opresoras y la"desclericalización de los espacios eclesiales", donde los laicos, mujeres y sacerdotes casados prediquen, decidan y gobiernen, y donde la liturgia integre más que espectacularice (cf. Sacrosanctum Concilium, 14). La "economía del don" debe prevalecer sobre la aparatosidad clericalista autorreferencial, como subraya Dilexit Nos (8): "La caridad exige justicia".

El Grito de las Víctimas: Fuego Profético que Quema el Aburguesamiento Eclesial

El Corazón de Jesús no es un "ícono estático de devoción intimista", sino "un fuego sagrado que se expande con cada víctima que clama justicia". Este fuego es, en sí mismo, un torrente profético. Cada herida infligida por el poder, ya sea en la sociedad o en la Iglesia (clericalismo), cada abuso encubierto, cada exclusión legitimada por doctrinas deshumanizantes "son lanzas que vuelven a traspasar ese Corazón" (cf. Jn 19,34).

Mientras los sistemas eclesiales y sociales se aburguesan, en "cómodos rituales, privilegios, indiferencia y silencios cómplices", el Corazón de Dios late con "furia santa", porque "Él no es neutral: está del lado de los crucificados de la historia".

La indignación sagrada de Jesús no fue la de un pacifista tibio. Expulsó a los mercaderes del Templo (Jn 2,15) porque la casa de Dios no podía ser "cueva de opresores". Llamó "hipócritas" a los teólogos de su tiempo (Mt 23,13) por usar la religión para oprimir. Defendió a la adúltera (Jn 8,11), pero no negoció con los sistemas que la condenaban. Como afirmó la teóloga Dorothee Sölle: "Dios no es el consuelo de los resignados, sino la fuerza de los que luchan."

Cada persona abusada, marginada o silenciada "es una encarnación del Cristo ultrajado". Cuando el Papa Francisco prefiere una "Iglesia accidentada antes que enferma", reconoce que "las heridas de las víctimas son ventanas por donde entra el Espíritu para sanar la podredumbre". El teólogo Jon Sobrino lo expresó con crudeza: "El Crucificado-Resucitado sigue crucificado en los pobres, y resucita en su lucha."

abrazar la dignidad
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La "tranquilidad cómoda" de los sistemas clericalistas aburguesadores se manifiesta en la priorización de la "paz institucional" sobre la justicia (encubriendo abusos), en una "espiritualidad de evasión" (misticismo privatizado que ignora lo social) y en la "domesticación de la profecía" (convirtiendo la sinodalidad en mero protocolo). Como denunció el mártir Óscar Romero: "Hay muchos que quieren religión barata, sin compromiso, sin coste."

Esta acomodación al neoliberalismo, que "espiritualiza la injusticia" y "clericaliza la fe" delegando lo que es tarea de todos, convierte a la Iglesia en un reflejo del mundo que critica. El economista Luigino Bruni advierte con lucidez: "El capitalismo ha convertido la caridad en limosna, y la limosna en negocio."

Conclusión: Un Corazón que Late en Sínodo, en las Periferias

La devoción al Corazón de Jesús y la sinodalidad no son dos realidades separadas; el amor de Cristo es el alma del caminar juntos. "En el Corazón de Cristo está el secreto de la comunión" (Dilexit Nos, 10). Una Iglesia que no vive la sinodalidad traiciona ese Corazón abierto para todos.

El Corazón de Jesús "no es un amuleto para consolar egos heridos", ni "para la tranquilidad de los cementerios", sino "un llamado a salir, servir y caminar juntos", un "terremoto" que busca el "caos creador de Pentecostés" (Hch 2).

Frente a la sociedad del like y el selfie, la sinodalidad propone una revolución del amor concreto: donde el "nosotros" prevalece sobre el "yo", y la fidelidad sobre el consumo espiritual. "No se ama con ideas, sino con el corazón... y con los pies" (Papa Francisco).

¿Estamos dispuestos a dejar que el Corazón de Jesús "desinstale" el acostubramiento de un sistema clericalista, para construir una Iglesia en salida, pobre y en sínodo permanente? Este es el desafío. Solo cuando la Iglesia se atreva a morir a sus seguridades idolátricas, resucitará en fidelidad al Reino. "He aquí que yo hago nuevas todas las cosas" (Ap 21:5). La sinodalidad es ese acto de fe audaz en la novedad de Dios, una esperanza que nace de las heridas y que nos llama a ser el Pueblo de Dios que el mundo necesita y al cual puede brindar el ejemplo sinodal.

La Iglesia está ante un "Kairós" decisivo. Las "llagas abiertas" de la Iglesia y del mundo son el grito profético de que las cosas deben cambiar. Este Corazón de Dios "no permanece indiferente ni aprueba una tranquilidad cómoda para los sistemas aburguesados eclesiales y sociales". Es un "fuego sagrado" que clama por la justicia.

poliedroyperiferia@gmail.com

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