Domingo de Ramos: la Palabra se hizo carne en el Pueblo

Domingo de Ramos: la Palabra se hizo carne en el Pueblo
Domingo de Ramos: la Palabra se hizo carne en el Pueblo

Dios en su lógica, consideró que el lugar más apropiado para comenzar a salvar a los humanos del sinsentido de la vida (expresado por A.Camus en lo absurdo de vivir), era el lugar donde están situado la mayoría de los humanos. Por eso se hizo POBRE y PUEBLO, marca identitaria de sus preferidos

No vemos que Jesús esté muy obsesionado solo por “lo espiritual”, ya que sus milagros son un combo: ceguera, parálisis, lepra, hambre, sed, etc. son abarcados poliédricamente: cuerpo y alma, individuo y pueblo, tiempo y eternidad, sacralidad y mundanidad, etc.

La gente se da cuenta que Jesús puede salvarnos no solo porque es “Dios”, ese “producto” que ya vende el clero, sino porque se ha hecho uno de los “nuestros”

El nuevo “Francisco de Asís y Buenos Aires”, llama proféticamente a que la Iglesia católica se encuentre a sí misma en un Sínodo mundial de “Comunión, participación y misión”, como proceso hacia una nueva forma de Iglesia …

«una verdadera renovación de la Iglesia no puede surgir de los escritorios de los obispos ni de reuniones y conferencias de expertos” La Iglesia tiene que pasar de ser “para” pueblo a “del” Pueblo, como Jesús.

La Iglesia debe ser sinodal y volver a Jerusalén a encontrarse con las masas, aún con el peligro y la ambigüedad que esto representa. Que salga a la calle, que haga lío, que ponga su tienda en las periferias como hospital de campaña, etc.

Debe abandonar la “superioridad espiritual y moral” de sus elites clericales, autorreferenciales y aburguesadas que consideran al pueblo como rebaño inmaduro e ignorante; e ingresar en esta nueva etapa de conversión a la Sinodalidad para escuchar la Palabra hecha carne en el Pueblo.

Ramos: la Salvación ha venido al pueblo, está entre nosotros

En el domingo de Ramos, el pueblo pobre y trabajador, aclama a Jesús como Mesías, salvador, porque en su dolor cotidiano han visto que esta persona los comprende, los ayuda, los ama desinteresadamente. No es alguien de afuera. Sienten que es uno de ellos, habla su mismo idioma, hace comparaciones que entienden, los representa personal y colectivamente, ha trabajado, comido, festejado y sufrido como ellos. Jesús es un poliedro de misericordia que lo abarca todo, como ninguna otra realidad, dentro de la realidad. Teológicamente decimos que es el misterio trinitario de Dios hecho Encarnación y Pascua en cada historia personal, en el pueblo judío y la humanidad toda.

Solo tienen conciencia de la necesidad de ser salvados los que están mal. Los que la pasan pipa, se preguntan para qué es eso de “la salvación” o la ven como algo sospechoso, no sea cosa que les haga perder algo de lo que ya disfrutan. Por eso Jesús advierte: “"Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos" (Mt 19), “Bienaventurados los pobres, los que tenéis hambre…los que lloráis…Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis tenido vuestra alegría y estáis satisfechos…” (Lc 6). Su lenguaje es un mensaje de salvación para las multitudes del pueblo trabajador, no para las elites satisfechas que pueden comprarse todo, hasta la religión oficial.

Solo mirar como Jesús miraba, nos hace objetivos. Él mira y siente con Misericordia desde la herida de cada uno, aquello que nos impide ser humanos, ésa es la llave del sentido de la Vida, irse a las periferias con Él, para entenderlo todo.

No vemos que Jesús esté muy obsesionado solo por “lo espiritual”, ya que sus milagros son un combo: ceguera, parálisis, lepra, hambre, sed, etc. son abarcados poliédricamente: cuerpo y alma, individuo y pueblo, tiempo y eternidad, etc. La gente se da cuenta que Jesús puede salvarnos no solo porque es “Dios”, ese “producto” que ya vende el clero, sino porque se ha hecho uno de los “nuestros”, fraterno, cercano con una cercanía que nadie ha tenido.  Él con su saliva y barro unta los ojos del ciego, advierte que una mujer enferma le toca el manto, lava los pies a discípulos traidores…y finalmente: “coman, éste es mi carne”, “para que todos seamos uno en su Cuerpo” (1 Cor 11), “vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios” (1 Pedro 2,10)

Dios en su lógica, consideró que el lugar más apropiado para comenzar a salvar a los humanos del sinsentido de la vida (tan bien expresado por A.Camus en lo absurdo de vivir), era el lugar donde están situados la mayoría de los humanos. Por eso se hizo pobre y pueblo, marca identitaria de sus preferidos, los millones de excluidos injustamente de los bienes de este mundo acaparados por tan pocos en nombre del culto idolátrico a la sagrada propiedad privada como derecho absoluto por sobre todos los seres.

Su salvación puede suceder en cualquier lugar, porque el Dios de la misericordia impregna todos los lugares. Pero tiene un punto de encuentro ineludible, un sacramento eficaz: el pueblo entendido como el grupo de los pobres, los anawines bíblicos o pobres de Yahwé, la gente humilde en el sentido más general de la palabra: desde su situación económica, pasando por la humildad de carácter, hasta una actitud de sumisión absoluta a Dios.

