El mito de Osiris en Egipto (y II) (204-04)

Hoy escribe Antonio Piñero



Sigo citando a José Ramón Pérez-Accino (tomado de la “La verdadera historia de la Pasión, Edaf 2006, cap. 1 “Comer y ser comido”.


“El principal problema que tenemos al leer a Plutarco es la muy diversa procedencia de su información. En su narración hay elementos muy antiguos sin duda, pero también los hay tardíos. Algunos aspectos muy resaltados sobre la figura de Osiris parecen haber sido realmente anecdóticos cuando los cotejamos con testimonios egipcios.

“Da la sensación de que las fuentes de información de Plutarco tenían un conocimiento disperso y tardío de la personalidad del dios. Esto es probablemente esperable dado que sus fuentes debieron ser de habla griega o latina. En ningún lugar de la obra se afirma (ni parece lógico pensar) que Plutarco tuvo acceso a fuentes egipcias directas de ningún tipo. Pero de cualquier modo Plutarco elabora variados mimbres para formar con ellos un cesto que le permitiera a él y al público al que iba destinado percibir un discurso narrativo sobre Osiris del que la idea original de ese dios carecía. Plutarco “crea” una biografía, una novela sobre la vida del dios.

“Con todo, la información que poseemos de las propias fuentes egipcias sobre Osiris no es limitada. Si la cotejamos con otros testimonios a lo largo de los miles de años de existencia de la cultura egipcia obtenemos una imagen del dios trazada a base de unos rasgos bien definidos.

“Osiris es un rey, el que introduce las leyes y la agricultura, es decir, el que convierte al hombre en social y civilizado. Reina justa y beneficiosamente pero es engañado por su hermano Seth, violento y movido por impulsos primarios, como corresponde a una situación de precivilización. De hecho, en la religión egipcia posterior Seth es relacionado con el desierto, y de ahí que el color que le caracteriza es el rojo, el mismo que el del desierto.

“La agricultura es Osiris, lo que crece junto al rey, donde tiene lugar la civilización, mientras que Seth representa los impulsos desordenados (dirigido por su falo se dice de él) y presto a la violencia, fundamentalmente primario, salvaje y asocial. Osiris se representa como una figura humana de color verde, asociado a la agricultura, Seth como un animal indefinible de color rojo, asociado a lo yermo. Envidioso de su hermano, Seth causa su muerte y le despedaza, repartiendo las diferentes partes de su cuerpo por todo el país.

“El desmembramiento de Osiris no deja de estar relacionado con el desmembramiento de los cuerpos sometidos a la acción de los chacales, que representados por el dios Anubis se encargan de transportar la carne de los difuntos al borde del Más Allá. Pero los muchos pedazos de Osiris son reunidos por Isis, su esposa, quien además de mostrar esta habilidad recolectora, también la muestra como restauradora, al conseguir quedar embarazada de Osiris estando él ya en el reino de los muertos.

“Cualquiera otra consideración sobre Osiris es secundaria a ésta. Su papel es el de estar en el reino de los muertos. El Osiris que presenta la tradición egipcia está siempre “muerto” y su significado radica en esta circunstancia. Porque con Osiris “muerto” (y además sabemos que está también “vivo” puesto que reina en ese ámbito) el papel principal se centra en su hijo, concebido ya desde la muerte.

“Horus, que es su nombre, al nacer está desvalido, con un padre muerto y un tío, Seth, que ansía suplantarle en el trono. Por lo tanto, y ante esta situación de peligro inminente sobre él y sobre la monarquía del bien que representa Horus, Isis toma la decisión de ocultarle hasta que se haga fuerte y destrone a Seth, vengándole. Una vez en el trono de su padre reina como rey de los vivos, mientras que su padre, quien, no lo olvidemos, sigue en el ámbito de los difuntos, continúa ejerciendo la monarquía en el más allá occidental (el mundo de Ultratumba) sobre quienes son como él, es decir, muertos. Osiris los juzga y los recibe, y los difuntos quedan en la misma situación de vasallaje que estaban anteriormente con su hijo Horus en vida, sumisos y devotos servidores de un rey.

En una palabra: los vivos tienen al “hijo” de Osiris como dios vivo encarnado en el faraón. El faraón muerto se transformará en Osiris y –no al principio de la teología egipcia, según la cual sólo se salvaba de verdad el monarca, sino con la evolución de las ideas religiosas unidas al papel de la monarquía- guiará y reinará en el Más Allá sobre las almas de los que fueron sus súbditos en vida.

En síntesis: el faraón divino reina en este mundo como encarnación de Horus y “reinará” en el más allá, como fundido con Osiris de algún modo, sobre los mismos súbditos cuando mueran.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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