“Pueblo se distingue de masa, si por esta última entiendo un conjunto sin conciencia, ya que esa interpretación es iluminista y contra eso reaccionan los teólogos del pueblo… el pueblo tiene una sapiencia, que no es ciencia, pero es saber válido que legitima el discernimiento de su conciencia que es personal y colectiva a un tiempo”.( E.Cuda, “Para entender a Francisco”). Es el pueblo que reconoce intuitivamente en Jesús al Mesías esperado en aquel domingo de ramos. El mensaje de Jesús no es ni populista (manipulación de las masas) ni antipueblo (dividir para reinar, “no hay sociedad solo individuos” que sacralizan la “libertad”…del lobo en el gallinero).

Sin embargo, no hay que romantizar ni mitificar la pobreza y lo popular, convirtiéndolos en idolatrías que desplazan a otras idolatrías de signo contrario. Pero es ineludible la analogía de estos términos, aludidos y vividos por Jesús, para interpretar el Evangelio. Cuando hablamos de los misterios de la fe, más que “definir”, entramos en un mundo simbólico y de analogías que nos aproximan al Misterio de Dios sin poder aprisionarlo jamás en todos los libros del mundo (Juan 21:24.) Pobre y pueblo son de las categorías analógicas más presentes en la revelación cristiana y no se las puede pasar por alto o disfrazar.

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Sinodalidad, la Iglesia que vuelve al Pueblo para encontrar a Jesús

La crisis actual es una oportunidad de transformación para la Iglesia, un signo para ir más allá de una mera actualización del lenguaje y abandonar las formas «gregoriana», «tridentina» o «romana» que ya dieron sus frutos, pero «inadecuadas para la coyuntura actual». Es el momento de una nueva forma y la sinodalidad es su herramienta.

Es lo que dice T. Haliks, en su libro, “La tarde del cristianismo”: «una verdadera renovación de la Iglesia no puede surgir de los escritorios de los obispos ni de reuniones y conferencias de expertos, (en J.Correia, ¿Qué forma adoptará el cristianismo del futuro?, La Civiltá Cattolica, 2023). La Iglesia tiene que pasar de ser “para” pueblo a “del” Pueblo, como Jesús. Debe abandonar su actitud populista y proteccionista hacia el pueblo y reconocerlo como Sujeto. Debe abandonar la “superioridad espiritual y moral” de sus elites clericales, autorreferenciales y aburguesadas que consideran al pueblo como rebaño inmaduro e ignorante e ingresar en esta nueva etapa de conversión llamada “Sinodalidad”.

La iglesia ha ido cayendo en institución cerrada y vacía que ya no interpela al hombre como ser social, intérprete de los Signos de los Tiempos y hacedor de la historia. Ya no vive el impacto misericordioso de Jesús ni comparte el sentir de su Sagrado Corazón, amantísimo de las pobres y heridas ovejas sin pastor ni rumbo.

El profético llamado del nuevo “Francisco de Asís y Buenos Aires”, a que la Iglesia católica se encuentre a sí misma en un Sínodo de “Comunión, participación y misión”, expresa una forma futura de Iglesia, un paradigma que aprovecha sus milenarias tradiciones para encender la llama de una nueva civilización del amor, interpelante y constructora de la Historia de la Salvación.

Francisco, no habla de clase, sino de pueblo, y pueblo no es la gente toda –como sí lo es el concepto norteamericano de “people”–, sino el pobre trabajador (E.Cuda, oc). Ni gente común ni clase social, pueblo como pobre y trabajador.

Lamentablemente la sinodalidad no se vive en España ni por asomo. No se entiende a Francisco ni se lo quiere entender, no quieren “nacer de nuevo” (Jn 3,3). A lo sumo se llenan algunos papeles “para cumplir” burocráticamente con el pedido “formal” que llega del Obispado, pero la gente ni se entera y los curas esperan que esto pase pronto para seguir haciendo lo de siempre, “lo de toda la vida” … lo que continúa vaciando de cristianos-levadura a la sociedad, mientras arrecian sus culpabilizaciones y condenas al mundo por “no venir a la iglesia” …de los curas. Si la gente está en otra parte, habrá que preguntarse porqué y luego habrá que ir a ese lugar, como Jesús. Así como hay una España vaciada, también hay una Iglesia vaciada. Ambas tienen muchas analogías.

La Iglesia del Pueblo en camino a la Pascua

La Iglesia debe ser sinodal y volver a la Jerusalén del domingo de Ramos a encontrarse con las multitudes, aún con el peligro y la ambigüedad que esto representa. Que salga a la calle, que haga lío, que se embarre, que comparta desde el llano, que ponga su tienda en las periferias como hospital de campaña, etc.

Pero ojo, Una Iglesia así será aplaudida al principio, pero luego será tratada injustamente, flagelada con mentiras, coronada de espinas por los medios, descartada en lugar del violento Barrabás y sus guerras en lugar de su mensaje de paz y fraternidad, traicionada por sus propios judas. Tal como intuía Jesús que le iba a suceder.

En la Jerusalén de las masas del siglo XXI, la Iglesia que camine con el pueblo, será nuevamente mil veces crucificada con su Maestro, para resucitar junto a ellas al Reino de Dios. Con Jesús y san Pablo experimentará por fin el “Me hice todo en todos con tal de ganar, aunque sea, unos pocos” (1 Cor 9), en vez de quedarse apoltronada en la añoranza de gloriosas e incompletas cristiandades perimidas, lejos del Maestro y su Pueblo amado.

poliedroyperiferia@gmail.com

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